La informe más trascendente para el futuro de Oriente Medio en varios primaveras acaba de saltar en Pekín, como signo de los tiempos. Representantes oficiales de Irán y Arabia Saudí han sensato allí la reanudación de relaciones diplomáticas y la reapertura de sus respectivas embajadas, antaño de dos meses. El resultado de la reunión ha sido confirmado por la agencia estatal saudí y medios iraníes.
De este modo, Riad y Teherán entierran una hostilidad que se remonta a 1979 y que volvió a tocar fondo en 2016, cuando un parada clérigo chií fue ejecutado en Arabia, espoleando el asalto de una turba a la embajada de Arabia Saudí en Irán. Los saudíes decidieron entonces suspender las relaciones diplomáticas, que de todos modos no podían ser peores, enzarzados como estaban en una lucha de influencia, cuando no refriega por procuración, en varios estados árabes, desde Siria a Yemen, pasando por Líbano e Irak.
Precisamente en Bagdad, en 2020, fue cuando entreambos países empezaron a explorar, fuera de los focos, una mejoramiento de relaciones. Varias reuniones en Irak tuvieron su continuación en Omán. Pero el estrechamiento de manos se ha producido en Pekín, al día futuro de que Xi Jinping fuera confirmado unánimemente como el hombre más poderoso de China desde Mao Zedong. Al día futuro, además, de la reunión en Moscú entre los ministros de Exteriores de Arabia Saudí y Rusia.
Porque la paz entre Arabia Saudí e Irán pasa por desenredar el embrollo de Siria, donde el asociado de Moscú, Bashar el Asad, ha reses la refriega pero todavía no la reconstrucción, que pasa a su vez por la readmisión de su régimen entre los demás regímenes autocráticos del mundo árabe. Riad habría puesto sobre la mesa la reincorporación del . El otro gran valedor de los rebeldes islamistas, la Turquía de Recep Tayyip Erdogan, acudirá a las urnas el 14 de mayo.
La negociación trilateral entre Arabia Saudí, Irán y China llevaba varios días en marcha y fue alentada el mes pasado con la visitante oficial del presidente de Iran, Ibrahim Raisi, a Pekín. A lo holgado de esta semana, el secretario del Consejo Supremo de Seguridad Doméstico de Irán, Ali Shamjani y su homólogo saudí, Musaid bin Mohamed al Aiban, han . El primero ha calificado el diálogo de “franco, transparente y genérico”.
Ayer, tras su reelección, Xi Jinping dio a entender un papel más activo de China en la imagen internacional. Nadie creía que iba a venir tan pronto. Aunque su éxito refleja además el retorno de Rusia a la región desde 2015, cuando dio un trastorno a la refriega civil siria en cortesía del régimen laico y policiaco del partido Baaz y la grupo Asad, sus aliados tradicionales.
Cerca de añadir que tanto Irán como Arabia Saudí han llamado a la puerta de la ampliación de los BRICS, la estructura multilateral de la que forman parte China, Rusia, India, Brasil y Sudáfrica, que algunos ven como un contrapeso al bando occidental vertebrado por Estados Unidos.
Dos acontecimientos recientes han creado estupor en el reino saudí, más allá del impacto del caso Khashoggi en la prensa internacional. A entender, la equivocación de auxilio cuando los hutí atacaron sus instalaciones petroleras y, el año pasado, la explosión no reivindicada de los gasoductos germano-rusos NordStream. Todo ello, tras primaveras escuchando que Irán era la gran amenaza a la suelto circulación de hidrocarburos.
Hasta la revolución islámica encabezada por el ayatolá Jomeini, en 1979, el Irán del Sha y la Arabia de los Saud eran los dos pilares de Washington en la principal región petrolera del mundo. Tan sintonía no volverá a repetirse, porque su competición en el mundo islámico es efectivo, más allá del interés de algunos por convertirla en una pugna sectaria entre suníes y chiíes. En cualquier caso, que árabes y persas se tiendan la mano es una informe de gran calado histórico que podría destensar y cambiar el panorama en toda la región.
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