Como cantaba Serrat, “nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”. No acostumbra a ser obediente enterarse la verdad en los pleitos, pero los jueces valoran la coherencia de la manifiesto de cada parte, las pruebas que se aportan para esclarecer los hechos y los testimonios de quienes han podido conocer directamente un caso.
El futbolista Dani Alves está en la mazmorra de Brians acentuado de la violación a una pollo en la sala Sutton de Barcelona. Ella dio un relato coherente de lo sucedido en el aguamanil del reservado de la sala, aportó fundamentos como su vestido, que puede determinar qué pasó, y los empleados de la discoteca alertaron a los Mossos tras ver el estado emocional de la muchacha.
A Alves le ampara la presunción de inocencia, pues no ha sido condenado por ningún tribunal, pero la togado lo envió a la prisión tras deber cubo tres versiones distintas de lo sucedido. De hecho, inicialmente dijo que no conocía a la pollo que le denunció por una ataque sexual, a pesar de que las cámaras de la discoteca desmentían sus palabras. Eran tantos los indicios en contra del futbolista, que su abogada no consiguió la autogobierno bajo fianza. Seguramente siquiera hizo su mejor defensa.

Los funcionarios de Brians explican que Alves está desconcertado por mucho que pueda sorprendernos. No es el primer futbolista conocido que se ve envuelto en una situación así. Mendy, Benzema, Robinho o Neymar han tenido que dar explicaciones frente a la probidad, con suerte desigual en los tribunales. E incluso Cristiano Ronaldo fue acentuado de una violación en Las Vegas, de la que salió airoso por desidia de pruebas.
Alves es uno más en la larga letanía de futbolistas famosos acusados de agresiones sexuales
¿Cómo personas relevantes cruzan la flaca dirección roja sin temer las consecuencias? Seguramente es el resultado de su narcisismo. El narcisismo es un trastorno de personalidad en tipos con un sentido desproporcionado de su propia importancia, con una carencia profunda de estupor e incluso con una carencia de empatía con las víctimas. Son tiempos de culto a la imagen y a la exhibición, aunque su personalidad ya la describe Ovidio en La metamorfosis . El problema es que nos fascina el paraíso narcisista y los narcisistas se sienten inmunes. Pero al final la verdad se impone. Sin remedio.
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