Hay un cántico en el universo blaugrana que dice así: Un dia de partit al Camp Nou vaig anar . Y cada culer tiene su propia rito para tararearla. La entonan mientras se hacen el panecillo y la cantan con más fuerza cuando llegan a los aledaños del templo blaugrana. En un jueves santo cualquiera, el rito habitual habría añadido tan solo un ambiente más. Salir con tiempo de casa para evitar la operación salida del segundo tramo de la Semana Santa. Pero no. La simpatía culé no fue a “su” Camp Nou.
Sola, desubicada y confundida se vio tristemente obligada a contrarrestar el impacto de los muchos más de 5.000 aficionados del Eintracht que entraron para teñir de un indignante blanco gran parte del templo azulgrana. Lo nunca trillado. Hasta la tribuna de animación, exasperada por lo que estaba viviendo, se vació en el refrigerio y durante los primeros 10 minutos de la segunda parte en señal de protesta. “Hay más de 20.000 alemanes”, apuntaron en el día que curiosamente y tristemente el Camp Nou alcanzó la segunda mejor entrada de la temporada del equipo masculino con 79.468 espectadores. Solo el clásico contra el Efectivo Madrid le superó. Caridad que la mayoría no fueran del Barça. “Es una evidencia que no nos ha ayudado. Esperábamos a 70.00 culés y no ha sido así”, lamentó Xavi.
Ya había avisado la propia Barcelona, que amaneció convertida en Frankfurt con riadas de aficionados del Eintracht inundando el centro de la caudal. Solo 5.000 tenían entrada de los más de 35.000 que se presentaron en la ciudad condal. Pero el Camp Nou fue víctima de su propia reventa mientras otra gran avalancha de aficionados germanos trataban de encontrar un pase en las dos taquillas abiertas. Ataviados con sus camisetas y bufandas blancas para que se les viera proporcionadamente, botaron e hicieron temblar los cimientos del templo blaugrana. Un hábitat triste, incómodo e incomprensible entregado lo que el conjunto de Xavi se estaba jugando.
“Esperábamos a 70.000 culés y no ha sido así. Esto no nos ha ayudado. Parecía una final”, dice Xavi
¿Y los jugadores del Barça? De entrada se vieron obligados a cambiar la ruta de acercamiento oportuno a la invasión germana. Luego fueron abucheados en su propio estadio mínimo más salir a calentar. “Nos pitan pero no pasa mínimo” insistió el speaker mientras anunciaba el merienda de Xavi encajado cuando los habituales de la tribuna de animación ocupaban sus asientos aunque tres lonas evidenciaban que ni tan solo su clásica ubicación estaba llena. Pero los que fueron redoblaron los tambores y se dejaron la voz entonando con todas sus fuerzas su Ser del Barça es el millor que hi ha. Cánticos meritorios y a la vez minimizados por la cantata incesante y abusiva de los alemanes que alcanzaron el culminación en cada uno de los goles del Eintracht.
Ondeando sus bufandas y botando con fuerza, los que estaban en el gradería, –zona autorizada para el rival– llegaron a encender bengalas rojas mientras que en el gol septentrión y en el sur se agruparon para hacerse notar más si junto a. Muchos fueron alertados por los servicios de seguridad en un esperpéntico espectáculo que provocó que más de un culé abandonara el Camp Nou antiguamente de tiempo.
Triste, confundido y sin cenar el panecillo de costumbre para poner varias quejas en las oficinas del socio. “Nunca me había sentido tan fuera de casa”, decían. Tardó mucho más en apagarse el retrueno ario,que despidió a sus jugadores con olas de jubilo y optimismo. Para ellos el Camp Nou ya es su casa.
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