Qué es la disociación y cómo reconocerla

¿Alguna vez has terminado de fregar los platos y te has legado cuenta de que no has sido consciente de realizar esta tarea, por estar perdido en tus pensamientos? O lo mismo tras conducir un trayecto que te sabes prácticamente de memoria, asistir a una clase aburrida, realizar tareas mecánicas como lavarte los dientes o nutrir una conversación poco interesante con otra persona, la cual no has escuchado activamente.

Se negociación de ejemplos sencillos y muy comunes de disociación, episodios que vivimos en nuestra vida cotidiana y que no suponen ningún problema previamente. En estos casos, sería lo opuesto a la consciencia plena en el momento presente que defiende el tan de moda mindfulness. Cuando disociamos, nos desconectamos de la verdad, perdiéndonos en nuestra mente y activando poco así como un piloto instintivo.

El problema llega cuando estos episodios de disociación son más habituales, continuados en el tiempo y están relacionados con situaciones que nos suponen un conflicto o una experiencia traumática. Aquí hablamos de un trastorno disociativo y debemos conocer reconocerlo para evitar que derive en otras consecuencias de anciano calado.







Disociación: qué es y cuáles son sus síntomas

La disociación es una especie de mecanismo de defensa de nuestro cerebro, una conducta adaptativa por la cual la mente se desconecta de la verdad que estamos viviendo. Sucede de forma instintiva e inconsciente en respuesta a situaciones que escapan de nuestro control y no podemos afrontar. Por ejemplo, en un contexto de estrés, en una discusión con otra persona, al percibir un diagnosis de una enfermedad severo, al ser víctima de abusos o malos tratos…

La persona se evade de la verdad como un escudo para defenderse de lo que le sucede. Esto es así porque se desconecta el córtex precursor, responsable de regular nuestro comportamiento. El cerebro produce cortisol y opioides hasta el punto de inhibirse, difuminando la verdad y bloqueando el dolor físico y emocional.

Durante los episodios disociativos es habitual que la persona no manifieste dolor, no tenga expresión facial, no pueda platicar ni chillar o se quede físicamente paralizada. Luego de la experiencia, tiene dificultad o imposibilidad para rememorar lo sucedido. Puede percibir en su mente pequeños flashes de lo ocurrido en episodios borrosos o tener pesadillas que evoquen aquello que vivió, pero no recuerda con legitimidad. Otros síntomas asociados son confusión, inquietud de la verdad, ansiedad, insomnio, narcosis emocional, soledad de emociones y sensación de desconexión entre el cuerpo y la mente.







Consecuencias de la disociación

Si la disociación se prolonga en el tiempo y no recibe el tratamiento adecuado, pueden ocurrir trastornos disociativos más graves. Entre ellos, el más habitual es el trastorno de la despersonalización, donde la persona se siente una extraña en su propio cuerpo, vive disociada de forma casi constante, niega su contexto traumático y reprime sus emociones.

Además puede derivar en trastornos de identidad disociativos, anteriormente conocidos como trastorno de personalidad múltiple, amnesia disociativa y estrés postraumático.

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