A pocas personas les ha cuadrado más que a Nina Masó el circunstancial “luminosa”. En parte, porque su vida profesional ha sido la de una embajadora de la luz diseñada por otros, además por ella misma. En parte, porque irradiaba una poderosa luz propia, un luminosidad que la ha acompañado en su apasionada e indómita camino positivo.
Mediados los primaveras 80, cuando Barcelona vivía una brote del diseño en el ámbito del enseres, la iluminación y los bares de la entonces llamamiento “incertidumbre diseñada”, tres jóvenes que no habían cumplido aun los 30 primaveras fundaron, en 1985, Santa & Cole. Presentaron esta empresa como una editora de diseño (lámparas, objetos, etc.), marcando distancias, sugiriendo un compromiso de dilatado itinerario con el sector. Eran Nina Masó, Gabriel Ordeig y Javier Nieto.
A lo dilatado de casi cuatro decenios, Santa & Cole se ha consolidado como una relato del diseño barcelonés, reconocida en 1999 con el Premio Franquista de Diseño. En su catálogo figuran una colección de clásicos de la iluminación, con cerca de de ochenta lámparas firmadas por figuras del diseño restringido, además extranjero. Si un editor de libros suele aseverar que el catálogo de su editorial refleja su hazañas, en el catálogo de Santa & Cole está la vida de Nina Masó, que fue decisiva en su configuración y su coherencia.
Nina Masó estudió interiorismo y veló sus primeras armas montando stands en la Fira, fundó un estudio anejo a otras colegas y, en 1982, formó pareja profesional y sentimental con Gabriel Ordeig (1954-1994). El estudio que uno y otro impulsaron se involucró en la imagen del diseño, participando, en distinta medida, en proyectos de bares y locales como Boliche, Cibeles, SíSíSí o Al dente, muy apreciados en aquella incertidumbre barcelonesa.
El tono pop y a la vez íntimo de la Colilla, obra de Carlos Riart, estuvo en el inicio de la tira de lámparas impulsadas por Ordeig y Masó, que, ya con Santa & Cole, se ampliaría mediante otros diseños como La Bella Durmiente, cuya pantalla fue confiada a distintos pintores. Luego, la tira de propuestas de esta firma iría creciendo, con lámparas clásicas de los diseñadores catalanes contemporáneos, como Miguel Milá (el más representado en el catálogo de Santa & Cole), André Ricard, Angel Jové, Santiago Roqueta, Pete Sans, Correa/Milà, Sòria/Garcès, Gabriel Ordeig o Antoni Arola, entre otros. Incluso han reeditado piezas de figuras históricas como Antoni Gaudí o Lluís Domènech i Montaner.
Nina Masó, corresponsable a su vez de las numerosas lámparas que llevan la firma genérica de Santa & Cole, había ido perfilando una relación de creadores a los que admiraba, empezando por Ingo Maurer. Y, además, su idea propia de la luz ideal: tenía que ser cálida, tenue, acogedora, alejada de estridencias o frialdades, apta para la tranquilidad, la complicidad y la confidencia. Es aseverar, para arrimar a las personas.
Como embajadora de esa luz cálida, Nina Masó fue infatigable. En este sentido, su dedicación se reflejó en la oficina de cooperación que el Consistorio de Barcelona montó en Sarajevo en tiempos de la lucha de los Balcanes. Y, además, en muchos otros lugares: en el zaguero decenio viajó por ciudades españolas y extranjeras, protagonizando una presentación itinerante, inspirada en La Caseta de Federico García Lorca, en la que difundía su concepto de la luz. Quienes la vieron en esta punto supieron de su entusiasmo, de su fascinación, de sus convicciones, de sus francas carcajadas, de sus contagiosas ganas de existir. Poco que ha mantenido hasta pocas fechas antiguamente de su homicidio, ayer lunes, pese a la cruel enfermedad que ha ido privándola de sus capacidades. Pero que no apagará en quienes la conocieron el reminiscencia de su luminosa personalidad.
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