Elvis, un genio y un pelele

Steve Jobs, interpretado por Michael Fassbender en la agobiante película de Danny Boyle, replica a Steve Wozniak, amigo de lozanía y cofundador de Apple, cuando este le recrimina que no sabe escribir código ni tiene una formación informática propiamente dicha: “Yo hago tocar a la banda”. La frase se refiere más a tener el tiento de retener cómo hacer que el conjunto filarmónico metafórico funcione que a dirigirlo vara en mano. Existen muchas dudas razonables sobre si este diálogo de la película que expedición rodeando de la óptica histriónica y compulsiva de Jobs sucedió en la vida actual, pero sirve para comprender la gran carencia de otro de los personajes que forjó la historia del siglo XX: Elvis Presley.

El retrato del que fuera el primer rey del rock que ofrece la vida cinematográfica del australiano Baz Luhrmann –que antiguamente había dirigido Moulin Rouge o El gran Gatsby – ahonda en la idea de que Elvis era capaz de dirigir una manada, como se comprueba en las extenuantes temporadas de conciertos en Las Vegas, pero no acertaba con las teclas necesarias para que su éxito, su proyección, sus negocios y sus asuntos personales se afinaran como en una banda. Elvis es mostrado en la vida musical como un índole inocente con algún atisbo de rebeldía y como un pelele en manos de un mánager desaprensivo con un pasado que ocultar y demasiados intereses y prejuicios que satisfacer, de un padre aplicado incapaz de poner orden a sus finanzas y de una sociedad recelosa de un sureño que pone patas en lo alto el puritanismo con un meneo de caderas.

La película de Luhrmann es uno de los mejores biopics que se recuerdan, con un ritmo trepidante y una novelística que permite comprender en seguida las influencias musicales de Elvis Presley y por qué su brinco a la éxito fue facilitado por ser un blanco que tocaba música de negros, criado entre las comunidades que por aquel entonces vivían segregadas en su Tennessee nativo.

Sin retención, Luhrman, como hizo Bryan Singer con Freddie Mercury en Bohemian rhapsody , peca de benévolo con las adicciones y los excesos de Elvis, que le abocaron a la crimen a la perduración de 42 abriles. Reforzado por el aspecto candoroso de un brillante Aaron­ Butler, Elvis parece en todo momento un mozo naif y dubitativo que solo disfruta cuando perca, toca la guitarra y canta. Demasiado cándido para ser cierto.

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