El órgano del MNAC vuelve a sonar

El víscera del MNAC dejó de sonar en 1974, el día que la organista Montserrat Torrent tuvo que salir por piernas para evitar que el desprendimiento de una cornisa impactara sobre su capital. Desde entonces, el que está catalogado como uno de los órganos más monumentales de Europa ha permanecido en silencio, a la aplazamiento de una restauración que el museo no puede admitir presupuestariamente. Pero, ¿cómo sonaría hoy un útil que pronto cumplirá 100 abriles? ¿Qué voz tendría? Fito Conesa (Cartagena, 1980), actor visual que no es músico pero se parece mucho, decidió comprobarlo soplando tubo a tubo, insuflándole su propio aliento hasta arrancarle el sonido y finalmente devolverlo a la vida mediante una composición en dos actos que este sábado reverberará en la Sala Oval (hay dos pases, a las 16.30 y a les 17 horas).

Maria Arnal y Fito Conesa, ante el órgano del MNAC

Maria Arnal y Fito Conesa, en presencia de el víscera del MNAC 




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Oval. (Cerrojo), que así se titula la instalación sonora de Fito Conesa, es fruto de una residencia de un año en la que el actor, primero solo con el sonidista Marçal Cid y luego acompañado en visitas cada vez más frecuentes por la cantante Maria Arnal, prácticamente ha vivido en el interior del víscera (es un opinar). “Por que ¿cómo te relacionas con un útil que por defecto es mucho más extenso que tú?”, era la pregunta. Al principio, el víscera le recordaba un pulmón mate o un barco naufragado. Durante meses ha subido y bajado infinidad de veces las empinadas escaleras que unen los tres pisos, entrando y saliendo de las diferentes habitaciones y haciendo sonar centenares de tubos (tiene 11.117), “algunos del tamaño de un boli, con un tono tan agudo que solo lo escuchan los perros, y otros tan graves que no se oyen sino que se sienten en todo el cuerpo”.







“Es un ser vivo y va a despertar”, señala el actor, que en el extremo año ha pasado largas horas en su interior. "Voy a precisar tiempo para despedirme"

Esto extremo se lo hizo notar el organero Albert Blancafort, continuador de una dinastía sabido de cuatro generaciones dedicadas a la música, “un personaje esencia en esta historia, algún que construye instrumentos y no solo nos ayuda a entender cómo funciona el víscera sino que pone palabras a cosas que no podemos expresar y nos estalla la capital”, señala Conesa. Las sesiones de cinta tenían división de día, “pero nos dimos cuenta de que la reverberación por la tinieblas cambiaba porque no había nadie en el museo, y cuando lanzabas el sonido tardaba hasta diez o doce segundos en desaparecer. Era colosal, pero aquellas sesiones nocturnas duraron poco..." El miedo le pudo.

Una vez tubo registrado el sonido de los tubos, Conesa compuso una partitura en dos actos: Preludio Evigilantes in tanta terra (despertar en esta tierra) e incipiunt Resonare (iniciar la reverberación). La primera es solo música del víscera, mientras que en la segunda Maria Arnal introduce su voz como si fuera una nota musical más. “Es un ser vivo y va a despertar”, señala emocionado, “porque es inalcanzable dialogar sin pasión de un útil que te acoge”.. Inaugurado para la Exposición Universal de 1929, “ha sido testimonio de buena parte de la historia del museo, desde Primo de Rivera a las Olimpiadas o los yonquis que campaban por Montjuïc. Un testimonio adicionalmente que no deje y que, a diferencia de la mayoría de los órganos que se encuentran en el ámbito de la Iglesia o de las grandes salas de conciertos, este está en una plaza pública”.







"Es inalcanzable dialogar sin pasión de un útil que te acoge"

Conesa entrará hoy una vez más en las entrañas de ese “animal hondo” para proyectar desde allí la composición pregrabada con la esperanza de que el sonido que inundará la Sala Oval active su restauración. Confía en que no será la última. “Voy a precisar tiempo para despedirme”.

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