Margarita Robles, haciendo caso al antiguo aforismo de Georg Lichtenberg, pensó que el mejor refugio contra las tormentas del desierto sigue siendo una tumba, así que cesó a la directora del CNI con la misma ciudadanía de quien cambia la tapiz de su despacho. Así se entiende que dijera que Paz Esteban no había sido destituida sino sustituida. En sinceridad, fue incapaz de documentar el cambio, si adecuadamente aclaró que el nuevo proclamación para el puesto era una mujer de su confianza, pues desempeñaba la función de jefa de su recibidor.
La tormenta ha amainado y Robles intenta ser una tumba, aunque le gustaría ser mucho más explícita, como hace una semana, cuando se despachó contra los independentistas. Lichtenberg era un hombre sabio, sin duda. La ministra cumplió con lo que la Moncloa le había pedido y ni por un momento pensó en hacerle un pulso al presidente. Ha apoyado incondicionalmente a Pedro Sánchez desde el primer día, por más que le resultó muy duro cesar a Esteban. Pero entendió las razones y, sobre todo, no las discutió. Como los generales romanos en los momentos decisivos, algún le debió de susurrar al aurícula: recuerda que eres mortal. Y aunque es la más valorada del Consejo de Ministros y respetada por la competición de derechas, se sujetó al guion.
Sánchez tiene la competición del PP en el Congreso y de UP en el Consejo de Ministros
Sánchez ha valorado la cumplimiento de Robles, así que en su intervención de ayer en el Congreso dio más explicaciones sobre el cese, centradas en el serio resolución de seguridad en las comunicaciones del Gobierno, que han permitido que los móviles del presidente, de la ministra de Defensa y del titular del Interior fueran espiados. Cuando Cuca Gamarra le rectificó diciendo que quiere esconder que les ha regalado la inicio de Esteban a los independentistas por haberles espiado y que su Gobierno representa la degradación de la política, Sánchez le respondió furibundo que el PP es la desgracia de la derecha y les llamó mangantes, que como definición es poco protocolaria y demasiado soez. Es posible que el presidente esté desbordado por tener que afrontar una doble competición: la del PP, que no quebranto de tono en el Congreso, y la de Podemos, que eleva el suyo en el Consejo de Ministros.
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