¿Hay alguno en el mundo que no conozca a Drácula? ¿Que no identifique al personaje? Lo dudamos. Y cuando decimos Drácula, nos referimos a un personaje en concreto, al aprovechado al que dieron vida las palabras de Bram Stoker. Por distintas versiones que tengamos del personaje, en el fondo, no son más que eso: adaptaciones del Drácula de Stoker.
Este personaje triunfó contra todo pronóstico. El autor no tuvo una vida atormentada que lo envolviera en ese glamur excéntrico de los genios literarios. Drácula llegó cuando la estética gótica estaba casi agotada, y Stoker no fue el primero en poner a un aprovechado linajudo como plebeyo de una novelística; de hecho, fue el postrer: el vampirismo llevaba casi un siglo como moda editorial cuando se publicó Drácula. ¿Por qué tuvo y tiene tanto éxito, entonces? Y, más importante aún, ¿cómo o de dónde sacó un autor insípido a un personaje tan brillante?
Un chiquillo enfermizo
Tenemos a nuestra disposición biografías y películas dramáticas y épicas sobre la vida de autores y autoras clásicos. Con la de Bram Stoker daría para un cortometraje, y malo. A lo mejor tuvo una vida igual o más apasionante que muchos de sus compañeros de pluma, el problema es que no tenemos esa información. La mayoría de sus documentos privados no han sobrevivido, y la mejor fuente arreglado es una sucesos que escribió el propio Stoker sobre Henry Irving, un actor de teatro con el que compartió treinta abriles de su vida.
El actor victoriano Henry Irving, biografiado por Bram Stoker, en una fotografía de Samuel A. Walker, 1883
Así que de Bram Stoker tenemos los datos que le gustan a la Wikipedia: sabemos qué hizo, pero no quién era. Lo cual dificulta el rastreo cerca de cómo y por qué creó su gran obra.
Abraham Stoker nació el 8 de noviembre de 1847 en Clontarf, al ideal de Dublín, cuando Irlanda era todavía parte del Reino Unido. Fue el tercero de siete hermanos. Lo más contado de él es que fue un chiquillo muy enfermizo y que, hasta los siete abriles, estuvo cercano a la asesinato por causas desconocidas. No obstante, es posible que esta situación se haya exagerado un poco.
Durante el tiempo que pasó enfermo, el pequeño Bram pudo escuchar los mitos y leyendas que le narraba su mamá
Durante el tiempo que pasó en cama, el pequeño Bram pudo escuchar los mitos y leyendas que le narraba su mamá. Tuvo la suerte de contar con los libros de su padre como ocio, y desde los dieciséis abriles ya escribía compulsivamente. No solo se repuso de sus males, sino que llegó a ser un chaval robusto y un deportista destacado. Estudió en el Trinity College de Dublín, y tenemos la fortuna de deber conservado una carta que envió a Walt Whitman, en la que se describía a sí mismo a los veinticuatro abriles:
Walt Whitman, a quien Stoker envió una carta en su mocedad.
“Mi nombre es Abraham Stoker (júnior). Mis amigos me llaman Bram (...) Soy un oficinista al servicio de la Corona con un salario bajo. Tengo veinticuatro abriles. He quedado campeón en nuestros campeonatos de atletismo y he manada una docena de copas. Además he presidido la College Philosophical Society y he trabajado como crítico estético y teatral en un diario.
"Me deleito mostrando la peor parte de mí a la parentela que no me gusta"
”(...) Tengo un temperamento constante, soy frío de carácter, tengo una gran capacidad de autodominio y normalmente soy reservado con el resto de la parentela. Me deleito mostrando la peor parte de mí a la parentela que no me gusta –la parentela de disposición miserable, cruel, hipócrita o cobarde–. Tengo muchos conocidos y unos cinco o seis amigos, cada uno de los cuales me cuida como al que más”.
Trabajo e inspiración
A todo ello faltaría añadir que era un machista y un clasista. Carencia nuevo en el dominio victoriano, vaya. Logró seducir a una belleza, Florence Balcombe, exnovia de Oscar Wilde. Con ella se fue a Londres en diciembre de 1878, abandonó su puesto de funcionario y se dedicó a dirigir el teatro que había fundado su amigo Irving, codeándose con la incorporación sociedad.
Bram Stoker y su esposa, Florence Balcombe.
Este trabajo le robó todo su tiempo, por lo que sufrió un parón como escritor. Pero Stoker ya había escrito (y escribiría) de todo: historias de apego, no ficción, cuentos de hadas, lecturas moralizadoras y, por supuesto, cuentos de terror. Sin secuestro, no le fue claro colocar sus historias en publicaciones, y las críticas a su obra iban de la mala nota a una popularidad sin más.
