El funk-rock de Red Hot Chili Peppers conquista el Estadi Olimpic

No podía originarse mejor el puesta en marcha de la expedición mundial de Red Hot Chili Peppers, con un sold out de 56.000 fans en Sevilla y 49.000 en Barcelona, rozando la capacidad máxima del Estadi Olímpic Lluís Companys, cifrada en 50.000. Una correr al magnitud de muy pocos, pero hay que tener en cuenta que RHCP llevan casi cuatro décadas juntos haciendo música. Su bajista Flea y su cantante Anthony Kiedis cumplen 60 este año y el conjunto Chad Smith ya va por los 61. Pero para ellos, como con los Rolling Stones, no pasa el tiempo. Siguen pegando brincos y luciendo músculo, tatuajes y un torso desnudo. No parecen de su años.

Han enfrentado una fórmula mágica, que siguen explorando en el duodécimo disco de estudio Unlimited Love –publicado el pasado 1 de abril y número uno en 16 países– que motiva esta expedición mundial. Poco antaño, en marzo, lograban una suerte en el mítico Paseo de la Éxito de Hollywood. La descubrió su profesor George Clinton, gran influencia del clase que hace del funk una de sus razones de ser. 

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Kiedis, con Flea, el bajo eléctrico, en segundo plano 

Pau Venteo / EP

Otra es el rock, superficie que asume el guitarrista de la facción John Frusciante, que ha vuelto a vivir el puesto tras abriles absorto. Su agricultura resulta determinante, no solamente en su rol de solista, combinando técnica y dominio de los pedales de pertenencias, sino como vocalista de apoyo, otorgando un matiz muy pop a las canciones, en valentísimo contrapunto al más terso Kiedis; este, alternando rap y canto melódico, se convierte en el tercer vector motriz de una facción que reúne a un divulgado muy diverso. 

Red Hot Chili Peppers

Una hora y cuarenta minutos de himnos como 'Give it away', 'Snow (Hey ho)' o 'Californication'

Que sea tan transversal tiene que ver con que son capaces de atraer a los fans del pop, con canciones aptas para la radiofórmula, y todavía a los que les gusta la tralla rítmica y virtuosa de los tres instrumentistas. No en vano, el inicio del concierto es una jam presidida por Flea, tocando el bajo en esencia slap como si fuera percusión. Calentaron el medio ambiente para la primera ataque con Can’t stop, a la que siguió otro cañonazo rítmico en forma de Dani California, en cuyo crescendo Frusciante se luce a lo discípulo de Hendrix.

El funk es otra de sus grandes bazas y para ello está Flea. Las líneas de su bajo son la columna vertebral del sonido RHCP. Él solo ya llena el círculo. 

Se entiende que prescindan de atrezzo ya que el espectáculo son ellos y su música; tan comercial como la pegadiza Snow (Hey Ho) o los himnos OthersideCalifornication y Under the bridge, pero sin perder la esencia de un origen sinvergüenza y punk. 

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El baterista Chad Smith marcando el ritmo de RHCP en Barcelona 

Pau Venteo / EP

Llevados en volandas por Chad Smith, un conjunto que es una auténtica máquina de ritmo, oscilan de The Zephyr song, que es puro pop sixties, con armonías vocales a lo Beach Boys, a la velocidad frenética de Right on time. Algunas canciones nuevas, caso de Whatchu thinkin, pasarán sin dificultad a formar parte de su canon, con una mezcla de funk, pop, psicodelia y hard rock. En cambio, otras como The heavy wing, que tocaron en directo por primera vez, se antojan más anodinas.

Dejaron para el final Give it away, su tema más significativo, una descarga de rap y rock de suspensión voltaje, epítome de un sonido en su mayor esplendor. Quedaba el bis, rematado por un Bay the way que es otro símbolo de sus logros en la unión de acorde épica y ferocidad rítmica. Tocaron en total una hora y cuarenta minutos y con ellos se trajeron a dos teloneros de ostentación. Primero Thundercat, un prodigio del bajo al que te lo imaginas tocando con Miles Davis, y todavía un cantante de refinado falsete emparentado con el soul clásico. Pulsando un bajo de seis cuerdas customizado hace pensar en un cruce entre Jaca Pastorius y Marvin Gaye.

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El guitarrista John Frusciante durante el concierto de Red Hot Chili Pepper 

Pau Venteo / EP

Igual de impactantes fueron los tres cuartos de hora del histórico rapero Nas, acompañado por un DJ, encargado de los ritmos y el scratch, y un conjunto. Fue una convincente y sugestiva sesión de hip hop old school, que sonó afilado y callejero y a la vez muy groove. Una especie de funk-hop con el que no se priva de mínimo, sea añadir loops de coros femeninos soul o construir el tema Hate me now sobre el Carmina Burana. Con imaginativas bases pregrabadas, algunas con la contundencia del big beat caldeó el medio ambiente logrando enardecer a una multitud ya completamente preparada para la descarga de RHCP, en lo que supuso el retorno a lo noble de los conciertos de gran superficie.

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Cerca de 50.000 personas han abarrotado el Estadi Olímpic 

Joaquin Corchero / EP

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