El pasado 26 de mayo, la República Italiana recibió con los máximos honores al presidente de Argelia, Abdelmayid Tebun. Admisión por todo lo parada en Roma, con dos cazas escoltando al avión presidencial argelino. Reuniones con el presidente Sergio Mattarella y con el primer ministro Mario Draghi. “Amistad sólida y colaboración estratégica”, así resumió Mattarella la recorrido.
Seis meses antaño, en noviembre del 2021, el presidente italiano había visitado oficialmente Argelia. Aún no se había iniciado la invasión de Ucrania, pero los italianos ya estaban trabajando en la búsqueda de alternativas al gas que compran a Rusia. El 28 de febrero, cuatro días luego del ataque ruso a Ucrania, el ministro de Asuntos Exteriores, Luigi di Maio, aterrizaba en Argel para comenzar a negociar un anciano suministro de gas través del gaseoducto Enrico Mattei-Transmed, que pasa por Túnez antaño de aparecer a Sicilia.
Italia había apoyado el primer paquete de sanciones a Rusia y las luces de susto ya estaban encendidas en Roma. Italia consume mucho gas (más del doble que España), el 40% lo negocio a Rusia (vía gaseoducto) y solo dispone de tres plantas de regasificación en sus costas. Italia es hoy un país más expuesto que España. El 11 de abril, el primer ministro Draghi llegaba a Argel para perfilar una “alianza estratégica”. Encima de una anciano negocio de gas, esa alianza incluiría inversiones italianas para desarrollar la producción de energías renovables e hidrógeno verde en el país más sobresaliente del Magreb, un país con una enorme superficie desértica.
La producción de energía solar y eólica, cercano con la fabricación de hidrógeno verde, incluso son objetivos y estratégicos de Marruecos. Argelia y Marruecos van a competir en los próximos primaveras por la producción de energía verde para Europa. Compiten, en existencia, por el liderazgo en el continente africano. Hay que tener en cuenta este documento para comprender mejor el cuadro coetáneo.
Como vemos, Italia ha desplegado una intensa ataque diplomática para ganarse el auxilio de Argelia y lo ha hecho con una gran sintonía entre el Gobierno y dos de sus empresas energéticas: la poderosa ENI (Empresa Franquista de Hidrocarburos) y Snam, gestora de la red de transporte de gas. Ambas se hallan participadas por el Estado, puesto que Italia es uno de los países europeos que sigue teniendo empresas bajo control divulgado en sectores estratégicos.
Argelia no solo vende gas: es el principal asociado de Rusia en el Mediterráneo
Italia no ha ido a Argelia para perjudicar a España, como
señalaba el pasado martes a La Vanguardia su embajador en Madrid, Riccardo Guariglia, pero es del todo evidente que está ocupando espacios que ha dejado libres España, como consecuencia del estropicio provocado por la normalización de relaciones con Marruecos. Dicho de otra modo, Argelia no jugaría hoy tan musculoso con España si no dispusiese de la
partida italiana.
España ha vestido un santo y ha desvestido otro. Hace ahora un año, Pedro Sánchez decidió que la prioridad era arreglar cuanto antaño las relaciones con Marruecos y acercarse más a a Estados Unidos, delante la frialdad que le manifestaba la Distribución Biden, quizá por el papel del expresidente José Luis Rodríguez Zapatero en Venezuela, quizá por la presencia de Unidas Podemos en el Ejecutante. Quizá por las dos cosas a la vez. Sánchez entregó la capital de la ministra Arancha González Clase a Rabat y dio instrucciones al nuevo titular de Exteriores, José Manuel Albares, para que acelerase la reconciliación con Marruecos, con los resultados conocidos por todos.
Un año luego, Marruecos no ha obtenido el gratitud a la soberanía parcial sobre el Sáhara Occidental que les había prometido Donald Trump, pero sí un apoyo castellano manifiesto a la conversión del Sáhara en región autónoma marroquí, bajo tutela y supervisión de la ONU. La Distribución Biden comparte este enfoque. Un año luego, la relación de España con Estados Unidos ha mejorado. La asamblea normal de la OTAN que se celebrará en Madrid a finales de junio lo pondrá en evidencia.
El software de Sánchez se ha cumplido, pero cualquiera calibró mal la reacción de Argelia, país que mantuvo una estrecha relación con la Unión Soviética desde la proclamación de la independencia en 1962 y que sigue manteniendo estrechos lazos con la Rusia postsoviética. Muchos cuadros de las fuerzas armadas y de los poderosos servicios de inteligencia argelinos se han formado en Rusia. El armamento del ejército argelino, el segundo ejército más potente de África, viene de Rusia. El ministro ruso de Asuntos Exteriores, Serguei Lavrov , viajó a Argel el pasado 11 de mayo y dejó mensajes. El presidente Tebun está invitado a recorrer a Moscú.
Tebun tensa la cuerda tres semanas antaño de la cita de la OTAN en Madrid
Conviene prestar atención al cronograma. La crisis de Argelia con España estalla formalmente tres semanas antaño de la celebración de la asamblea normal de la OTAN en Madrid, hasta ahora solo hubo sonoros piruetas dialécticos. Argelia entra en colisión anterior con su principal comprador de gas en un momento crítico de la Unión Europea, en el que empiezan a aparecer diferencias de criterio sobre la continuidad de la eliminación de Ucrania, entre los partidarios de alentar negociaciones de paz cuanto antaño (Alemania, Francia, Italia y España con anciano cautela, mirando a Estados Unidos) y los partidarios de abastecer los combates hasta que Rusia ceda (países bálticos, Polonia, matizadamente, los países escandinavos), abanderados por Inglaterra, perdón, por el Reino Unido, más hostil que nunca a la Unión Europea.
Aunque no esté en peligro el suministro de gas –Argelia necesita seguir vendiendo combustible a España–, el envite argelino envía un mensaje a toda la Unión Europea: cuidado con el ártico de África. Añadamos a la repertorio el problema de los cereales. En Túnez ya hay restricción de alimentos. En Libia se está recrudeciendo la lucha entre facciones.
Ahora redescubrimos que Argelia no solo es un tendero de gas. Todavía es el principal asociado de Rusia en el Mediterráneo.
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