La dimensión más desconocida de Nueva York. Eso es lo que nos aporta el escritor Reinaldo Laddaga en “Atlas del ocaso” (Galaxia Gutenberg), un hipnótico test narrativo, ejemplar de viajes o novelística sin ficción, que transcurre durante cien días del 2020. Como si de un vagabundo excéntrico se tratara, el autor se dedica a recorrer una ciudad que no volverá a ser la misma.
El ejemplar de Reinaldo Laddaga corresponde al diario íntimo del autor, lo que sintió, en el curso de esos cien días que mediaron entre la indeterminación de febrero de 2020 en que el escritor contrajo el coronavirus hasta principios de junio, “cuando la ciudad fue alcanzada por la excitación antirracista provocada por el crimen de George Floyd”.
Laddaga se dedicó a caminar sistemáticamente por la metrópolis fantasmal. Sus viejos parques, cárceles, asilos, cementerios y sanatorios. Vio los nuevos camiones frigoríficos que albergaban los cadáveres de la pandemia… y probó la ayahuasca.
El relato es un gran paréntesis, entre 2020, cuando usted contrae el covid, hasta el revuelo por el crimen de George Floyd.
Escribí esto porque lo necesitaba, sin horizonte de publicación. Yo no conduzco: caminar era la excusa para escribir.
Al cerrarlo ¿qué había cambiado en usted?
Todo, pero especialmente mi relación en la ciudad. Posteriormente de residir treinta abriles allí, me di cuenta de que no conocía Nueva York. Creo que le ocurre a la mayoría de los que la habitamos. Porque en NY te encuentras el mito en todas partes. ¡Y la ciudad no te deja escapar de eso!
¿Cómo se escapó de la inscripción?
Empecé caminando el mito de NY, la bulo, y luego algunos atajos -mirarla como archipiélago, como delta, como zona- me llevó a otros rincones. Hay una cosa interesante que decía el urbanista Robert Moses, famosísisimo e infame: “los novelistas no conocen NY, sólo fragmentos; no hay novelística genuina”. Yo creo que sí, “El Gran Gatsby”, por ejemplo.
Descubre lugares siniestros, a veces fantasmales. ¿Qué es la Morgue de desastres?
Durante tres meses caminé fanáticamente y, creo que en abril, un punto de peso para mi fue éste: un islote, en el final boreal de NY. No se puede ganar sin un permiso penitenciario de quien lo administra. Allí hay uno de los horrores más bastos del planeta: un: un millón de muertos.
Usted le fuego “La isla de los huesos”
Sí, es una isla saturada de esqueletos, un cementerio que se fundó en el siglo XIX. Sigue hasta hoy. La última remesa llegó con la crisis del sida, pobres con la enfermedad. Y ahora hay muertos de coronavirus. Me pareció un sitio fantasmal, creí que allí era donde el mundo se acababa.
De todas las experiencias que cuenta hay una desbordante donde le administran ayahuasca. ¿Logra esa experiencia que nos libremos del combate con las Sombras o una estafa?
¡No sólo no me libré de carencia sino que allí agarré el virus! Una amiga me habló de una pareja (no de médicos, no se sabe de qué) que ofrecía una experiencia alternativa para “entrar en tus propios fantasmas” en una casona que había pertenecido a Sean Connery. Bueno, a mi me administraban todo tipo de plantas alucinógenas y a mi no me hacía ningún impresión aquello…
Lo cuenta con mucho humor.
Creí que era necesario, en este ejemplar, y espero que no sea tomado como un acto de cinismo. La entorno en New age y la experiencia no fue ideal, fue nefasta sobretodo para ellos, que se molestaban con mi poco impresión.
Aparece cíclicamente la ojeada de Edgar Allan Poe o de Borges, que le acompañan en el texto.
Me obsesionaron durante la pandemia. Allan Poe es el gran escritor del espacio entre la vida y la homicidio (ideal para ese momento mío), es el gran escritor “de la pausa”. ¡Era mi vecino! Como yo, él era un extranjero en la ciudad, y adicionalmente un maniquí culto del ejemplar. De Poe conocemos los cuentos de terror pero no las crónicas, los cuentos cómicos, ese corpus heterogéneo. Un maniquí para mi porque yo quería que el ejemplar fuera todo eso: la comedia, el horror, el periodismo, la historia…
Todavía le da su emplazamiento a Frances Scott Fitzgerald
Pienso que el El Gran Gatsby es el gran ejemplar de Nueva York, une el polo aristocrático y Harlem. Y en el centro está el “valle de cenizas”, la calcinación. Ese fue además el centro de la pandemia.
De ponerle música, ¿cuál escogería de fondo para la ojeada del ejemplar?
Pienso, me sale así…sin coartada alguna, “Highway 61 Revisited” de Bob Dylan
Las fotos tomadas en su periplo errante son en blanco y aciago. Empezó a tomarlas obsesivamente.
Sí, porque este ejemplar me morapio a inquirir a mi, no al revés. Empecé a caminar y salí con mi iPhone, tomaba fotos, primero parsimoniosamente y posteriormente frenéticamente.
Por si se acabara el mundo, que es lo que creímos
¡Ya, y ahora no sé cómo detener! Me asalta, cuando las hago, una especie de ataque warholiano
“Cuando pienso en aquellas semanas de la pandemia tengo la sensación de que todos éramos niños”, concluye.
Porque en algunos sitios se instaló el desgobierno. Muchos jóvenes dejaron sus trabajos, insatisfactorios, y han resuelto residir con menos seguridad, menos cuartos, pero más soltura. Y eso, curiosamente, ha fortalecido el colectivo sindical. Mucha masa se ha ido de Nueva York…
Ahora que ya hemos crecido ya sabemos que todo puede ocurrir en este mundo. ¿La pandemia nos ha quitado la inocencia?
No sé, había tantas cosas antaño que parecía que nos iban a quitar la inocencia y no nos la quitaron…pero lo que pasó es que el mundo se había caído. Neoyorkinos orgullosos, dueños del mundo, masa con la certeza de que el mundo era confiable nos encontramos. de repente desamparados. Volvimos a ser niños.
¿Ha descubierto finalmente un escritor argentino que vive en Nueva York por qué tanta masa votó a Trump en EEUU?
En NY sólo hay un sitio donde ganó ese personaje: una punta de una península, un distrito de irlandeses e italianos. Pero, respecto a EEUU, podríamos aseverar que hay un electorado de la vieja clase trabajadora blanca que se siente amenazada por el presente y por lo que consideran elite urbana progresista. Esos votantes encontraron en Trump su transporte. Su votante era masa de pueblo, descentralizado, rural. El racismo no lo es todo.
¿Qué es lo próximo que leeremos de Reinaldo Laddaga?
Este ejemplar se ha convertido en la segunda parte de “Los hombres de Rusia”, creo que voy a una trilogía…no sé si debería decirlo porque es de una arrogancia desmedida, pero… voy a tenerla que completar con “El paraíso”. Y el paraíso, como es natural, estará en California. Caminar por California es un disparate, allí absolutamente nadie camina.
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