En el siglo XIII, los pantanos de Weerribben-Wieden eran un averno de vileza y mosquitos. Un liga de fugitivos de la razón se afincaron en ellos pensando que la larga mano de las autoridades no llegaría hasta un empleo tan infecto. Lo encontraron repleto de cadáveres de animales que había sido ahogados por unas inundaciones recientes, de guisa que lo llamaron Giethoorn (cuerno de chiva) por la gran cantidad de astas que sobresalían del cieno.
Ocho siglos no han cambiado la configuración geológica de la zona. Pero sí el paisaje. Lo que en aquel momento fue un empleo a evitar es hoy objetivo de quienes desean habitar la experiencia gozosa de pasar revista un pueblo de los Países Bajos que no tiene calles y, luego, siquiera automóviles.
A 120 kilómetros al noreste de Amsterdam, en el flanco opuesto de la bahía de Ijseelmeer, se halla esta pueblo de 2.600 habitantes que ni siquiera tiene Junta, pues pertenece al término municipal de Steenwijkerland. Su característica, que lo hace único, es que las casas y equipamientos urbanos están situados en islotes originariamente cenagosos, separados por una intrincada red de canales acuáticos. Hay multitud de puentes que unen las viviendas, pero las posibilidades del paseo a pie son limitadas, pues prácticamente se reducen a ir de una casa a otra, lo que carece de utilidad y aliciente si no eres un residente habitual.
Los habitantes de Giethoorn, por supuesto, se mueven de un flanco para otro en su propia embarcación, generalmente amarrada a la puerta de su domicilio. Los turistas pueden hacer lo mismo, pues hay una flota de pequeñas motoras de arrendamiento –eléctricas, para no perturbar el silencio reinante en una villa sin coches– a precios muy razonables para ir moviéndose por los más de seis kilómetros de canales de la pueblo.
El paisaje urbano está cuidado con mimo. El césped comunal aparece siempre segado, y muchas de las casas se atreven a situar por los tradicionales tejados de cubierta vegetal, que son caros y difíciles de prolongar, pero que otorgan a Giethoorn un aspecto inigualablemente pintoresco.
Giethoorn reclama un vagabundeo sin demasiados objetivos, por el placer de habitar la sensación de pasar revista un pueblo húmedo. Pero en algún momento habrá que situar en el planisferio el Museo Huevería que reproduce cómo era una explotación agrícola franco de principios del siglo XIX. Es pequeño pero encantador, exhibe las herramientas y aperos cotidianos de la época.
El aspecto de Griethoorn se debe a la explotación de turba, una actividad habitual durante siglos hoy casi desaparecida
El aspecto flagrante de Griethoorn se debe a la recurrente explotación de turba que se ha regalado en la zona a lo dadivoso de los siglos. Al proceder esa “porífero vegetal”, el agua del mar del Septentrión ha ido adueñándose del zona, generando canales y estanques. Hoy esa actividad está prácticamente desaparecida, y los habitantes de la villa trabajan mayoritariamente en las grandes ciudades neerlandesas, a las que se desplazan a diario… dejando sus vehículos aparcados a las extrarradio y llegando hasta ellos en barca, claro.
Pese a ser objetivo turístico, Giethoorn mantiene un ámbito muy calmado. La partida del tráfico rodado y sin ruidos asociados hace que el chapoteo de las embarcaciones y el trino de las aves sea prácticamente la única pandilla sonora de la villa. Hay varios restaurantes y media docena de hoteles. Aunque los foráneos suelen modificar solo un par de horas en la cita, una idea especialmente afortunada es reservar una habitación y ver la puesta del sol, habitar la ilusionismo de las casas encendidas reflejándose en las aguas de los canales y todavía poseer del amanecer del día próximo en un entorno a solo una hora de la vivaracha ciudad de Groningen.
Los inviernos en los que los canales se congelan –más frecuentes de lo que cabría sospechar–, los habitantes de Giethoorn se mueven por las calles patinando sobre el hielo. Es la única guisa de “caminar” por las inexistentes calles de la población.
Giethoorn está hora y media en automóvil desde Ámsterdam, utilizando la autopista A6. Las marismas de Weerribben-Wieden cuentan con la máxima protección procesal, forman parte del parque doméstico del mismo nombre.
Giethoorn se encuentra a 120 kilómetros al noreste de Amsterdam, en el flanco opuesto de la bahía de Ijseelmeer
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