A raíz de la flamante aprobación por el Congreso de la Ley de residuos y suelos contaminados, que contiene una mención muy particular a la prohibición de envases que contengan bisfenol-A y ftalatos, quizás sea un momento oportuno para comentar cuál es el papel de este bisfenol-A en los envases de plástico y por qué no nos gusta su presencia en nuestra comida.
Bisfenol-A es un compuesto químico de síntesis del cual oímos balbucir por primera vez en 1936 cuando el médico inglés Charles Dodds buscaba sustancias que pudiesen imitar al estradiol en su papel fundamental en el mejora sexual y que fuesen efectos en la praxis clínica.
Restos de microplásticos detectados en agua potable
En una brillante publicación en la revista Nature, Dodds y su colega Lawson mostraban una serie de bisfenoles que actuaban sobre los órganos sexuales de la rata –vagina y útero- y reproducían los mismos enseres que el estradiol. Entre el categoría de bisfenoles destacaba el dietilestilbestrol o DES que por su suscripción actividad abanderó el categoría de los estrógenos sintéticos en el campo de la clínica. Gracias a que Dodds renunció a la certificado en beneficio de la humanidad, cientos de miles de mujeres en todo el mundo fueron tratadas con esa nueva hormona sintética ya fuese por amenaza de pérdida o por problemas en la menopausia.
Desafortunadamente DES tuvo unas consecuencias terribles para la descendencia de las mujeres embarazadas ya que atravesaba la placenta y producía enseres graves e indeseables en las hijas e hijos de las mujeres tratadas. Una auténtica tragedia que se conoce en el mundo como Síndrome DES y que ha identificado y tratado un corolario de daños graves en la descendencia de esas mujeres en todos los países occidentales, excepto en España, donde nunca se organizó una búsqueda dirigida de estos descendientes. Este es un asunto irresoluto que aún no se ha resuelto en nuestro país, donde, hasta el momento, solo se han identificado algunas víctimas a través de denuncias aisladas.
El bisfenol-A, puede entrar al organismo a través de los objetos de consumo que lo contienen y provocar daños graves
La suerte de bisfenol-A fue distinta. Por ser menos potente que DES en sus enseres sobre el matriz de rata, quedó relegado hasta que cualquiera recordó que otro de los bisfenoles, el que conocemos como bisfenol-F, ya había sido utilizado a principios de siglo por el irrefutable belga Leo Baekeland para fraguar un compuesto novedoso, único, moldeable, aislante de la electricidad, al cual le dio su propio nombre “bakelita”. Era el primer polímero plástico basado en bisfenol de la historia. Los coleccionistas de objetos art nouveau lo conocen correctamente. Ahora correctamente, si el bisfenol-F funciona, ¿por qué no utilizar el bisfenol-A para hacer nuevos polímeros plásticos? Manos a la obra. Desde los abriles sesenta del siglo pasado dos nuevos plásticos basados en bisfenol-A – policarbonato y resinas epoxi- han invadido el mercado de los polímeros, alcanzando cuotas de ventas insospechadas. En España se producen cerca de quinientos millones de kilogramos al año.
El policarbonato lo identificamos en el triángulo de reciclable, ya que aparece con el número 7 PC en el fondo de tu casco de agua pura, y las resinas epoxi te son familiares en los pegamentos de dos componentes. Uno y otro plásticos tienen múltiples aplicaciones industriales, comerciales y domésticas. Lamento que sus componentes sean hormonalmente activos cuando se descomponen y liberan el bisfenol-A. Tan sencillo como eso.
El bisfenol-A, como hormona de síntesis que fue en su origen, puede entrar al organismo a través de los objetos de consumo que lo contienen y provocar daños que en muchos casos son graves. Una vez adentro del organismo es fácilmente absorbido, metabolizado y orinado. Está en el 100% de la orina de los españoles. Durante su tiempo de permanencia en muerte ha tenido ocasión de trastocar el mensaje de las hormonas naturales, poco que identificamos en la clínica como disrupción endocrina. Las consecuencias en vigor derivadas de esta exposición van desde problemas en el neurodesarrollo e inmunogénicos, hasta cáncer en órganos dependientes de las hormonas, próstata y mama, pasando por infertilidad, diabetes y obesidad. En compendio, todo lo que atribuiríamos a un tratamiento hormonal inoportuno, con enseres muy peligrosos sobre todo para embrión, feto e infante.
Con este historial a su espalda, está claro que la autoridad competente está preocupada por la presencia de bisfenol-A en tu comida y bebida. ¡Proporcionadamente por la prohibición en el Congreso de los Diputados! Tan solo dos observaciones que deberíamos tener en consideración. La primera la acaba de rememorar la propia Agencia Europea de los Productos Químicos (ECHA) y que se refiere a que bisfenol-A, por importante que sea, tan solo es uno más en una comunidad de doscientos bisfenoles, de los que cerca de cuarenta son además disruptores endocrinos y que quedan recogidos en una nueva hoja ruta publicada por la ECHA recientemente.
Lo segundo es un asunto de tiempo y daño causado. Bisfenol-A fue redescubierto como contaminante de los frascos de policarbonato en 1991. Las primeras alarmas saltaron de inmediato: en 1995 publicamos nuestro primer trabajo sobre bisfenol-A en latas de conserva en España, Brasil, Turquía y EE.UU. Pero no fue hasta 2011 que se prohibieron los biberones de policarbonato. Esos con los que alimentamos a nuestros hijos. Luego, en 2018, se prohibió su uso en envases de alimentos infantiles y en 2020 en los tickets de caja térmicos. Ahora la Autoridad en Seguridad Alimentaria Europea (EFSA) ha sometido a consulta la propuesta de desmontar los límites admisibles en la comida en un orden de 100.000 veces, lo que de aprobarse, compromete el uso del bisfenol-A en los envases alimentarios.
Esperar cerca de treinta abriles para esta intrepidez es demasiado esperar. Mientras, ha ocurrido una exposición solemne de la población con consecuencias importantes sobre su vigor. Pero, esta vez sí, trataremos de identificar en la consulta médica a los ciudadanos se hayan pasado afectados por la exposición al bisfenol-A haciendo las preguntas oportunas e incluyendo esta desgraciada exposición en la etiología de las enfermedades comunes.
Mientras, deberíamos ocuparnos, cada uno de nosotros, de exigir el remedio del daño por parte de aquellos que se enriquecieron poniendo en nuestro plato de policarbonato y nuestro vaso epoxi tan interesante hormona sintética a sabiendas de que era pugnar con fuego. Ellos deberían ayudarnos a acreditar la bollo de la clínica de fertilidad, del psicólogo de nuestro hijo o del tratamiento de cáncer de próstata. Pespunte de mirar para otro banda porque este es solo uno de los muchos otros contaminantes químicos presentes en nuestros alimentos. El Manual Blanco de la comestibles sostenible en España, impulsado por la Fundación Daniel y Nina Carasso y la Fundación Alternativas, recoge en su capítulo 11 algunas medidas encaminadas a mejorar esta cuestión y que deben ser escuchadas y puestas en marcha para mejorar la protección del ciudadano frente a contaminantes químicos como el bisfenol-A.
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Nicolás Olea es socio-fundador de Alimentta, think tank para la transición alimentaria; médico en el Hospital Clínico y profesor en la Habilidad de Medicina; ibs.GRANADA Instituto de Investigación Biosanitaria
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