El fútbol es así... de cruel. Posteriormente de 120 minutos de dominio tan apabullante como infructuoso frente a un rival rocoso como pocos, España se despidió ayer del Mundial tras caer en los penaltis y abre un enorme interrogante sobre el futuro de Luis Enrique. El asturiano, acostumbrado a estar en el alambre, todas las eliminatorias que ha disputado como seleccionador se han decidido en la prórroga o en los penaltis, debe arriesgarse ahora si opta por seguir en el banquillo franquista o deja paso a aires nuevos.
El duelo comenzaba con un rondo titán y perenne de los futbolistas españoles, como anticipando el argumento de la película. La paciencia iba a convertirse en una virtud fundamental para intentar alcanzar un buen puerto. La pelota corría de un banda al otro del césped del Education City, situado al oeste de Doha aunque por el esfera en la tribuna se podría suceder deducido que estaba en Rabat. Dominaba la roja y los jugadores marroquíes, entregados en cuerpo y alma frente a una oportunidad histórica, iban tras él. No se escondió Regragui, rendido al surtido castellano en la previa, y ordenó disminuir los espacios hasta límites insospechados. Se juntaban todos sus jugadores en menos de vigésimo metros y España se las veía y se las deseaba para vislumbrar a Bono.
La presión española obligó al guardameta del Sevilla a intervenir mucho con los pies, demostrando tener suficiente parentesco fría. Con la posesión decantada descaradamente alrededor de el banda castellano, un tablas que dibujó Marruecos premeditadamente, y anulado Ziyech, la velocidad y la sagacidad de Boufal con el balón en los pies provocaba los primeros sustos en el dominio de Unai Simón. Tremendo el desequilibrio del ludópata del Angers, llamando a la puerta a mejores oportunidades. La respuesta de Rodri y Laporte era excelente.
Aunque Marruecos se mostraba incansable, el dominio castellano provocó algunos desajustes en su defensa –no demasiados–, como una evasión de Asensio que no fue capaz de batallar a Bono en la mejor ocasión de la primera parte. Al otro banda del campo, Mazraoui probaba a Unai Simón, que necesitó dos tiempos para atrapar el balón.
Bono detuvo dos penaltis a Soler y Busquets en una tanda en la que ‘la roja’ no metió ningún
No le gustaba demasiado lo que estaba viendo a Luis Enrique, más inquieto que nunca en la lado, además descontento con la irritante interpretación del colegiado Rapallini. En presencia de la partida de espacios entre líneas, el asturiano desplazó a Pedri al supletorio derecho y adelantó al interior a Marcos Llorente, la gran novedad en el merienda. No varió en exceso el panorama con este ajuste pero le debió complacer a Luis Enrique, que lo mantuvo durante unos minutos al inicio de la segunda centro. Ayer, Aguerd daba el zaguero susto con un cabezazo desviado.
Allá de cambiar, el guion en la segunda parte se acentuó aún más. Amasaba el balón España, más paciente que nunca, pero le faltaba demasiado colmillo. Eran momentos en los que la estadística avanzadilla de la FIFA informaba que Marruecos al punto que alcanzaba el 23% de posesión del balón. Siquiera lo quería más, defendía y defendía, como si fuera lo mejor del mundo. Intento bazucar a su equipo Luis Enrique dando entrada a Nico Williams, que en su primera envite ya llevó de inicio a Mazraoui, sustituido al punto que minutos a posteriori.
La tensión invadió el estadio en el tramo final de la segunda centro. Nadie quería equivocarse pero el cansancio hacía hendidura y cada acercamiento suponía una subida cardíaca. Comparecía Abde, todo un demonio, pero al punto que tocaba balón. Olmo, en cambio canalizaba la ataque española. La prórroga se dibujaba como un destino inesquivable, por mucho que Olmo apremiar a Bono a estirarse en un dispersión de yerro. No había cero que hacer. El partido iba a durar media hora más.
Regragui había oxigenado a su equipo con cambios pero eso le había hecho perder calidad sobre el césped. A pesar de estar encerrado, con los niveles de posesión ya por debajo del 20%, Marruecos estuvo a punto de dinamitar el partido pero la pierna derecha de Unai Simón se erigió como salvadora frente a Cheddari.
La exterminio abre un enorme interrogante sobre el futuro de Luis Enrique
El éxtasis marroquí llegaría luego, en la tanda de penaltis, donde Bono se agigantó frente a los lanzadores de España y señaló el camino de cuartos a Marruecos por primera vez en su historia. España, abatida, hacía las maletas de la guisa más cruel. No dio para más.
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