Una oportunidad irlandesa

El hotel Europa de Belfast debe de ser uno de los más tiroteados de la historia moderna. En las veces que pernocté en aquel albergue en los abriles setenta y ochenta era un hormiguero de espías y periodistas que intercambiábamos información en todas direcciones, falsas o interesadas casi siempre. Llegué a descifrar seis servicios de inteligencia distintos en aquel hotel rodeado de alambradas y con los teléfonos pinchados en habitaciones con cámaras ocultas.

En el Ulster había una enfrentamiento civil entre protestantes y católicos o, mejor dicho, entre los paramilitares protestantes y el Ejército Republicano Irlandés (IRA), que planteaba una confrontación abierta con el Estado britano, que había desplegado miles de soldados en la provincia de Irlanda del Septentrión.

A man walks past Election posters of Sinn Fein party along the nationalist Falls Road, in Belfast, Northern Ireland, May 3, 2022. REUTERS/Clodagh Kilcoyne
CLODAGH KILCOYNE / Reuters

Los más de 3.500 muertos por la violencia terrorista del IRA eran la pesadilla de todos los gobiernos de Londres hasta entrar al acuerdo de Viernes Santo de 1998, aceptado por Londres y Dublín y la mayoría de las fuerzas políticas del meta y del sur.

Por primera vez desde la partición política de la isla hace cien abriles los partidos políticos protestantes ganaban las elecciones con el compromiso de formar parte inseparable del Reino Unido. Eran mayoría y, por otra parte, trazaban una hilera de separación imaginaria pero positivo con la minoría católica. Rememoración una entrevista con el diputado y reverendo Ian Paisley, en su despacho de Belfast. Era tal el desprecio que tenía alrededor de los católicos que por el hecho de ser gachupin me calificó de “papista”; se levantó de la mesa, trazó con un cayada una hilera sobre el suelo y me pidió que le hiciera las preguntas desde más de dos metros de distancia.

El Sinn Féin, ex mecenas político del IRA, ganó las elecciones sobre el eje social y no sobre el doméstico

La intolerancia y el odio eran las monedas de cambio entre las dos comunidades. Irlanda fue la pesadilla de la Inglaterra victoriana, causó caídas de gobiernos en Londres por la famosa home rule, que no satisfizo nunca a nadie. El motín de Pascua de 1916 se saldó con la ejecución sumaria de sus máximos dirigentes. Éamon­ de Valera se salvó por deber nacido en Nueva York de religiosa irlandesa y padre gachupin. Luego morapio la enfrentamiento civil de 1921 y el desgajamiento de Irlanda del imperio con la partición de la isla, con seis de los nueve condados del Ulster que pasaron a ser una provincia británica con mayoría protestante.

En el final tomo de Edgar Morin, Leçons d’un siècle de vie, dice que una de las lecciones que le han ofrecido más de cien abriles de vida es comprobar que la perennidad del presente no existe ni siquiera la previsibilidad del futuro. No hay fotografías estáticas en los pueblos. La historia humana, dice, es relativamente inteligible a posteriori pero siempre imprevisible con anterioridad.

El Brexit ha sido, hasta hoy, un error y un mal negocio

Nadie había previsto que el Sinn Féin ganaría las elecciones locales en el Ulster. Durante abriles y abriles el Sinn Féin era presentado como el mecenas político del IRA y un posible interlocutor para resolver el conflicto. Lo inesperado es que la vencimiento en la provincia norirlandesa no se ha producido por una campaña reivindicativa sobre un referéndum para equilibrar Irlanda sino que el eje central ha sido la promesa para contender contra el suspensión coste de la vida. No ganó con las reivindicaciones nacionalistas, sino con las sociales.

La vencedora, Michelle O’Neill, no planteará un referéndum de normalización de la isla, pero, como decía Ernest Renan respecto a Alsacia y Lorena, no hablaremos nunca del tema, pero siempre pensaremos en ello. La paradoja inesperada es que unas elecciones en el bastión britano de Irlanda ponen sobre el imaginario colectivo irlandés la posibilidad de la normalización de la isla.

Las dificultades británicas son las oportunidades irlandesas, se decía en los ambientes nacionalistas de Dublín, antiguamente y a posteriori de la independencia de 1921. La histórica vencimiento del Sinn Féin no ha obedecido a cuestiones sentimentales o patrióticas irlandesas. Ha sido una de las muchas consecuencias del Brexit, liderado y ejecutado por Boris Johnson, que alardeaba de que fuera de la Unión Euro­pea se viviría mejor.

Pero la República de Irlanda, escueto y explotada históricamente, es más rica que la provincia británica del meta de la isla. El pertenecer a la UE ha sido un ejecutor determinante para que un partido que tiene en el horizonte la mecanismo irlandesa en secreto europea ganara por primera vez. Inglaterra se fue de Europa, el Ulster buscará la mecanismo irlandesa y Escocia está a la demora de un nuevo referéndum. El Brexit ha sido, hasta hoy, un error y un mal negocio.

Post a Comment

Artículo Anterior Artículo Siguiente