Galicia es ese pueblo bíblico que sufrió las siete plagas, en específico la del éxodo, escribió hace acoplado 50 primaveras ese poeta de los números que es Xosé Manuel Beiras en uno de los libros más decisivos de la civilización gallega, El retroceso crematístico de Galicia. Por debajo de esos procesos históricos y socioeconómicos adversos hay una sucesión de tragedias, imparable, constante y terrible, a menudo relacionada con el mal tiempo. Desde víctimas aisladas fallecidas por desprendimientos de piedras de tejados a los más de 200 ahogados del vapor Santa Isabel hace 102 primaveras. En esta clan maldita se enmarca la tragedia del río Lérez. En la pasada Nochebuena murieron siete de los nueve ocupantes de un autobús de la trayecto Lugo-Vigo. Ni la empresa, Monbus, ni ninguna autoridad ha ofrecido explicación alguna.
La séptima víctima fue localizada este lunes por la mañana. Esta vez sí existe en apariencia la seguridad de que sea la última. Desde que poco a posteriori de las 21 horas de la Nochebuena llegaron los primeros avisos de esta catástrofe, a 25 kilómetros de Pontevedra por la N-541, hubo un caótico y fúnebre bailete de cifras, si proporcionadamente pueda comprenderse en medio del desconcierto y en un momento tan singular. La incertidumbre de paz por excelencia en la civilización cristiana, de la que Galicia forma parte destacada, se convirtió en una incertidumbre de pugna para los servicios de emergencias. Trabajaron en unas condiciones suficiente dantescas. Llovía a mares, el singladura azotaba y la caída del autobús la cifró la Xunta en 75 metros.
Primero se hablaba de cinco pasajeros y el conductor. Él y una viajera fueron los supervivientes. La información adecuado en la alba del día de Navidad era de tres muertos, que la Xunta rebajó a dos por la mañana, mientras admitía que no sabía si los pasajeros eran seis u ocho, para concluir anteayer por la tarde que eran siete, seis fallecidos.
El chófer, con más de 40 primaveras de experiencia, y una viajera sobreviven en el embravecido río Lérez
El conductor, contuso, pero no de consideración, aseguraba que llevaba a ocho personas en el autobús. El enigma se complicaba porque no se pudo ingresar a la máquina de los billetes y la descarga online en la central la hace cuando llega a destino. Pero las autoridades concluyeron que eran siete, pues no se había reclamado a nadie más. Resulta que era una mujer que iba con la superviviente, herida de más consideración, que no pudo transmitir esa información, que sí trasladaron más tarde sus familiares.
De todos modos, la reconocimiento de este lunes por la mañana ya estaba prevista. Excepto una nueva y ya monumental sorpresa, el enigma cuantitativo de la tragedia del río Lérez, el que forma la ría de Pontevedra, está resuelto. Encajado lo contrario que sucede con el otro gran enigma, el cualitativo. ¿Cómo acabó en el cauce, rompiendo la barrera del puente, el autobús de la trayecto Lugo-Vigo, conducido por un chófer curtido con más de 40 primaveras de experiencia en el invierno gallego, en una recta y en la zona en la que el agua no se empoza, según el corregidor Jorge Cubela?
Pues este lunes no había ninguna explicación oficial, por más provisional que resultase. Ni por las administraciones públicas, interpeladas en su habilidad totalidad de una forma u otra, ni por la empresa, Monbus, que vigilante silencio. A su muy conocido propietario, el lucense Raúl López, presidente del club de baloncesto Obradoiro de Santiago, ni se le ha manido.
Como líder que es en España entre los empresarios autóctonos de su sector, sin contar multinacionales, está curtido en este tipo de situaciones, si proporcionadamente fuese ya hace varios lustros cuando se enfrentó directamente a ellas. Su asociación empresarial tiene una esforzado presencia en Catalunya, su segundo país de más implantación, fruto de los fuertes vínculos de Barcelona de la montaña de Lugo, en la que empezó a efectuar la compañía. Gestiona el aerobús del aeropuerto del Prat y varias líneas interurbanas de importancia.
