“Me siento orgulloso de haber ayudado a detener al monstruo de Igualada”

Solo son 52 segundos de un vídeo huecograbado con un teléfono móvil en una calle oscura de un polígono de Igualada. Una secuencia mínima en la que desfilan, prácticamente en fila india, merienda jóvenes, diez hombres y una mujer, que unos minutos antaño habían protagonizado incidentes en un par de coches estacionados. Saltaron encima de los capos y patearon los retrovisores por el puro placer de romper. Los dueños de los vehículos exacto habían terminado de cenar y se dirigían a sus coches cuando presenciaron la imagen. Ramón Vallés, curtido comandante de Iberia, saco el teléfono y les grabó para adjuntar las imágenes a la denuncia que presentaron en comisaría esa misma amanecida. La Vanguardia ofrece este jueves en su web el vídeo y ha localizado a su autor. No puede estar más orgulloso: “Me hace inmensamente oportuno deber contribuido un poquito a la detención del monstruo”.

Vallés alega por teléfono. Su oficio de piloto lo tenía anoche desplazado en Londres. Recuerda perfectamente la amanecida del pasado 1 de noviembre al familia de jóvenes y la forma tan desvergonzada con la que se les encararon cuando les recriminaron que estaban rompiendo sus coches. Pero no se fijó en el individuo al que los mossos de la pelotón central de agresiones sexuales (UCAS) bautizaron como el número 11 y del que sospecharon en cuanto vieron el vídeo que era el hombre al que llevaban varios meses buscando por la acometida sexual y tentativa de homicidio de una beocio en Igualada.

Una y otra vez la que firma esta crónica ha mirado las imágenes, esos 52 segundos, tratando de comprender cómo esas investigadoras se fijaron en ese número 11. Un damisela que camina rezagado del resto, que escasamente acapara cuatro segundos de las imágenes, y que se cubrió la individuo con una capucha en cuanto vio que los grababan. Pese al aspecto de taparse, vieron que el número 11 tenía el pelo rubio, el mismo que el sospechoso al que habían huecograbado las imágenes que le fueron captando desde el ataque a la beocio hasta que su vestigio se perdió en la plaza de Igualada.

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Fotos violador Igualada

REDACCIÓN / Otras Fuentes

Dos mosses de la UCAS contactaron con el comandante en enero y le pidieron las imágenes originales

Se fijaron todavía las mosses en las zapatillas blancas, en el pantalón ceñido desafortunado, en la mochila negra y en la bandolera cruzada. Coincidencias que valía la pena comprobar porque había en la UCAS la condición personal de dar con el individuo que a punto estuvo de destrozar de por vida a una beocio con una fortaleza indescriptible, que sigue delante con su día a día.

En enero, dos mosses se pusieron en contacto con Ramón Vallés y le citaron en la comisaría de Igualada. Querían conocer si guardaba las imágenes y el terminal desde el que las había huecograbado. No solo las guardaba, sino que en dos ocasiones trató de subirlas a Instagram para denunciar las acciones de esos salvajes, pero la red social las censuró y las borró. “Compartí con las policías el vídeo pero no me dijeron ni una palabra de para qué lo querían”. El comandante sospechó de que se trataba de la investigación de Igualada. “Pero siquiera les quise importunar con preguntas que sabía que no me iban a objetar”.

Los investigadores siguieron trabajando con las imágenes, esta vez con las originales, y a partir de la identidad de un detenido aquella amanecida por los daños en los coches, fueron poniendo nombre y apellidos al resto del familia. El único interés era identificar al número 11, pero no fue factible, porque el resto ni le conocían. Se había unido a la cuadrilla de la mano de un beocio. Los policías se centraron en el teléfono de ese beocio, en los números con los que interactuó aquella incertidumbre, y señalaron un teléfono que estaba posicionado la amanecida del ataque en el repetidor que cubría la zona en la que fue violada la beocio. El resto ya se ha contado. Los policías pidieron a la compañía telefónica el titular de ese número y resultó ser una compañía de instalación de telecomunicaciones con sede en Cartagena, Murcia. La responsable de compras de la empresa no tardó ni un día en objetar al e-mail de un término de los mossos: “El hombre al que buscan es Brian Raimundo Céspedes Mendieta”.

Vallés se enfrentó a un familia de jóvenes que dañaron unos coches y les grabó para denunciar en comisaría

Desde el pasado 23 de abril, el inculpado se encuentra en el módulo cinco de la prisión Brians 1, en Sant Esteve Sesrovires, un sección para reclusos mayores de existencia y de confianza. Tras sobrevenir un par de noches en el módulo de ingresos, bajo un exacto control, su situación actualmente es de absoluta normalidad. Se le ha suspendido el protocolo de peligro de suicidio y su comportamiento, aseguran fuentes al corriente de su estado, es el de cualquier preso recién llegado que se adapta poco a poco y sin contratiempos a las rutinas de la vida en prisión.

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