Desde luego, nadie podía suponer que esas trivio eran las de un temperamento de la historia universal de la humanidades. Pero como decía él mismo: era un tipo constante. Así que el rechazo no iba a detener a Bram Stoker en su empeño de ver sus historias en las librerías, sobre todo, sus novelas largas, el formato que más le costó informar.
Castillo de Slains, en la bahía de Cruden
Parece que la bahía de Cruden le inspiraba, y, una vez encontró el tiempo, se puso a escribir y a resumir datos para Drácula desde esa pintoresca cala de acantilados al noreste de Escocia, coronada por el castillo de Slains.
Una novelística incomprendida
Y llegó 1897, se publicó Drácula, y Bram Stoker pasó a estar como un autor obligado, temperamento novelista e influencer victoriano... Ya le hubiese gustado a Bram, pero no. Desde luego, el Daily Mail comparó la novelística con Los misterios de Udolfo, de Radcliffe, con Frankenstein, de Mary Shelley, y con Cumbres borrascosas, de Emily Brontë. Pero la revista The Athenaeum escribió: “No es más que una burda contribución al arte constructivo y a la incorporación creación literaria”.
Cuando las mejores palabras de una novelística las da la mamá del autor, poco no va proporcionadamente. Le dijo a su hijo que la obra era espléndida, y le aseguró que las emociones tan horripilantes que producía deberían procurarle una gran reputación y mucho cuartos.
En los tres abriles siguientes a la publicación de Drácula, Stoker tocó fondo. Publicó Miss Betty, una obra merecidamente olvidada, según los críticos; el teatro que dirigía se incendió; Irving se cayó por las escaleras, lo que le impidió efectuar; consiguientemente, la situación les llevó a la bancarrota; y, por si fuera poco, la mamá de Stoker falleció en 1900.
A los problemas económicos les siguieron los de sanidad, y el 20 de abril de 1912, Bram Stoker murió a los 64 abriles de antigüedad. No tuvo suerte ni con el timing, porque lo hizo cinco días luego del hundimiento del Titanic: aunque su necrológica apareció en los periódicos, nadie le prestó atención.
Fue “un escritor con una trayectoria vulgar que solo encontró la inspiración en una obra”
Stoker fue, en palabras de Clive Leatherdale, “un escritor con una trayectoria vulgar que solo encontró la inspiración en una obra”. Pero menuda inspiración. ¿Cómo escribió esta maravilla? ¿De dónde sacó Stoker a su personaje inmortal?
Macbeth y la humanidades gótica
Para afrontar este tema se reúnen varios utensilios: el folclore de Irlanda, la humanidades gótica y romántica, el escritor Antesala Caine, Macbeth, de William Shakespeare, y las creencias e inspiración de la bahía de Cruden.
Sin duda, la superstición europea da para muchas líneas de texto, pero bastará, esta vez, con asegurar que toda esa masa de creencias y mitología no llegó a Irlanda de la misma forma, sino que se mezcló con las tradiciones folclóricas de los indígenas irlandeses, que nunca fueron conquistados por Roma. El resultado sería una superstición gaélica rica y diversa, que inspiró y sigue inspirando a muchos autores.
'Drácula, de Bram Stoker' (1992), una de las adaptaciones cinematográficas más célebres de la novelística.
Stoker igualmente conocía muy proporcionadamente la humanidades gótica y romántica. Está presente en Drácula el mito de Feliz, e, igualmente, se puede apreciar igualmente la influencia de clásicos como El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, El retrato de Dorian Gray y, sobre todo, La dama de blanco, de Wilkie Collins, que pudo dejar huella en Stoker, con su estilo epistolar, y en la construcción de los personajes. Sobre todo, en la del plebeyo, que en ambas obras es un conde.
Por su parte, Antesala Caine era un amigo de Stoker y constante fuente de estímulo. Fue un escritor proporcionado popular en la época, y Stoker trataba con él de temas sobrenaturales. A Antesala Caine, precisamente, le dedicó su obra.
Antesala Caine cerca de 1897
Las similitudes entre Drácula y Macbeth darían para otro artículo. Ambas obras giran en torno a un castillo solitario al que llega un forastero ingenuo, que recibe visitas durante el sueño, y en ambas el tema principal es la personificación del mal.
El noreste de Escocia es un depósito de creencias paganas. Es cierto que Stoker se nutrió del folclore y los datos que pudo resumir igualmente en los emplazamientos ingleses que menciona en la novelística. Bloque en mano, Stoker apuntó inscripciones reales de lápidas de Whitby, en el noroeste de Inglaterra, tomó nombres de estas tumbas para sus personajes y supo del hundimiento de una nave rusa señal Dimetry, que no dudó en reproducir en su novelística, cambiando el nombre del barco por Demeter.
