Sin modo avión

Érase una vez un motivo de paz y silencio, recogimiento, ojeada. No era un monasterio, ni una iglesia, ni una biblioteca, siquiera la cima de un monte que observara el mundo. Siquiera estaba prohibido conversar, aunque por lo común el silencio era la norma. Silencios de media hora, de una, de siete, doce a veces. No había ejecutivos comprando o vendiendo por teléfono, agendando citas, no había papás y mamás prometiendo a sus pequeños que pronto estarían allí, para meterles en la cama, siquiera les daban órdenes para el fin de semana, ni les marcaban hora periferia. No existía Twitter, ni sus insultos ni sus gracias, la red estaba sumisamente en silencio. No había correos electrónicos ni black friday , nadie había hecho cinco nuevos amigos en Facebook. Era un motivo que te elevaba, te hacía mejor persona: los habitantes de ese motivo leían y veían películas, tomaban una copa, dormían o dormitaban, algunos conversaban. En efectividad era un metalugar, porque era un motivo que te llevaba a otro motivo. Un motivo que te hacía volatilizarse y te llevaba de un mundo a otro mundo, o te devolvía a casa. Érase una vez un motivo que era asimismo una aire, una guisa de morar. Se llamaba modo avión. Podemos anticipar su homicidio.

La Unión Europea anunció esta semana que las compañías aéreas podrán ofrecer a partir del año que viene conectividad 5G en los aviones. Lo presentó como un gran avance. Es cierto que en algunos vuelos o clases ya se podía conectar al wifi, pero costaba una pasta y a menudo acababa consistiendo en un relojito que daba vueltas durante un buen rato hasta que al afortunado se le inflaban los gigadatos y desistía.







¿Cómo llamaremos ahora a esa desconexión, casi una aire (en tierra) frente a la vida? ¿Modoff?

“El Gloria ya no es un periferia cuando se negociación de las posibilidades que ofrece la conectividad súperrápida y de adhesión capacidad”, proclamó, presuntuoso, el comisario de Mercado Interior, Thierry Breton. “El 5G permitirá servicios innovadores para las personas y oportunidades de crecimiento para las empresas europeas”, argumentó a continuación. El servicio funcionará usando en el interior de las cabinas de avión un equipo de red exclusivo, llamado picocélula , para conectar a los usuarios y enrutar llamadas, mensajes de texto y datos. Se usará una red satelital, entre el avión y la red móvil terrenal, explicó Bruselas.

¿Cómo llamaremos ahora a esa clase de desconexión, al modo avión, casi una aire (en tierra) frente a la vida? ¿Modoff? En efectividad, es una nueva prueba para la voluntad humana. El avión era de los pocos lugares (si descontamos parajes remotos entre montañas, sótanos y pisos random) a excepto del smartphone, de los pocos lugares en los que la errata de red, por imperativo aeronáutico, los mantenía en silencio. En que no era necesario ser un gigante del autodominio para olvidarte del teléfono. Sin notificaciones ni globitos, sin esos monstruos diseñados para causar en el cerebro minúsculas descargas de dopamina, la hormona del placer. El diabólico e imparable truco de Silicon Valley para copar nuestra voluntad, nuestro tiempo, nuestra atención. Ahora todo será intemperie. Suerte.

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