La izquierda catalana y el miedo a la Constitución

En mi condición de “hermano” de la Constitución española, pues no en vano compartimos el mismo padre, Jordi Solé Tura, tengo una particular sensibilidad respecto a los actos de inspección o atentado que cada año sufre indefectiblemente nuestra Carta Magna. Viví con estupefacción los intentos de la derecha de adueñarse de un símbolo que no habían votado, al tiempo que la izquierda parecía hacerse pequeña a la hora de reivindicarlo con orgullo. Un texto, cerca de no olvidarlo, que supuso un brinco en el hiperespacio en la definición de derechos y libertades y en la propuesta de ordenamiento territorial del estado descentralizada solo tres abriles posteriormente de la asesinato del dictador. Aquello fue un arriesgado examen de funambulismo que solo pudo encabezar una vivientes robusto que supo sentar en la misma mesa a un comunista y a un exministro franquista y que no actuaba en función de las métricas en las redes sociales porque, felizmente, aún no existían.

La semana pasada celebramos un pequeño acto conmemorativo en la sede de un distrito de Barcelona organizado por dos esforzados regidores, uno de Cs y otro del PSC. La cosa tenía el fragancia de los tiempos de la clandestinidad. Esta vez los guardias estaban allí para protegernos de los habituales reventadores que, felizmente, esta vez no aparecieron. Los tiempos están cambiando. Y es que en Catalunya, pese a que fue la comunidad autónoma que más masivamente apoyó el referéndum constitucional, los homenajes a la carta Magna se hacen en los últimos abriles casi en secreto, atrapados como estamos en este perpetuo “sí, pero no”, un entorno mental muy pujolista por cierto.

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Sesión de control al Govern en el pleno del Parlament 




EUROPA PRESS / EP

El PSC es el único partido de izquierda que la reivindica, sí, pero en estos últimos abriles solo en sus cónclaves internos. De los comunes ni hablamos: parece mentira que sea incapaz de demandar su protagonismo central en aquella ponencia a través de mi padre, entonces destacado militante del PSUC. Junto a recordarles que su otra alma, la podemita, cambió sus consignas y ataques al “Régimen del 78” para apurar blandiendo la Constitución y su articulado progresista, un auténtico parapeto contra el auge de las fuerzas antidemocráticas.

Si no conseguimos hacer las paces con nuestra Constitución, no habrá forma de reformarla en condiciones, que es el que debate en el que deberíamos estar inmersos ahora y no en imposibles fabulaciones acerca de lo que se podía o debería tener hecho durante la Transición. Si en Catalunya se tardó 30 y 31 abriles respectivamente en darles la Creu de Sant Jordi a Miquel Roca Junyent y a mi padre, pueden tardar otros 30 en reconocerlos públicamente. Barcelona lleva 13 abriles de promesas incumplidas. De la coetáneo Generalitat poco cerca de esperar pero me conformo con que el año que viene, 45 aniversario de la Carta Magna, podamos celebrarlo en el Parlament o en el Saló de Cent de l’Ajuntament en un acto descubierto al conocido, señal de que el respeto y el sentido global habrán vuelto a vencer al miedo.

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