¿Sísifo o Japón?

Finalmente, el BCE movió ficha. Y, anunció que, en julio y por vez primera desde el 2011, elevaría en 0,25 puntos los tipos de interés y finalizarían las compras de deuda. Lagarde había sugerido que, si fuera necesario y extinguido el sistema concertado para la pandemia, el BCE definiría un nuevo herramienta para evitar que las primas de aventura de Italia o de España se elevaran en exceso. Pero ausencia de eso se acordó ayer. Solo la promesa de reinversión y cierta flexibilidad de los bienes de amortización de deuda, y, si la pandemia volviera a angustiar, reactivación del Pandemic Programme. Sí, luego, a nuevas compras de deuda si la covid regresa y no para evitar la desaceleración en curso: precario compromiso entre halcones y palomas.

(FILES) In this file photo taken on October 21, 2020 people wearing face masks walk in front of the euro sign at the former ECB headquarters in the city center of Frankfurt am Main, western Germany. - The European Central Bank is expected Thursday to unleash more stimulus to help shore up a eurozone economy devastated by the coronavirus pandemic, analysts said, in a move eagerly awaited by financial markets. The Frankfurt institution already has a 1.35-trillion-euro ($1.6-trillion) emergency bond-buying programme in place, but ECB chief Christine Lagarde all but promised in October that extra support was on the way. (Photo by Yann Schreiber / AFP)

Sede del BCE en Frankfurt, Alemania

REDACCIÓN / AFP

Dadas las alzas de los tipos de interés en Italia y España, regresa un pasado que no nos ha desaliñado nunca: desde el 2014, el BCE ha adquirido un tercio de la deuda pública de la eurozona (cerca de 5 billones, con b de Barcelona), permitiendo costes financieros muy bajos para el endeudado sur. Pero, en el ínterin, su deuda en circunscripción de disminuir ha aumentado substancialmente. En esta fuerza, el BCE se encuentra en una diabólica situación: malo si eleva los tipos de interés y restringe las compras de deuda por sus negativos pertenencias en la actividad y, en particular, en la estabilidad financiera de los principales agentes económicos; peor si, con una inflación fulminante, no los eleva.

Con un comprobación del BCE equivalente ya al 60% del PIB de la eurozona, nuestro futuro tiende al de Japón

Este nudo gordiano en el que se encuentra atrapado no es fruto de los hados del destino, no es casual. Es el resultado del desmesurado error de la banca central, europea y anglosajona, sobre la importancia que había que dar a las burbujas de precios de la riqueza (financiera o inmobiliaria) frente al IPC. Siguiendo el diktat de Greenspan y de la Fed, desde mediados de los noventa se consideró que la banca central debía fijarse solo en los precios al consumo. Y ello no es neutro: los resultados de su autos los analiza con industria Christofer Leonard en su The Lords of Easy Money (2022). Debate al ganancia, una vez estallaron las burbujas y el endeudamiento privado se reconvirtió en notorio, al BCE no le quedó más remedio que intervenir en la deuda del sur para, así se creyó, evitar males mayores. Y en esas nos encontramos.

El drama que aflige al BCE, la Fed, el Porción de Inglaterra o el de Japón, es que, lo desee o no, está obligado a continuar. Pero, a diferencia del mito helénico Sísifo, no para empujar una y otra vez en torno a hacia lo alto una pesada piedra; su condena, porque la estabilidad financiera está amenazada, exige apoyar bajos los tipos de interés y, en particular, intervenir continuamente en los mercados comprando activos. ¿Sísifo? No. Con un comprobación del BCE equivalente ya al 60% del PIB de la eurozona, nuestro futuro tiende al de Japón, donde su porción central ha acumulado el equivalente al 125% de su PIB.

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