Isabel Preysler sigue siendo a los 72 abriles, años que cumplió el pasado sábado, un icono de estilo y elegancia. Y aunque parece que para ella el tiempo no pase, sí que pasa, pese a la buena genética y los múltiples retoques que se ha realizado desde que reconoció su primer retoque, la trompa, en 1982.

Isabel Preysler, en octubre de 1973.
Desde la primera intervención estética que reconoció han pasado ya más de 40 abriles, y es evidente que aquella no fue la última. Un rostro tan fotografiado como el de Isabel corre el peligro de ser capturado en sus buenos y sus malos días, pero hay cambios tan evidentes que no pueden ser atribuibles a otra cosa que no sea el bisturí o los cosméticos inyectables.

Isabel Preysler en diciembre de 1979.
Todos tienen un talón de Aquiles y parece que el de Isabel es la naríz. Tras la asesinato de Miguel Boyer y la salida al mercado de su crema anti-eaging, convocatoria My Cream, se vio en Isabel una clara renovación en su rostro. Más estirado y terso que abriles antaño. En algunos medios digitales incluso se ha llegado a cuchichear del "espeluznante caso de la trompa mutante de Isabel Preysler", que, bromas lejos, no deja de ser el resultado de evidentes rinomodelaciones con ácido hialurónico a lo espléndido de los abriles.

Isabel Preysler en 1986.
Entre sus secretos de salubridad y belleza se encuentran su crema My Cream, cosmético en el que Preysler estuvo muy implicada en su proceso de elaboración; pero asimismo el frecuentado verde de seis verduras y dos frutas que toma todas las mañanas; y asimismo sus visitas a la clínica estética de Maribel Yébenes.

Isabel Preysler en 1999.
En su casa de Puerta del Hierro se cuida mucho la comida. Uno de los secretos de salubridad más importantes que ha confirmado en sus entrevistas es la cuidada ingestión que practican en casa, donde el personal que trabaja allí cocina desde cero casi todas las elaboraciones de los platos de la forma más saludable posible. Por otra parte, la filipina asimismo ha atribuido siempre a genética su modo tardío de envejecer.

Isabel Preysler en 2002.
Considerada la reina del papel cuché, Preysler no se ha vacada esa consideración solo por virtudes vanidosas y refinadas declaraciones. Su vida conocido de escándalo, su conexión en múltiples asuntos de Estado y los aires renovadores —divorcios, moda, cirugía estética— que llevó a las portadas de la prensa rosa durante los ochenta y posteriores décadas han hecho de ella la letrero viva que es hoy.

Isabel Preysler en 2021.
Es la famosa por excelencia que vuelve y vuelve a ser informe aunque, en sinceridad, nunca ha dejado de serlo. Se ha cliché hasta la saciedad que Isabel Preysler es guapa, elegante y se ha convertido en la reina del papel cuché, y si alguna influencer de las de ahora se piensa que ha inventado un nuevo oficio, está muy equivocada. Preysler lo hizo antaño.

Isabel Preysler en 2022.
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