En cada rincón de una ciudad, tras cada portal, al otro costado de las persianas de un locorregional, podemos encontrar un relato, una vida. Las ciudades, sus calles y sus paredes están llenas de historias, de cambios, de secretos y silencios. Barcelona no es una excepción. Sus barrios se han ido transformando, han respirado los cambios que hervían en el interior de la muchedumbre, pero además los que llegaron de fuera. El arrabal chino, la Mina, los cambios que sufrió para convertirse en ciudad olímpica…
Entre las calles del planisferio de la ciudad, hay quien quiere seguir el ritmo de los cambios y hay quien preferiría que nulo se moviera de sitio, que todo fuera como ayer. Ese choque, ese querer retener el tiempo, persistir el orden de antiguamente mientras el mundo sigue avanzando, es uno de los motores que encontramos en las últimas novelas de Laura Anguera y Pilar Eyre, dos obras que proponen dos maneras distintas de observar Barcelona, una época, y la figura de la mujer en un momento de cambio.
Un mundo afectado por los privilegios de unos, la lucha de otros y los que se vestían de revolucionarios o progresistas sin serlo
Por su parte, en la última novelística de Pilar Eyre (Barcelona, 1951), Cuando éramos ayer , exploramos un período de tiempo más acotado, de la Barcelona de los sesenta hasta la Barcelona pre-olímpica, y lo hacemos de la mano de una grupo, en particular de Carmen y su hija Silvia, dos mujeres completamente diferentes, pero que luchan, cada una a su forma, por encontrar su oportunidad en el mundo. Un mundo que está afectado por las diferencias de clase, por los privilegios de unos y la lucha de otros, pero además por aquellos que se vestían de revolucionarios o progresistas sin serlo en realidad, sin comprender lo que suponía sufrir de verdad el miedo, la pobreza o el dolor de la pérdida.
Nadie me habló de ti , la segunda novelística de Laura Anguera (Barcelona, 1966) plantea un trayecto íntimo e histórico en forma de retrospectiva: desde la Barcelona coetáneo viajamos a la ciudad condal en los abriles sesenta, a S’Agaró y a otros espacios de la costa catalana; descubrimos las visitas de estrellas de cine y la arrebato musical, el crecimiento de diarios y editoriales o la tolerancia de locales míticos de una ciudad que quería desahogarse al mundo. Y lo hacemos de la mano de Carolina y un volumen que desata todas las preguntas, un pequeño tomo de Simone de Beauvoir, escondido en la biblioteca de casa de su padre, que la llevará a reabrir una antigua herida: la desaparición de su principio, cuando ella era muy pequeña, y el gran infructifero que siempre la ha acompañado desde entonces.
Ambas autoras han optado por personajes femeninos para sufrir el peso de la trama y de los cambios. Es a través de sus fanales que vemos la revolución política, el interés por alterar las cosas. Y es además a través de sus fanales que contemplamos el machismo salvaje que imperaba en la época y todo lo que tuvieron que sujetar las mujeres para conseguir el respeto, el derecho a tener voz propia.
Laura Anguera lo hace a través del personaje de Carolina, pero sobre todo a la procreación inicial y la posterior: su principio desaparecida, Elena, y su hija indócil, Ariana. El deseo de ser auténtica, de no tener que seguir las normas, de ser evadido, de poder pensar y distinguir por ellas mismas topa con el qué dirán, la rigidez de la grupo, de un marido que te controla, de una principio o un padre que deciden por ti. Por su parte, Pilar Eyre nos ofrece un proceso más sutil en la piel de Carmen, la principio de Silvia, ya que ella será la que tendrá que ir comprendiendo los cambios, adaptándose a ellos, mientras Silvia averiguación alguna forma de ser ella misma sin encontrarla.
Dos novelas que han coincidido en el tiempo y que han explorado el mismo período de una Barcelona que sigue cambiando, aunque entre sus calles a veces todavía puedas encontrar espacios que despiertan la nostalgia y te hacen memorar lo que ya no es.
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