Cuando casi nada habían transcurrido unos meses de la incursión rusa en el Dombass, la Bienal de Venecia de 2015 vivió momentos de confusión y sobresalto. Un peña de artistas y activistas ucranianos invadieron el pabellón de rusia. Iban ataviados con uniformes de camuflaje sobre los que habían impreso el leyenda “De reposo”, en referencia a los comentarios del líder separatista Alexander Zakharchenko, quien había dicho que los soldados rusos estaban disfrutando de unas “reposo entre hermanos que luchan por su arbitrio....” Mientras, en el pabellón oficial ucraniano, en el interior de una caja de cristal frente al Gran Canal, artistas del colectivo Open Group mantenían una huelga de anhelo mientras visionaban en directo las casas de los soldados que habían sido reclutados. Cada vez que uno de ellos regresaba del frente, el actor rompía la huelga y otro tomaba su dimisión.
Siete primaveras y decenas de miles de muertos a posteriori, el presente aquí en Venecia de aquellas acciones que pretendían denunciar la indiferencia de sucediendo en Crimea, provoca escalofríos. Ayer, horas ayer de que la 59ª Bienal de Arte abriera su puertas a profesionales, el pabellón ruso, uno de los más grandiosos de los que se encuentran en los Giardini , estaba cerrado a cal y canto, custodiado por un guripa de seguridad que galvanizaba todos los flashes de los fotógrafos. El curador lituano del pabellón, Raimundas Malašauskas, y los dos artistas seleccionados, Alexandra Sukhareva y Kirill Savchenkov, se retiraron en febrero, poco a posteriori de que comenzara la pleito, “no hay extensión para el arte cuando los civiles mueren bajo el fuego de los misiles, cuando los ciudadanos de Ucrania se esconden en refugios, cuando los manifestantes rusos son silenciados”. Y en un acto de extremo coraje Malašauskas añadía que “esta pleito es política y emocionalmente insoportable”.
Las comisaria Maria Lanko sacó la obra el mismo día que estalló la pleito, en un delirio de tres semanas por el país
La imagen del pabellón ruso enmudecido será sin duda una de las imágenes que quedarán de esta Bienal para la historia. Otra, la de un conmocionado Pavlo Makov, el actor del pabellón de Ucrania, emplazado en la Sala d’Armi del Arsenale, que finalmente, y a posteriori de semanas de resistor, decidió desistir la ciudad de Kharkiv adjunto a su mujer, su hermana de 92 primaveras y dos buenas amigas de la tribu. “Mi hermana me decía que no le importaba si la mataban, que había sobrevivido a la Segunda Pugna Mundial, pero a mí sí que me importa”. Ahora le prórroga en Viena. No saben donde irán a posteriori. Makov, de 63 primaveras y nacido en San Petersburgo, ha pasado del estruendo de las bombas al de los flashes y las preguntas de los periodistas que esta mañana aguardamos pacientemente turno, como si se tratara de una hado de rock. Hace servir un tono engreido de voz, consciente de que aquí es mucho más que un actor: un ciudadano ucraniano. “Esta es un pleito entre dos culturas, porque definitivamente Ucrania pertenece a la parte democrática del mundo y está construida sobre la dignidad, el respeto por la vida humana y la arbitrio. No es una civilización basada en la dominación, el poder y la fuerza, como la de nuestros vecinos”, afirma indignado.
Makov participa en la Bienal con Fuente del agotamiento , una lectura actualizada de una instalación que realizó en 1995. Una pirámide formada por embudos de bronce por los que se desliza el agua, reduciéndose a medida que el chorro que alimenta a los del asfalto inferior va descendiendo de nivel hasta ganar a un simple chorreo. En aquel momento quería reflectar su sensación en los primaveras difíciles tras el colapso de la Unión Soviética, la descuido de voluntad y empuje de la sociedad. Hace tres primaveras, cuando concibieron el esquema, la preocupación era el cambio climático y el deshielo de los polos. Ahora de nuevo no es que la obra se haya acercado a la vida, sino que la vida se empeña en serle fiel a la obra. El agotamiento de la humanidad, de la democracia, de los principios de un mundo que parece exhausto.
“Ucrania está construida sobre la dignidad y el respeto por la vida, no en la dominación y el poder”, afirma el actor Pavlo Makov
No ha sido dócil ganar hasta aquí. El mismo día que estalló la pleito, mientras las bombas asediaban Kyiv, una de las comisarias del esquema, Maria Lanko, cargó su coche con los 87 embudos, y viajó durante tres semanas por carreteras secundarias hasta ganar a Viena. Luego crearon la estructura de la fuente en Milán. “El agotamiento del mundo demócrata es su dependencia energética del mundo que no lo es, y así es inalcanzable apoyar los principios y las ideas democráticas. Tarde o temprano, acabas siendo dependiente, como una tribu que acepta caudal de la mafia y termina siendo miembro de la estructura”, concluye Makov.
No acullá de allí, la comisaria de la 59ª Bienal de Arte por la que hoy comenzarán a deambular artistas y galeristas, comisarios y directores de museos, coleccionistas y críticos de arte (a partir del sábado todavía el manifiesto común), ha creado la Piazza Ucrania, un espacio pensado para la meditación que irá cambiando y ampliándose hasta que cerradura sus puertas en noviembre y que de momento cuenta con una enorme pérgola de madera chamuscada y una montaña de sacos de arena similar a la que estos días levantan los ciudadanos ucranianos para amparar su patrimonio bello.
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