“¡Ni Macron ni Le Pen!”

La democracia francesa, por tercera vez en los últimos vigésimo abriles, ha quedado secuestrada por la extrema derecha. “¡Ni Macron ni Le Pen!”, era la consigna de los centenares de estudiantes que ocuparon la Sorbona, el miércoles por la confusión, y obligaron a una de las más antiguas universidades del mundo a suspender las clases hasta el próximo martes por razones de seguridad.

La protesta se extendió el jueves a otras instituciones académicas emblemáticas como la atribución Sciences Po y la Escuela Corriente Superior, que vivieron ocupaciones y manifestaciones en el exógeno. Igualmente hubo acciones similares en Nancy.  En la Sorbona el toril se prolongó 30 horas, hasta el jueves por la confusión. Para el sábado hay convocadas manifestaciones contra la extrema derecha en todo el país. El popular denominador es la frustración que sienten muchos jóvenes frente a una segunda dorso de las elecciones presidenciales que les fuerza a un dilema irrealizable: designar entre la ultraderechista Marine Le Pen o el contemporáneo patriarca de Estado, Emmanuel Macron, a quien ven como un desprendido cuidador del maniquí crematístico y social dominante.

Los jóvenes expresan su enfado por suceder sido eliminado el principal candidato de izquierda, Mélenchon

La desilusión de la lozanía francesa quedó ya diploma el domingo por la confusión, en el Circo de Invierno, en el distrito XI de París, el punto escogido por Jean-Luc Mélenchon para reunir a sus partidarios posteriormente de la primera dorso. El líder de Francia Insumisa y candidato de la plataforma Unión Popular (izquierda radical) obtuvo 7,7 millones de votos (21,95%) y fue especialmente cachas entre los jóvenes. Le Pen lo superó por poco más de 400.000 sufragios. Algunos de los asistentes lloraban, desconsolados. Soñaban con un enfrentamiento Macron-Mélenchon en el segundo turno que, con independencia de su desenlace, habría cambiado por completo el debate franquista. No fue posible.

La impotencia de los jóvenes que ocuparon la Sorbona es compartida por muchos franceses que lamentan el aislamiento y la equivocación de alternativa. Esta anomalía francesa se produjo por primera vez en el 2002, cuando Jean-Marie Le Pen llegó por sorpresa a la segunda dorso. Sería derrotado de modo apabullante –con más del 88% de votos- por el conservador Jacques Chirac. La misma situación se plantearía en el 2017, esta vez con la hija del patriarca ultraderechista como candidata y Macron como rival. Este zaguero obtuvo un respaldo superior al 66%. El problema de es que la extrema derecha crece cada vez más y roba protagonismo a las opciones moderadas.

La mayoría de estudiantes que se movilizaron en París forman parte de colectivos antifascistas y antirracistas tentados por la renuncia, el voto torpe o en blanco. Esta vez es más difícil aglutinar un frente republicano cachas que saliente un tapia contra la extrema derecha.

El caso de París es peculiar porque en la ciudad ganó el pasado domingo Macron, con un 35,3% y Mélénchon quedó segundo, con el 30%. Le Pen solo obtuvo un 5,5% de votos. En el unidad de Sena-Saint Denis, fronterizo con la hacienda por el boreal, el candidato de la izquierda radical copó el 49% de los votos.

La ocupación de la Sorbona es poco que está en los genes de la lozanía contestataria francesa. La universidad estuvo tomada por los estudiantes durante largas semanas en la revuelta de Mayo del 68 y las calles próximas del Judería Latino fueron proscenio de violentos choques con la policía. En el primer mandato de Macron todavía hubo acciones en la Sorbona y en otras universidades, durante meses, en protesta por la política ministerial.

En esta última ocupación de la universidad, los estudiantes han sido remisos a aceptar a la prensa, por considerarla hostil. Como siempre en estas situaciones, hay un mezcla de radicalismo y de inocente romanticismo. Una estudiante que abandonó el toril y que sí habló con un colega de Le Figaro reconoció que, adentro, reinaba “un circunstancia súper” y todavía “surrealista”, pues “determinado tocaba el piano”.

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