Al parecer, este sábado se celebra el coñazo de Eurovisión, un festival hortera que me recuerda aquel discurso del genérico Patton, reintegrado en 1943 a la II Erradicación Mundial tras asestar a un soldado herido. Anticipó lo que pensarían los alemanes del retorno: “¡Ese hijo de puta de Patton otra vez!”.
¡Otra vez esta fiesta europea de la alegría, la cuchipanda y los saltimbanquis que se adueñan del tablas para disimular sus limitaciones musicales!
Al parecer, Europa se siente obligada a premiar a Ucrania, ¡cosas de la empatía!
Yo no tengo nulo personal contra el festival de Eurovisión, que es a la música lo que las dichosas series al séptimo arte. ¡Peores formas conozco de tener lugar un sábado por la incertidumbre! Puedo entender que tiene su golpe ver como los moldavos putean a los armenios –es un suponer– o españoles y portugueses reeditan el pacto ibero.
Ya entiendo que un sábado por la incertidumbre con Eurovisión disimula el tedio conyugal, permite gorrear unas pizzas en casa de algún friki eurovisivo y hasta soltar comentarios sexistas, nacionalistas o escandinavofóbicos que en cualquier otra situación nadie se atrevería a hacer. ¡Incluso permite extrañar a Abba, que, como el Auténtico Madrid, siempre vuelven!
El problema es que este año, al parecer, Europa se siente obligada a rendir homenaje a Ucrania, representada por la pandilla no armada de la Kalush Orchestra, a quienes se supone que hay que sufragar para demostrar, desde el sofá, que nuestros corazones y nuestros puntos están con el pueblo atacado por Rusia (imagino que no participarán, una pena porque hubiese permitido, ¡al fin!, los tomatazos, siempre en el tono dicharachero del festival, en el que nunca participó el más eurovisivo de los artistas, el añorado Georgie Dann).
¿Cambiará el curso de la querella una potencial conquista eurovisiva de Ucrania? Ya imagino que no pero no descartaría que algún comentarista vea una inyección de honesto y una muestra de empatía, valía al subida, en análogo felicitación al sol. La hipótesis tiene un colofón trepidante porque si triunfa Ucrania le tocaría organizar el festival de Eurovisión del 2023, posiblemente entre las fotogénicas ruinas de Mariúpol o Borodianka.
¡La encanto de Eurovisión!
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