En un momento concreto de la cinta Marguerite Duras le pregunta al irreflexivo poco cuya respuesta no es la esperada. Entre 1965 y 1967 la escritora apareció regularmente en un software de la televisión francesa, Dim Dam Dom, un magazine donde entrevistaba a anónimos como este irreflexivo o a famosos como Godard. Ocho de esos espacios han sido recuperados ahora en una exposición de la Virreina.
–¿Qué te gusta más: descifrar o mirar la tele?
–Deletrear.
–¿Deletrear? ¿Por qué?
–Porque lo hago yo.
Es como estar delante un descubrimiento arqueológico: ¡un irreflexivo maestro!
Frente a la propia perplejidad y regocijo de la francesa (nunca nos cayó muy perfectamente, parecía antipática como Yourcenar, pero su atracción es innegable), la criatura sigue argumentando su atrevimiento. “La televisión me lo da todo hecho”, viene a decirle. Y de pronto es como estar delante un descubrimiento arqueológico. Raro: ¡un irreflexivo al que le gusta descifrar!
Se acerca Sant Jordi y la comunidad enferma, mi comunidad, anda ya sedienta con nuevos títulos, lo veo en la papelería Finestres, donde venden unas camisetas deliciosas que reclaman “silencio” y la masa se sienta en sofás de piel envejecida con un ejemplar como si le hubiera tocado la suerte.
Veo a Marguerite Germaine Marie Donnadieu (Marguerite Duras era su pseudónimo) , nacida en Saigón en abril de 1914 y fallecida en París 82 primaveras luego, en blanco y enfadado. La imagen de El barragana, la pupila de las trenzas, al punto que quince primaveras, enamorada de cierto mucho más longevo; novelística automóvilbiográfica que salió de su mente torturada y fecunda.
Su carácter le valió algún disgusto, como la expulsión del Partido Comunista en 1950 por “ninfómana, arrogante y de íntegro ligera”. Mira al irreflexivo maestro extasiada. ¿Pensará en el que ella perdió? Fabulo, rambla hacia lo alto, con su última aventura, Yann Andréa, el barragana gay al que fagocitó. “Escribir es tratar de aprender lo que uno escribiría si uno escribiera”.
Lo único que llenó su vida.
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