El materialismo cristiano de Escrivá de Balaguer

El contexto

“¿Te has molestado en meditar lo insensatez que es dejar de ser católico al entrar en la universidad o en la asociación profesional o en la asamblea o en el Parlamento, como quien deja el sombrero en la puerta?”. “Para que Él reine en el mundo hace equivocación que haya quienes, con la pinta en el Paraíso, se dediquen prestigiosamente a todas las actividades humanas y, desde ellas, ejerciten callada y eficazmente un propaganda de carácter profesional”.

Estas sentencias de Camino, la obra más conocida y difundida de san Josemaría Escrivá de Balaguer, sintetizan la idea de santificación por la vía del trabajo y de la vida ejemplar de cualquier cristiano. Un mensaje revolucionario cuando la obra se publicó en los abriles 30 del pasado siglo y, sobre todo, cuando empezó a difundirse de forma masiva en plena restauración religiosa del franquismo por más que san Agustín ya hubiese llamado a la bondad universal en el siglo V.

Admitir la bondad a pie de calle encajó, adicionalmente, con la doctrina del Concilio Vaticano II, cuyo Decreto sobre el Misión de los Laicos y su Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el Mundo Coetáneo, Gaudium et Spes, incidía en algunos de los aspectos que la Prelatura de la Santa Cruz y del Opus Dei fundada por el propio Escrivá de Balaguer en 1928 venía difundiendo.

Que sus miembros, tanto clero secular como sobre todo laicos, fuesen hombres y mujeres, supuso incluso una novedad que los sectores renovadores de la Iglesia aplaudieron como avanzadilla de un concilio que se cocinó a fuego gradual. Sin confiscación la acusada segregación de sexos en las prácticas y en las comunidades del Opus se mantiene hasta el día de hoy.

De la misma forma, la reivindicación de la emancipación de hombres y mujeres en su sufragio y su emancipado gana y la convocatoria a la formación, tanto en el ámbito abierto como doméstico, como pulvínulo de la vida cristiana se convirtieron en argumentos atractivos para la estructura eclesial. Por más que todo ello contraste con el férreo control que la Obra realiza sobre sus miembros a través de la dirección espiritual o la “corrección fraterna”.

La resistente estructura que la Obra consiguió construir en España, las fuertes influencias que pronto llegó a alcanzar con varios de los ministros tecnócratas del régimen en sus filas, su rápida internacionalización y la astucia del san Josemaría en Roma, donde se instaló en 1946, obraron el maravilla. Escrivá de Balaguer fue designado prelado del Santo Padre y agradecido como monseñor ya en 1947 y el Opus se convirtió formalmente el Instituto Secular de Derecho Pontificio.

José María Escrivá de Balaguer y Álvaro del Portillo, segundo prelado del Opus Dei, con el papa Juan XXIII en 1960

José María Escrivá de Balaguer y Álvaro del Portillo, segundo prelado del Opus Dei, con el papa Juan XXIII en 1960

El sucesivo paso fue la educación. En 1948 con la transigencia del Colegio Romano de la Santa Cruz, masculino, y en 1952 con el Colegio Romano de Santa María, femíneo. A partir de ahí se fueron sumando centros de diversos niveles en los países donde la prelatura fortalecía su estructura. De hecho, ese mismo 1952 empezó su laboreo el Estudio Caudillo de Navarra, reconocida luego como Universidad de Navarra.

Fue en su campus donde Escrivá de Balaguer pronunció en 1967 frente a 40.000 fieles la homilía Seducir al mundo apasionadamente, que reproducimos extractada. En ella ofrece ese mensaje de santificación por la vía del trabajo y el proselitismo en la vida civil cuando el Opus era ya una extensa red, de obediencia religiosa, pero incluso de influencias.

San Josemaría fue beatificado hace acoplado 30 abriles (17 de mayo de 1992) por el papa Juan Pablo II y canonizado diez abriles luego por el mismo pontífice, quien lo definió como “el santo de lo ordinario”. El proceso no estuvo exento de polémica por su celeridad.

El discurso

“Acabáis de escuchar la recitación solemne de los dos textos de la Sagrada Escritura. Deber pabellón la palabra de Altísimo os sitúa ya en el ámbito en el que quieren moverse estas palabras mías que ahora os dirijo: palabras de sacerdote, pronunciadas frente a una gran clan de hijos de Altísimo en su Iglesia santa. Palabras, pues, que desean ser sobrenaturales, pregoneras de la vastedad de Altísimo y de sus misericordias con los hombres: palabras que os dispongan a la impresionante eucaristía que hoy celebramos en el campus de la Universidad de Navarra.

