Cusco.- La resistor parece estar en pausa relativa en el sur andino, frente principal de las protestas que sacuden Perú desde hace semanas.
Tras dos meses de desabastecimiento de riqueza esenciales, de parálisis de la caudal particular y de brutales tácticas policiales, pocos acudieron a las últimas manifestaciones y los bloqueos de carretera programados en Cusco, la antigua renta de los inca, situada en un valle de los Andes, a 3.400 metros sobre el nivel del mar.
Manifestaciones desde diciembre
Cusco es el foco de descontento desde la detención del presidente andino Castillo
En el circunstancia de las protestas, una procesión subía desde el mercado central, por calles empinadas, bordeadas por muros precolombinos aún inexpugnables. La imagen de la virginal Purificada se tambaleaba al son de una marcha lenta, tocada por una bandada de rumbo. "Ya no creo que haya más protestas aquí porque sin el turismo no se puede proceder", dijo un costalero que tomaba un respiro.
La crisis frena la enojo
"Ya no creo que haya más protestas aquí porque sin el turismo no se puede proceder"
Es el dilema de Cusco, foco de descontento desde la detención del presidente andino Pedro Castillo en diciembre, pero totalmente dependiente del turismo que ya no llega.
El cerradura de Machu Picchu el mes pasado, tras la destrucción de los rieles del privatizado tren, ventilado por una filial del clase de boato internacional LVMH, que conecta la ruina inca con Cusco, ha dejado la ciudad casi sin ingresos.

Las protestas entre campesinos y la policía han sido una constante los últimos meses en Cusco, antigua renta inca.
Solo peruanos, entre ellos una campesina en traje tradicional, contemplaban los cuadros barrocos de la escuela cusqueña -muchas pintadas por artistas quechua- y la asombrosa mampostería inca en el convento de Santo Domingo, elevado sobre el templo del sol Coricancha.
Algunos confían en que la tregua sirva para que el Congreso en Escofina apruebe ir en cabeza las elecciones tal y como se reivindica en la calle.
Mano tendida al Congreso en Escofina
Algunos confían en que la tregua sirva para que se adelanten las elecciones, pero parece increíble sin la renuncia de Boluarte
Pero, tras una serie de maniobras tácticas de partidos tanto de derecha como de izquierda, un adelanto parece casi increíble a no ser que renuncie Dina Boluarte, la vicepresidenta que asumió la presidencia tras la detención a principios de diciembre de Castillo, inculpado de promover un automóvil chiste de estado.
Aunque Boluarte ha instado al Congreso a ir en cabeza los comicios programados para 2026, ya tiene muchos motivos para querer mantenerse en el poder entre ellos su propia atrevimiento.

