Pedro Solbes: el ministro sin poder político

Pedro Solbes pasó a ser un hombre muy conocido por los españoles durante su segundo periodo como ministro, en los gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero, en los que fue el responsable de Posesiones y vicepresidente segundo.

Le predecía triunfo de riguroso en la dirección presupuestaria, tras sobrevenir sido ministro de Posesiones en el final gobierno de Felipe González –acordado en el período de recuperación de la crisis posterior a la Expo de Sevilla y los Juegos de Barcelona de 1992– y comisario europeo de Asuntos Económicos y Monetarios.







Como muchos otros, no aceptó que había burbuja inmobiliaria

Y fue con esa aureola que llegó al profesión. Y la finanzas empezó destruir récords uno detrás de otro. Y crecía más año tras año, lo que pareció confirmar su admisiblemente hacer. Los ingresos públicos subían sin techo, mientras los déficits desaparecían y la deuda pública se reducía hasta que en el 2007 alcanzó un exiguo histórico del 36% del producto interior bruto (PIB), lo que la finanzas produce en un año.

Una situación de ensueño para algún como Solbes, quien, sin secuestro no tuvo la fuerza política suficiente para imponer su criterio para administrar ese sobrante. Perdió la batalla frente a Miguel Sebastián, el cabecilla de la Oficina económica que Zapatero había montado en la Moncloa y que había sido su primer candidato a la cartera que ahora ocupaba el alicantino.

Sebastián ganó al vicepresidente todas las pugnas en este ámbito con sus propuestas de ayudas fiscales y más desembolso. La triunfo, casi pírrica de Solbes, se produjo en el intento fallido de toma de control del BBVA por el reunión constructor Sacyr, que Sebastián apoyaba y él, con el Bandada de España, no.

Solbes se opuso a las propuestas de desembolso de Sebastián por su concepción de la dirección presupuestaria, no porque viera la que se le venía encima a la finanzas española.

Él, como muchos otros en aquel momento, incluyendo su predecesor en el gobierno de José María Aznar, Rodrigo Rato, a Fernández Ordóñez, su hombre en el Bandada de España, y a su propio rival en el Gobierno, no reconoció que el crecimiento gachupin estaba impulsado por una descomunal burbuja inmobiliaria, alimentada por los desequilibrios financieros de la zona euro. Pensaba en aquellos días que la finanzas española había hecho un cambio estructural y demográfico que explicaban la extraordinaria duración del ciclo de crecimiento que se prolongó hasta la caída de Lehman Brothers, en septiembre del 2008.

Adecuadamente es cierto que, llegado ese momento, sí que intentó cerrar el espita de desembolso y se opuso con más dureza a las medidas de desembolso que iba a emprender Zapatero. Pero volvió a constatar que no contaba con el apoyo político necesario y un año posteriormente de ganarle el debate electoral más importante de la campaña del 2008 a Manuel Pizarro, renunció discretamente al cargo.

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