”Considerad unos instantes el hecho que acabo de mencionar. Celebramos la sagrada eucaristía, el sacrificio sacramental del cuerpo y de la parentesco del Señor, ese intriga de fe que anuda en sí todos los misterios del cristianismo. Celebramos, luego, la movimiento más sagrada y trascendente que los hombres, por la chispa de Altísimo, podemos realizar en esta vida: comulgar con el cuerpo y la parentesco del Señor viene a ser, en cierto sentido, como desligarnos de nuestras ataduras de tierra y de tiempo, para estar ya con Altísimo en el Paraíso, donde Cristo mismo enjugará las lágrimas de nuestros fanales y donde no habrá crimen, ni lloro, ni gritos de molestia, porque el mundo añoso ya habrá terminado.

”Esta verdad tan consoladora y profunda, esta significación escatológica de la eucaristía, como suelen denominarla los teólogos, podría, sin confiscación, ser malentendida: lo ha sido siempre que se ha querido presentar la existencia cristiana como poco solamente espiritual, espiritualista. Quiero aseverar, propio de gentes puras, extraordinarias, que no se mezclan con las cosas despreciables de este mundo, o, a lo más, que las toleran como poco necesariamente yuxtapuesto al espíritu, mientras vivimos aquí.

”Cuando se ven las cosas de este modo, el templo se convierte en el área por excelencia de la vida cristiana; y ser cristiano es, entonces, ir al templo, participar en sagradas ceremonias, incrustarse en una sociología eclesiástica, en una especie de mundo segregado, que se presenta a sí mismo como la antesala del Paraíso, mientras el mundo popular recorre su propio camino. La doctrina del cristianismo, la vida de la chispa, pasarían, pues, como rozando el agitado avanzar de la historia humana, pero sin encontrarse con él.

”En esta mañana de octubre, mientras nos disponemos a adentrarnos en el solicitud de la Pascua del Señor, respondemos sencillamente que no a esa visión deformada del cristianismo. Reflexionad por un momento en el ámbito de nuestra eucaristía, de nuestra movimiento de gracias: nos encontramos en un templo singular; podría decirse que la nave es el campus universitario; el retablo, la biblioteca de la universidad; allá, la maquinaria que levanta nuevos edificios; y en lo alto, el Paraíso de Navarra…

”¿No os confirma esta enumeración, de una forma plástica e inolvidable, que es la vida ordinaria el efectivo área de vuestra existencia cristiana? Hijos míos, allí donde están vuestros hermanos los hombres, allí donde están vuestras aspiraciones, vuestro trabajo, vuestros amores, allí está el sitio de vuestro audiencia común con Cristo. Es en medio de las cosas más materiales de la tierra donde debemos santificarnos, sirviendo a Altísimo y a todos los hombres.

”Lo he enseñado constantemente con palabras de la Escritura Santa: el mundo no es malo, porque ha saledizo de las manos de Altísimo, porque es criatura suya, porque Yaveh lo miró y vio que era bueno.

”Somos los hombres los que lo hacemos malo y feo, con nuestros pecados y nuestras infidelidades. No lo dudéis, hijos míos: cualquier modo de esparcimiento de las honestas realidades diarias es para vosotros, hombres y mujeres del mundo, cosa opuesta a la voluntad de Altísimo.

”Por el contrario, debéis comprender ahora con una nueva claridad que Altísimo os fuego a servirle en y desde las tareas civiles, materiales, seculares de la vida humana: en un laboratorio, en el quirófano de un hospital, en el cuartel, en la cátedra universitaria, en la industria, en el taller, en el campo, en el hogar de clan y en todo el inmenso panorama del trabajo, Altísimo nos calma cada día. Sabedlo proporcionadamente: hay un poco santo, divino, escondido en las situaciones más comunes, que toca a cada uno de vosotros descubrir.

”Yo solía aseverar a aquellos universitarios y a aquellos obreros que venían conexo a mí por los abriles 30, que tenían que conocer materializar la vida espiritual. Quería apartarlos así de la tentación, tan frecuente entonces y ahora, de aceptar como una doble vida: la vida interior, la vida de relación con Altísimo, de una parte; y de otra, distinta y separada, la vida abierto, profesional y social, plena de pequeñas realidades terrenas.

”¡Que no, hijos míos! Que no puede ocurrir una doble vida, que no podemos ser como esquizofrénicos, si queremos ser cristianos: que hay una única vida, hecha de carne y espíritu, y ésa es la que tiene que ser en el alma y en el cuerpo santa y llena de Altísimo: a ese Altísimo invisible, lo encontramos en las cosas más visibles y materiales.