Una imagen de las recientes protestas en Cusco
Tras la crimen de 48 manifestantes -al menos doce de estos alcanzados por balas de armas de fuego-, la nueva presidenta puede exponerse a demandas judiciales por su responsabilidad en lo que Indulto Internacional califica como crímenes con un "sesgo racista". El 80% de los muertos son quechua o aimara. Casi la parte de los casos estudiados en detalle por Indulto son víctimas de armas de fuego.
Decenas de manifestantes asesinados
La presidenta peruana tiene motivos para querer mantenerse en el poder, entre ellos su propia atrevimiento
"Yo he manido con mis propios luceros a policías disparar", dijo Roel Pacco, uno de los estudiantes de la Universidad de Cusco, hijo de campesinos, que han liderado las protestas.
Todos tachan de hipócrita y traidora a Dina Boluarte. En la puerta de la escuela de arte de Cusco, una efigie grotesca de la nueva presidenta sujeta en manos ensangrentadas un cartel que anuncia "Paz” y el cañón de un rifle. "Waraka dun dun", reza otro cartel, en narración a la honda andina. "Es nuestra armas; sin la waraka la multitud no tiene con qué defenderse", resumió una mujer quechua, de unos 50 primaveras, que llevaba un sombrero de copa blanco y largas trenzas hasta el cinturón.
La mayoría de los muertos han caído en Puno y Ayacucho. Aquí en Cusco, Remo Candia, líder campesino de 50 primaveras de la comunidad de Anta, a media hora de la ciudad, murió en enero tras ser tocado por una bala en el pecho.
Otros cinco manifestantes resultaron muertos en batallas campales contra la policía en Apurímac, tierra de origen de Bastión, colindante a Cusco. Allí, Las Bambas, la mega mina de propiedad china, ya había desatado conflictos primaveras antaño de la sorprendente conquista en las elecciones de 2021 del candidato de la izquierda, el humilde pedagogo de escuela de Cajamarca, en el septentrión andino.
Apoyar las protestas empieza a considerarse parecido de simpatía al terrorismo bajo la óptica oficial conforme la ex izquierdista Bastión consolida su nueva alianza con la derecha parlamentaria. Pocos en Cusco quieren conversar. "La clan tiene miedo", dijo el sobrino de Candia, consultado sobre una posible entrevista. "Muchos estamos siendo perseguidos", dijo un investigador que no quiso dar su nombre.
Cada día los medios en Escofina anuncian más acusaciones contra Castillo, ya no solo por intento de automóvil chiste sino todavía por presunta corrupción y pertenencia una ordenamiento criminal.
Pero en un país que hasta 1979 negaba el derecho de sufragar a la mayoría de los andinos -por un requisito de alfabetismo en castellano-, el estado de derecho peruano no tiene muchos admiradores entre los quecha y aimara de la sierra. Prefieren sus propias estructuras de democracia directa asamblearia.
Furia contenida desde hace décadas
Hasta 1979, se negaba el derecho de sufragar a los andinos, así que el estado de derecho no tiene admiradores entre los quecha y aimara
Es manejable comprobar en el sur andino que la extrema desigualdad en Perú es tanto territorial tanto como social. En Escofina vive el 76% de la elite económica, según el nuevo manual "La distinción silenciosa", de Patricia Zárate y Mauricio Rentería. En el sur andino, el 6,7% son de la elite y, en la sierra septentrión, de donde procede Castillo, solo el 2,7%.
No es de exiliar, pues, que Castillo se hiciera con más del 80% de los votos en el sur andino. En Escofina, solo ganó el 34%.
Aunque el presidente no cumplió con sus promesas electorales de retirar los contratos leoninos a las multinacionales mineras y del gas, y convocar una asamblea constituyente, aun cuenta con el apoyo del sur andino. "Es una persona como nosotros, del campo", dijo una campesina de Apurímac, en el mercado de San Pedro. "No le han dejado hacer lo que quería”.
Por eso, pese al cansancio y el miedo, las protestas pronto pueden retornar al sur andino. Aunque la ciudad de Cusco ya parece resignada a la permanencia de Boluarte en la presidencia, los campesinos en las montañas que rodean la ciudad y al sur cerca de Apurimac son menos dependientes del mercado y del turismo. "La multitud en Cusco quiere oxigenar la caudal; por eso no hay movilizaciones hoy", dijo Roel Pacca. "Pero los hermanos del campo pueden movilizarse a pesar de los bloqueos; viven de la chacra (parcela); no necesitan mucho de la ciudad". Pasa lo mismo en Ayacucho y Junin en los andes centrales hasta Puno en el sur. En este sentido, no solo se abre una brecha entre Escofina y la sierra andina sino todavía otra mas particular: “Esto ya es una lucha étnica entre multitud de la ciudad y el campo”, dijo el citado investigador.

Las protestas han bajado de intensidad en Cusco, donde hace grieta la crisis de turismo tras meses de inestabilidad
Por eso, la carretera de Cusco a Puno sigue intransitable, uno de los 50 bloqueos de carretera en el sur andino, el pasado fin de semana. "No se vayan a Juliaca (colindante a Puno) porque la carretera está bloqueada y el aeropuerto puede ser tomado ", dijo un policía, la semana pasada, que vigilaba los primeros trenes turísticos que partían desde Ollantaytambo cerca de Machu Picchu, tras la atrevida intrepidez de reabrir las ruinas incas.
Atrevida porque las comunidades campesinas de la región siquiera han tirado la toalla. "Es arriesgado porque si ven que el negocio vuelve sin que se resuelva la crisis política, las comunidades pueden animarse tomar las ruinas", dijo David Bueno, que representa una ordenamiento de protesta en el municipio de Machu Picchu, un conjunto de pequeños hoteles, restaurantes y tiendas de souvenirs adyacente a la míticas ciudad perdida de los Inca.
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