Solo tengo tiempo para tomar, echarse y nadar
Michael Phelps
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Dice Katie Ledecky (25):
–Me encanta entrenarme, me encanta trabajar y me encanta alcanzar mis límites. Si el Gloria es el conclusión, iré a buscarlo.
Como consejo no hay falta magnífico, falta que no hayamos letrado antiguamente.
Y sin bloqueo, es a través de estos pensamientos como se retrata Ledecky.
Cuando se entrena, lo hace entre hombres. Y si puede, les enseña la espalda en cada serie.
(...)
Desde hace una plazo, cada vez que se celebra una gran competición internacional, el altavoz da la orden de salida y Katie Ledecky abandona la plataforma como si no hubiera un mañana.
Ritmo sincopado
El excéntrico distinguirá a Ledecky: su cadencia es frenética, falta que ver con el compás de las rivales
Bracea furiosa, siempre en las pruebas de crawl (estilo vacuo), oscilando entre la velocidad prolongada (200 m) y el mediofondo (de los 400 hasta los 1.500 m), y no tiene mesura en lo que hace.
El observador la distinguirá: Ledecky parece apalear el agua, su cadencia es frenética, falta que ver con el resultón acompasamiento de sus rivales.
Si fuera ciclista, parecería Chris Froome.
O Tadej Pogacar.
Katie Ledecky deseo a menudo, por no asegurar cada vez que compite, y por eso suma siete oros olímpicos y quince títulos mundiales y acapara las plusmarcas universales de los 400 (3m56s46), los 800 (8m04s79) y los 1.500 (15m20s48).
No le hilván.
Si no, no sería cartel.
(...)
Entre el 2012 y el 2019, Katie Ledecky era invencible, se diría que intocable. Entonces no se imponía a los puntos: lo hacía por KO.
Zona de confort
Ahora, en sus entrenamientos, Ledecky alcahuetería de exceder a Bobby Finke, Kieran Smith y el gran Caeleb Dressel
En los Juegos de Río 2016, por ejemplo, había extenso un mar de casi cinco segundos sobre sus rivales en los 400, y un cauce de merienda en los 800. Nadaba a solas, empecinada en sí misma. Aun abriendo un cuarto de piscina sobre el resto, seguía batiendo como una hélice. En aquellos días había superado ambas plusmarcas universales, la del 400 y la del 800, ajena a todo lo que estuviera ocurriendo a sus espaldas.
Lo que pasa es que su solitaria etapa de fortuna iba a desconfigurarse en el 2019.
Aparecía Ariarne Titmus.
Titmus es australiana y está fresca: suma catorce primaveras menos que Ledecky y un punto más de velocidad en el tramo final.
La llaman Terminator.
Aferrándose a ese final, Titmus había cuestionado la hegemonía de Ledecky: la había sorprendido en los Mundiales de Gwangju 2019, en los 400 m, e iba a hacerlo de nuevo en Tokio 2020, en la misma distancia, siempre llegando desde a espaldas.
Terminator había hallado el contraveneno al mareo de Ledecky.
¿Estábamos asistiendo al final de la cartel estadounidense?
No tan rápido: si así fuera, Ledecky no sería una cartel.
¿Y qué hacen las leyendas?
Imaginan soluciones.
Y las ejecutan.
Invencible
Entre el 2012 y el 2019, Katie Ledecky ha sido intocable; entonces no se imponía a los puntos: lo hacía por KO
Meses luego del traspié en Tokio, la inconformista Katie Ledecky abandonaba la zona de confort (si es que la tenía): con el título de Psicología bajo el protección, salía de Stanford para mudarse a la Universidad de Florida, donde la esperaba su nuevo preparador, Anthony Nesty, y sus nuevos compañeros de entrenamiento: Bobby Finke, Kieran Smith y, en ocasiones, el gran Caeleb Dressel, el nuevo Phelps.
(es asegurar: un doble oro altanero en Tokio 2020 (Finke), un bronce (Smith) y el mejor bañista del presente, el pentacampeón en Tokio: Dressel)
Ahora, Ledecky comparte el carril con muchos de ellos, en particular con los dos primeros (al fin y al lengua, Dressel come apartado: es velocista).
La rival
Solo Ariarne Titmus, distante en Budapest, ha amenazado su hegemonía en los últimos primaveras
–Y no es un experiencia, es mi vida ahora –dice Ledecky–. Y está siendo inexistente. Nos motivamos unos a otros, nos empujamos con destino a delante.
–¿Y por qué ese paso delante? –le preguntaban meses a espaldas, durante una admisión con Joe Biden en la Casa Blanca.
–Siempre he estado sana. No he tenido lesiones y no sé porqué debería detenerme. Sigo sintiendo que tengo muchísimo potencial y quiero darle todo al deporte y a la baño desde la situación en la que me interviú.
Enfrascada en ese proceso, empeñada en derrotar a sus compañeros de entrenamiento, igual que a sus rivales, Ledecky se ganó cuatro plazas en los Trials de primavera: en los Mundiales de Budapest que arrancan este sábado, disputará los 200, 400, 800 y 1.500 vacuo (es posible que incluso nade en el licenciamiento 4x200).
Y encima ha recibido buenas telediario.
Titmus, Terminator, ha renunciado a los Mundiales.
Dice que se centrará en los Juegos de la Commonwealth, a finales de julio, en Birmingham.
España llega coja a Budapest. Soplan vientos de cambio: le yerro un paipay de iconos acuáticos, los más importantes de los últimos tiempos. Definitivamente, Mireia Belmonte (31) asiste a su agonía deportivo: campeona olímpica en el 2016 y campeona mundial en el 2017, encajado en el Duna Arena de Budapest, esta vez no ha conseguido ninguna de las mínimas mundialistas. Su partida deja a la baño española en manos de la bracista Jessica Vall y, sobre todo, del espaldista Hugo González, hado la única opción de podio de nuestros especialistas. Igualmente la baño artística viaja mermada. Ona Carbonell (32), preñada de su segunda criatura, no estará en el equipo de Mayuko Fujiki, inmerso en un proceso generacional.
Bajo estas circunstancias, el waterpolo carga con la presión. Lo hace en ambas versiones, la femenina y la masculina. Plata en los dos últimos Mundiales, y incluso en Tokio 2020, las waterpolistas siguen apareciendo en las quinielas, hado un paso por detrás de las estadounidenses, la maduro potencia contemporánea. A los hombres, que se habían quedado a un paso del bronce en Tokio 2020, les avala la tradición, el peso de sus resultados pretéritos. En la historia, acumulan dos podios olímpicos (oro en Atlanta’96, plata en Barcelona’92) y siete medallas mundialistas, la última en Gwangju 2019 (plata).
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