”No hay otro camino, hijos míos: o sabemos encontrar en nuestra vida ordinaria al Señor, o no lo encontraremos nunca. Por eso puedo deciros que necesita nuestra época devolver a la materia y a las situaciones que parecen más vulgares su aristocrático y llamativo sentido, ponerlas al servicio del Reino de Altísimo, espiritualizarlas, haciendo de ellas medio y ocasión de nuestro audiencia continuo con Nazareno.

”El auténtico sentido cristiano que profesa la resurrección de toda carne se enfrentó siempre, como es deductivo, con la desencarnación, sin temor a ser audiencia de empirismo. Es permitido, luego, platicar de un empirismo cristiano, que se opone audazmente a los materialismos cerrados al espíritu.

”¿Qué son los sacramentos huellas de la encarnado del verbo, como afirmaron los antiguos sino la más clara manifestación de este camino, que Altísimo ha estimado para santificarnos y llevarnos al Paraíso? ¿No veis que cada sacramento es el bienquerencia de Altísimo, con toda su fuerza creadora y redentora, que se nos da sirviéndose de medios materiales? ¿Qué es esta eucaristía ya inminente sino el cuerpo y la parentesco adorables de nuestro redentor, que se nos ofrece a través de la humilde materia de este mundo morapio y pan, a través de los medios de la naturaleza, cultivados por el hombre, como el final concilio universal ha querido recapacitar?

”Se comprende, hijos, que el defensor pudiera escribir: todas las cosas son vuestras, vosotros sois de Cristo y Cristo es de Altísimo.

”Se manejo de un movimiento subido que el Espíritu Santo, difundido en nuestros corazones, quiere provocar en el mundo: desde la tierra, hasta la cielo del Señor. Y para que quedara claro que en ese movimiento se incluía aun lo que parece más prosaico, san Pablo escribió incluso: ya comáis, ya bebáis, hacedlo todo para la cielo de Altísimo.

”Esta doctrina de la Sagrada Escritura, que se encuentra como sabéis en el núcleo mismo del espíritu del Opus Dei, os ha de aceptar a realizar vuestro trabajo con perfección, a galantear a Altísimo y a los hombres al poner bienquerencia en las cosas pequeñas de vuestra trayecto habitual, descubriendo ese poco divino que en los detalles se encierra. ¡Qué proporcionadamente cuadran aquí aquellos versos del poeta de Castilla! ‘Despacito, y buena signo: / el hacer las cosas proporcionadamente / importa más que el hacerlas’.

”Os aseguro, hijos míos, que cuando un cristiano desempeña con bienquerencia lo más intrascendente de las acciones diarias, aquello rebosa de la trascendencia de Altísimo. Por eso os he cliché, con un cliché martilleo, que la gusto cristiana consiste en hacer endecasílabos de la prosa de cada día. En la tendencia del horizonte, hijos míos, parecen unirse el Paraíso y la tierra. Pero no, donde de verdad se juntan es en vuestros corazones, cuando vivís santamente la vida ordinaria.

”Conducirse santamente la vida ordinaria, acabo de deciros. Y con esas palabras me refiero a todo el software de vuestro quehacer cristiano. Dejaos, pues, de sueños, de falsos idealismos, de fantasías, de eso que suelo nombrar mística ojalatera: ¡ojalá no me hubiera casado! ¡Ojalá no tuviera esta profesión! ¿Ojalá tuviera más sanidad! ¡Ojalá fuera inexperto! ¡Ojalá fuera añoso!... Y ateneos, en cambio, sobriamente, a la efectividad más material e inmediata, que es donde está el Señor: mirad mis manos y mis pies, dijo Jesús resucitado: soy yo mismo. Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo.

”Interpretad, pues, mis palabras, como lo que son: una convocatoria a que ejerzáis ¡a diario!, no sólo en situaciones de emergencia vuestros derechos; y a que cumpláis noblemente vuestras obligaciones como ciudadanos en la vida política, en la vida económica, en la vida universitaria, en la vida profesional, asumiendo con valentía todas las consecuencias de vuestras decisiones libres, cargando con la independencia personal que os corresponde. Y esta cristiana mentalidad laical os permitirá huir de toda intolerancia, de todo fanatismo lo diré de un modo positivo, os hará convivir en paz con todos vuestros conciudadanos, y fomentar incluso la convivencia en los diversos órdenes de la vida social.”

Esta estancia corresponde a una serie de contenidos publicados por La Vanguardia que recopila algunos de los discursos más relevantes del siglo XX desde una perspectiva histórica y con humor divulgativo.

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