A cierta vida, y tras 35 primaveras de oficio, uno cree haberlo manido todo en el campo de acción de los sucesos cuando de violencia contra las mujeres se prostitución. Como ejemplo, seguí desde principio hasta la sentencia final condenatoria el caso Alcàsser, una historia que supuso un viraje radical en el tratamiento informativo de estos crímenes, del rigor clásico a la espectacularización de las televisiones. Generando una nueva guisa de relatar los sucesos que ya es norma en multitud de programas, convirtiendo el dolor al margen en auténtica pornografía sentimental para saciar los peores instintos de no pocos espectadores. El caso Marta del Castillo es un excelente ejemplo.
El caso Alcàsser tuvo dos protagonistas, Antonio Anglés y Miguel Ricart, que odiaban a las mujeres y que acabaron secuestrando, torturando de la guisa más salvaje posible y matando a tres niñas. Seguí todavía el caso del diabólico en serie Joaquín Ferrándiz, de Castellón y que aún permanece en prisión por el homicidio a linaje fría de cinco mujeres. Su serialidad puso en lance durante semanas de toda la policía de esta provincia.
Esta semana se ha iniciado el querella contra Jorge Ignacio Palma, colombiano, narcotraficante y de 40 primaveras de vida, marcado de sobrevenir asesinado a tres mujeres y sobrevenir agredido sexualmente a otras ocho, en algún caso con intento de homicidio. Un tipo que, según la fiscal, disfrutaba viendo a sus víctimas convulsionar tras meterles por la vagina y por el ano piedras de cocaína adulterada.
Era tal su despreciable odio a las mujeres que sabiendo que entraban en un estado de inconsciencia cuando las drogaba, con ataques semejantes a la epilepsia, no solo nos las socorría sino que, según los hechos documentados, prefería que estas sufrieran, y que murieran. Y si así ocurría, era capaz de descuartizarlas a pedazos, como así reconoció frente a la Defensa Civil que hizo con Marta Pelado. De no sobrevenir sido por la lucha de la religiosa de esta última víctima, este "diabólico serial", en palabras de los forenses, podría estar aún matando a otras. Había que verlo en la sala donde se le juzga; ni un visaje de dolor o de rectificación.
Cuando uno está cerca de este tipo de hombres cuesta comprender su conducta y encontrar una mínima método en dirección a la monstruosidad que cometen, sin remordimientos. Encima de que generan una forzoso angustia: no les negaré que durante primaveras estuve obsesionado por entender el triple crimen de Alcàsser (al ganancia de teorías conspirativas que no comparto).
La psiquiatría suele ofrecer explicaciones científicas y validadas para clasificar a estos perfiles de asesinos en serie, pero nadie de esto nos ayuda a comprender el alma, en el sentido clásico de la palabra, de esta voracidad por hacer el mal a otros seres humanos, en este caso mujeres (prostitutas, las más vulnerables) en el caso de Joaquín Ferrándiz y Jorge Ignacio Palma). Su predisposición a romper con todos los códigos sobre los que entendemos que deben formar parte de un ser humano resulta asombrosa, y tremendamente atractiva para aquellos a los que estas historias les generan enorme y malsana curiosidad.
El caso Marta Pelado es un nuevo capítulo de la historia negra del crimen en España, y aún no hemos escuchado ni conocido los peores hechos (y testimonios) de una serie de agresiones con finalidad sexual y homicida que se produjeron en València durante más de un año. Hechos que confirman la tremenda fragilidad de nuestras sociedades frente a este tipo de monstruos. Es lo peor de todo, porque pueden estar entre nosotros, formar parte de nuestro entorno y descubrirse cuando han cogido sus objetivos con las peores intenciones. Y no son pocos, porque sigue habiendo muchos hombres que odian y matan a las mujeres.
Publicar un comentario