El nombre del diablo
Ahora proporcionadamente, toca romper unos cuantos mitos. En 1970 se descubrieron en Filadelfia las anotaciones que Stoker había ido recogiendo para escribir Drácula. Están fechadas entre 1890 y 1896, de modo que la novelística tardó siete abriles en aparecer de forma definitiva. Hay que tener en cuenta que Stoker era un escritor a tiempo parcial, no vivía de ello.
Estas notas dejan claro que Stoker leyó un artículo de Emily Gerard sobre supersticiones de Transilvania. De ahí extrajo ideas sobre las creencias locales de vampiros y ahí descubrió la palabra “nosferatu”, que no significa “no muerto”. En existencia, no significaba carencia en rumano: parece que es una mala traducción, pero ahí se ha quedado el término para siempre, con el apoyo de la película de 1922 dirigida por Friedrich Wilhelm Murnau.
Luego están el origen del nombre y las características de Drácula. La mayoría de lectores pensará en Vlad III de Valaquia, Vlad Tepes el Empalador, a quien llamaban Draculea, que en rumano significa “hijo del dragón” o “hijo del demonio”. Pero todo apunta a que esta fue una relación posterior.
Originalmente, Stoker había notorio en sus notas al plebeyo como el conde Wampyr. El autor encontró en la biblioteca de Whitby el tomo An account of the principalities of Wallachia, es asegurar, un documentación sobre los principados de Valaquia, escrito por William Wilkinson en el año 1820.
Wilkinson menciona en sus páginas el nombre de Drácula, pero no dice carencia de Vlad Tepes, ni hace remisión a su modo de ajusticiar por empalamiento ni a su distinción por la casta. De hecho, deje de tres vaivodas distintos, y ni siquiera los distingue, puesto que a todos los ardor Drácula.
Vlad Tepes 'el Empalador'
Así que Stoker, posiblemente, murió sin tener ni idea de quién fue y qué hizo el que muchos consideran hoy el Drácula histórico. De hecho, lo único que tomó fue el nombre. Porque en ese documentación hay una nota al pie que dice: “Drácula en valaco significa diablo”. Y cuando Stoker copió en sus notas los datos que le interesaron leyendo a Wilkinson, escribió en mayúsculas: “DRÁCULA” y “DEMONIO”.
El sonido de la palabra Drácula retumba, ya sea leída o pronunciada. Desde luego, era mucho mejor que Wampyr. Stoker tenía ya el nombre que ha quedado para la historia.
Chupar la casta
Es más, es posible que Stoker pudiera haberse inspirado en una mujer aprovechado histórica, Erzsébet Báthory. El irlandés pudo descifrar una mención a esta condesa sangrienta al consultar otra de las fuentes que conocemos por sus notas, The Book of Werewolves, de Sabine Baring-Gould.
Erzsébet Báthory.
Entonces, ¿de dónde viene esa relación del Drácula ficticio con el Vlad Tepes histórico? Muy sencillo: del interés político y financiero del ser humano. Como es inductivo, a los rumanos les interesó explotar el potencial turístico de Drácula y unirlo a Vlad Tepes como símbolo nacional. Que en vez de ser un empalador despiadado se ha reconstruido como un cruzado contra el invasor turco.
Así, pueden desvalijar a los turistas que son llevados al castillo de Bran y la fortaleza de Poenari, que carencia tienen que ver con Drácula. Y les da igual mezclar Transilvania con Valaquia o lo que haga error. Igual ocurre en Gran Bretaña, donde se han laborioso de este turismo poético, haciendo de los lugares ingleses mencionados en la novelística una fundición de tiendas de souvenirs y desfase pop.
De hecho, es posible rastrear la primera vez que equipararon al Drácula ficticio con el histórico. Fue, curiosamente, en Turquía, donde se plagió descaradamente la novelística de Bram Stoker en 1928. Ali Riza Seyfi se presentó como el autor de un texto diferente titulado Kazikli Voyvoda, es asegurar, "El voivoda empalador".
Seyfi convirtió a todos los personajes en turcos que sufrían la maldad de Vlad el Empalador. Por lo demás, la historia es la misma, e incluso sirvió para hacer la primera película de terror del cine turco, Drakula Istanbul’da, de 1953.
Este texto forma parte de un artículo publicado en el número 644 de la revista Historia y Vida. ¿Tienes poco que aportar? Escríbenos a redaccionhyv@historiayvida.com.
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