Las dos estrategias diferenciadas de Esquerra y Junts sobre la alternativa al conflicto catalán volvieron a emerger ayer en la respuesta dispar que se debe dar al escándalo del espionaje a políticos y activistas del procés . Para Junts per Catalunya, es la ocasión propicia para romper todos los amarres con el Ejecutante central, ya que, en palabras de Carles Puigdemont, “no se entendería que luego de este escándalo se continúe confiando en un gobierno que forma parte de esta trama criminal”. En cambio, ERC quiere darle a Pedro Sánchez una última oportunidad para que se explique y aclare quién está detrás de este espionaje antiguamente de dar por finiquitada la vía del diálogo.
El momento en el que ha aparecido a la luz la investigación de The Citizen Lab, divulgada por The New Yorker , es especialmente trascendente. Los gobiernos castellano y catalán llevan meses tratando de cerrar un reducido acuerdo para convocar la mesa de diálogo. Hace unos días, parecía factible incluso que este mes de abril se pudiera producir el conversación y se especulaba incluso con sellar el pacto durante la invitado que Pedro Sánchez iba a hacer hoy a Barcelona, en la inauguración de una planta de la empresa Wallbox. Pero el acuerdo sigue estando muy allá y no hay momento para la mesa.
Para Esquerra, sometida al sonsonete continuo de su socio de
Gobierno, que le acusa de regalar el apoyo al Ejecutante central a cambio de cero tangible, el paso del tiempo sin obtener frutos de la mesa de diálogo es un desgaste importante ahora que ya todos los partidos huelen la proximidad de las elecciones municipales. A la dirección de ERC, a pesar de alcanzar el éxito político de los indultos, se le está quedando cara de pagafantas , mientras desde Junts se insiste por activa y por pasiva que el diálogo es una vía muerta. Los republicanos han comprado hasta el esquema de JJ.OO. de invierno compartidos con Aragón para celebrarse en el 2030.
Sánchez no se tomó ayer a broma el ultimátum de Pere Aragonès y va a tratar de surtir el hilo de confianza existente entre la Moncloa y la Generalitat. Pero, como escribíamos ayer, Esquerra necesita poco más que desmentidos y buenas palabras para no rematar engullido por la dinámica rupturista de su socio de Gobierno. Ya saben: cuanto peor, mejor.
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