Dominique Lapierre, el novelista que siempre estaba ahí

No fallaba. Repasar la biblioteca de cualquier usual, amigo o conocido en ese momento de impasse antiguamente de que se sirvieran las bebidas o se acabara de Paliar el plato principal en el horno garantizaba, con un nivel de probabilidad altísimo, que, ya fuera el hospedador un letraherido o un disertador esporádico, ahí estaba un ejemplar (o varios) de Dominique Lapierre y Larry Collins. Corrían los 60 y 70 y la sociedad creativa anglofrancesa era homólogo de éxito planetario.

¿Qué formula los convertía en una presencia ineludible en cualquier hogar con una mínima sensibilidad cultural (cercano a la ilustración por fascículos y el posterior Premio Planeta)? En epítome, investigar a fondo un acontecimiento de los que habían sacudido la Historia, ergo tener una pulvínulo documental rigurosa y sólida, y sazonarlo con los mecanismos narrativos que propulsaran la leída, véase aventura, intriga, romance, tablas extravagante y cualquier pájaro que pusiera en peligro sostener al final del año el mismo número de dioptrías .







Firmó con Collins obras como '¿Arde, París?' , 'El botellín jinete', 'Oh, Jerusalén' o 'Esta sombra, la voluntad'

Ayer se apagaba la pira del dúo dinámico de la humanidades de despreocupación mundial con la homicidio, a los 91 primaveras, de Lapierre, diecisiete primaveras luego de su colega y amigo. Juntos firmaron bestsellers como ¿Arde, París? , El botellín jinete , Oh, Jerusalén o Esta sombra, la voluntad , donde abordaron la escape de París al final de la Segunda Guerrilla Mundial, una amenaza de Gadafi a toda la ciudad de Nueva York, el polvorín resultante de la creación del Estado de Israel y la no menos conflictiva partición del continente indio, respectivamente. Su talento y olfacción radicó en ensamblar, sobre una pulvínulo de investigación que satisfacía las ansias de asimilar, vehículos de entrada cilindrada que los llevaban en volandas. Uno aprendía y se divertía.

El gusanillo del alucinación y la escritura, cruce que marcaría su posterior carrera como periodista y luego novelista, nacería a los 13 primaveras, cuando las labores diplomáticas de su padre hicieron que la comunidad se instalara en América. La epígrafe cuenta que primaveras luego partió en una peripecia para cruzarla que se alargaría durante vigésimo mil millas y que contendría la semilla de numerosas novelas potenciales con vigésimo dólares en el faltriquera. Como si intentara destruir un récord, su cristalera de miel consistió en inspeccionar Japón, Tailandia, Hong Kong, India, Pakistán, Turquía, el Líbano e Irán en un año. Reportero para la publicación Paris Match entre 1954 y 1967, su primer discusión con Collins además tuvo un aerofagia soñador al producirse en una cafetería de la sede de la OTAN en Bélgica donde ejercía de intérprete. Lo que podría acontecer derivado en una rivalidad épica -su futuro confederado trabajaba como corresponsal de la revista Newsweek para Oriente Medio y a menudo rivalizaban por fuentes-, devino en una taller de entregar libros.

Seguro que las obras más recordadas a título individual de Dominique Lapierre fueron La ciudad de la alegría y Más grandes que el simpatía , unidas por su simpatía y compromiso con el continente hindú, cuyo vinculo además exploró en las memorias Mil soles y que lo condujo a presidir una fundación implicada en proyectos de ayuda y afluencia a los más desfavorecidos. Periodista, viajero, trotamundos, novelista, filántropo… Lapierre exprimió la vida como pocos.

Post a Comment

Artículo Anterior Artículo Siguiente