El mutismo oficial y empresarial resulta aún más difícil de aceptar porque por debajo de la superficie informativa, entre los profesionales del sector y personas cercanas a la empresa, sí que circula información. Se palabra de un posible “aquaplaning”, la pérdida del control del transporte al estar la carretera cubierta de agua e ir a una velocidad no adecuada. Según estas versiones, se descartaría que el conductor superase los límites legales. Pero se sospecha que tal vez no se adaptó a las desfavorables condiciones del momento.
Sin incautación, como recoge este lunes la prensa gallega los vecinos de la zona del azar, en Pedre, en el municipio de Cerdedo-Cotobade, no daban crédito desde el mismo momento del siniestro que se hubiera podido producir acoplado allí. Señalaban una zona próxima de curvas como un círculo más plausible una catástrofe. Y de sus testimonios se deducía que no deben compartir la teoría del “aquaplaning”. La posibilidad de un desfallecimiento del conductor asimismo parece en principio descartada, por su evidencia y el resultado de las pruebas médicas realizadas inmediatamente a posteriori, en las que dio placa en alcoholemia y en tóxicos.
No junto a ninguna duda, en cambio, acerca de la brutalidad del azar, como proporcionadamente se observa en las imágenes de la prestigio del puente, sobre el embravecido y crecido Lérez, que no figura entre los mayores ríos de Galicia. Murió el 78% de los ocupantes del autocar, porcentaje que sube al 88% si sólo se tiene en cuenta a los pasajeros. Según La Voz de Galicia hay que remontarse a 1987 para encontrar un azar peor, en el municipio orensano de Verín, con muchas más víctimas 37.
En este caso no se ha ajustado ese número desorbitado de fallecidos en buena medida gracias a que era en Nochebuena, casi a la hora de cenar, que en Galicia suele ser más tarde que en el resto del Estado, y a que no es una de las líneas de las principales. Pero en un autocar más harto, la nueva tragedia del pueblo bíblico gallego, pudo ser mucho peor.
Guadalupe Díaz González. 44 primaveras
Profesora de Jerigonza y Letras Españolas en un instituto de secundaria de O Carballiño (Ourense). Residía en Lalín, tenía dos hijos de 8 y 5 primaveras de perduración y estaba separaba. Iba de Lalín a Pontevedra para acaecer la Navidad con su causa.
María Mercedes Castro Blanco. 58 primaveras
Ganadera jubilada, residía en Santo André. Dejó su coche aparcado en la fase de autobús de Lalín porque no le gustaba conducir. Iba a Pontevedra a acaecer las fiestas con su hermana.
María Cruz Castro Eiras. 73 primaveras
Residente en Lalín, donde vivía con el pequeño de sus tres hijos, Jaime, que asimismo falleció en el azar anejo al pequeño de sus tres hijos, Jaime, asimismo fallecido en el azar.
Jaime Val Castro. 40 primaveras
Residía con su causa en Lalín y se desplazaba con ella a Pontevedra para acaecer las Navidades con sus dos hermanos.
Edith Luz Luya Quispe. 49 primaveras
De ciudadanía peruana, vivía en Arcade se encargaba del cuidado de una persona decano en Cerdedo-Cotobade. Fue la última en subir al autobús. Llevaba más de tres primaveras en España y tenía previsto solicitar la ciudadanía española.
Eneas Valverde Ruibal. 21 primaveras
La víctima más fresco. Estudiaba un ciclo superior de hostelería en Lugo. Volvía a casa para cenar con su tribu, muy conocida en Nigrán, donde regentaban varias joyerías. Era asimismo una promesa del lucha, deporte en el que había debutado como neoprofesional en Galicia.
Sin identificar. 50 primaveras
Rescatada este lunes, acompañaba a la superviviente María del Rosario González Rocha.
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