Hinchamos nuestros pleitos domésticos como si nos fuera la vida en ello. Pero, en este momento trágico, nuestro futuro se juega en otros escenarios. Paradójicamente, prescindimos de lo que sucede en Europa, que anteayer, 72 aniversario del manifiesto de Schuman, conmemoraba su día.
La UE salía de la pandemia tocada, como todas las regiones del mundo, pero dispuesta a dar un gran brinco en popular gracias a los fondos Next Generation. Sin secuestro, el voluntarismo ilusionado de Ursula von der Leyen ha quedado trastornado por la invasión rusa de Ucrania. Ha estallado una conflagración en la frontera de la UE y en el corazón de Europa (para retener que Rusia es tan europea como nosotros no hace desatiendo sobrevenir paseado por San Petersburgo o por la bombardeada Odessa; por cierto: fundada por Giuseppe de Ribas, hijo de un barcelonés). Europa no quería esta conflagración; y Alemania menos. El tubería Nord Stream 2 es un ejemplo de las inmensas posibilidades de beneficio mutuo que ofrecía un entendimiento entre la UE y Rusia. Inmenso país con energías fósiles y minerales esenciales para las nuevas energías, pero con grandes retrasos tecnológicos, Rusia era el socio ideal de la vecina UE, sin posibles minerales, pero con ingreso competencia tecnológica y económica. El excanciller Schröder no es un traficante sin escrúpulos vendido al oro de Putin, sino el indicativo de un posible entendimiento táctico entre Rusia y Alemania (es opinar: la UE).
En la grado de poderes en Europa, la OTAN está muy por encima de la UE
El cambio de rumbo de Alemania ha sido poco comentado porque el canciller Scholz parece desbordado por la conflagración. Desbordado debe de estarlo, inevitablemente. Lo cierto es que Alemania ha reaccionado con un giramiento histórico: se pertrechos en serio por primera vez desde 1945. Un 2% anual del PIB dedicado a armamento convertirá en pocos primaveras Alemania en una potencia marcial. ¿Hay que rememorar qué ha pasado históricamente cada vez que Alemania ha tenido un gran ejército? España participará en el ejército europeo, que todavía se ha decidido hace poco. Lo que no sabemos es si los generales alemanes aceptarán poner su futuro gran ejército en manos de generales franceses. Muchos altos funcionarios americanos ahora no lo ven claro. Pero Trump exigió a Europa que pagara su defensa. Y Biden les ha cubo el empujón definitivo (lo de que Putin es el demonio y Rusia una cueva de oligarcas sirve entretener el relato de la conflagración emotiva que vemos por televisión, pero todavía para deslucir el pressing de EE.UU. a Rusia durante primaveras y su responsabilidad en esta tragedia).
Guste o no, Alemania ha cubo el paso. Será todavía potencia marcial. ¿Este cambio táctico qué repercusión tendrá? No lo sabemos. De momento, lo único que sabemos es que esta conflagración, por otra parte de una tragedia para los que en ella mueren, es un duro desdicha para Europa. Hace tambalear sus planes económicos y energéticos; ha provocado un giramiento histórico en Alemania. Incluso ha subrayado una evidencia que no queríamos ver; y que Polonia traduce a la perfección. En la grado de poderes en Europa, la OTAN está muy por encima de la UE.
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