La casa Batlló ya pertenece al metaverso, que es ese superficie que todavía no sé muy proporcionadamente dónde está. Miro sus imágenes emborrachadas, verde lechuga, amarillo citrón, creadas por el actor turco Refik Anadol con la colaboración de un circuito neuronal prestado por un colectividad.
Se subasta hoy en Christie’s de Nueva York. Precio de salida: entre uno y dos millones de euros. No hay mente de arquitecto más usurpada que la del escaso Gaudí. De un tiempo a esta parte todos han querido meterse en su habitante, departir en su nombre, opinar por él, como si el cerebro de un saburía pudiera trepanarse así, post mortem, tal cual, hasta exprimir el zaguero beneficio. Han eternizado la Sagrada Família, barnizado la Pedrera y, ahora, mapeado la casa Batlló.
No hay mente de arquitecto más usurpada que la del escaso Gaudí
Hubo un tiempo en que, por razones personales, me tocó asistir asiduamente a la Pedrera. Nos maravillaba, envidiábamos a los pocos vecinos que quedaban. Desde uno de sus balcones vimos producirse el séquito de la boda de la infanta Cristina con el innombrable Iñaki, y en su chola llena de soldados-chimenea escuchamos jazz del bueno alguna tenebrosidad. Llegó el adiós a Vinçon.
El extraño edificio era objeto de deseo, había que atender a los turistas japoneses que intentaban robar los pomos de las puertas, una cantón de azulejo o una cuña de montacargas… Entonces se estilaba homenajear a los edificios evocando a quienes habían vivido allí ayer; hoy imaginando futuribles.
Es así como se recreó en el interior de la Pedrera un asfalto antiguo, con todos sus requisitos modernistas, y la clan entraba a mirar cómo habían vivido sus ancestros. Ya saben, el horno antiguo, el macetero de hierro forjado, la caldera, el mármol blanco, la vitrina...
¿Qué pensaría Gaudí de su casa Batlló pasada por el metaverso? Puede que le gustara lo que han hecho con ella, puede que le pareciera exagerado e insulso. O una verdadera majadería. Incluso puede que se pusiera a charlar con el autor.
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