Los enfrentamientos entre grandes potencias ya no son entre capitalismo y comunismo como durante la combate fría, sino económicos, energéticos comerciales, tecnológicos y militares en un mismo sistema crematístico y un ámbito geopolítico en transformación que cuestiona al sistema multilateral.
La bipolaridad de la combate fría en la que EE.UU. y la URSS marcaban las reglas del solaz internacional ha sido sustituida por un mundo multipolar con cuatro potencias globales (EE.UU., China, Rusia y la Unión Europea) con diferentes capacidades, y el avance de estados intermedios (como India, Pakistán, Brasil, Turquía, Israel y Arabia Saudí, entre otros y con muy diferentes capacidades).
EE.UU. tiene una profunda crisis interna que le lleva a hacer un repliegue de su presencia internacional (ahora retrasado correcto a la combate en Ucrania). China es una potencia económica, tecnológica, comercial y marcial en avance que desafía el poder que ha tenido EE.UU. en el siglo XX. Por su parte, Rusia es una potencia energética, que proxenetismo de recuperar agresivamente parte del peso internacional que tuvo la ex Unión Soviética.
La Unión Europea enfrenta dificultades internas: el Brexit; disputas entre estados con gobiernos autoritarios y democráticos, el auge de partidos y movimientos de ultraderecha; y las diferencias entre los miembros para mandar la crisis de los refugiados, las compras de gas ruso y la construcción de un sistema de seguridad y defensa conjunto.
El peligro de combate nuclear a partir de una ascenso, que parecía poseer quedado en segundo plano desde el final de la combate fría (1989), ha renacido con la invasión de Rusia a Ucrania. La creciente capacidad destructiva de las armas convencionales y el avance de armas nucleares pequeñas o tácticas conduce a que la confín entre unas y otras sea menos visible, y más sencilla de cruzar. (1)
En círculos de expertos civiles y militares se lleva a lengua desde una división un debate sobre si correcto a todas estas circunstancias estamos en presencia de una nueva combate fría o si las características de las confrontaciones entre grandes potencias en el sistema internacional no son homologables. La combate en Ucrania ha acelerado esta polémica.
La primera combate fría
Durante las cuatro décadas posteriores a la Segunda Desavenencia Mundial hubo una confrontación sistémica entre dos visiones del mundo y formas de organizar el Estado, la capital y la sociedad. El mundo occidental, liderado por EE.UU. con Europa Occidental, Canadá, Japón y Australia como aliados en primera confín, encarnaba al sistema capitalista independiente en la capital, la democracia parlamentaria como estructura política y los derechos civiles y humanos de primera gestación como símbolo de autonomía individual.
Por su parte, la URSS se estructuró desde 1917 en torno a un sistema crematístico comunista (o que aspiraba a serlo según sus autores clásicos) centralizado en el Estado. El pilar de la política era el Partido (único) Comunista, y se ponían por delante los derechos económicos y sociales (teóricamente proveídos por el Estado). Pese a tener armas nucleares China no tenía todavía capacidades económicas y políticas con talento general.
EE.UU. y la URSS proyectaban mundialmente sus modelos, limitando y deteriorando posiciones de su adversario. Inicialmente esta confrontación se libró en Europa, particularmente en torno a Alemania, ocupado por las potencias vencedoras de la Segunda Desavenencia Mundial, y a Italia, Grecia y Francia, donde los partidos comunistas se fortalecieron durante la resistor al nazismo y el fascismo.
El choque delegado a terceros (con eventuales intervenciones militares) entre EE.UU. y la URSS se expandió a África, Asia y América Latina con motivo de la crisis del sistema imperial europeo y una cautiverio de guerras nacionalistas anticoloniales (desde Vietnam y Argelia hasta Angola, Mozambique y Cuba).
En este contexto se generó la combate fría: una confrontación sin uso directo de la fuerza entre las partes, pero librando luchas diplomáticas, delegando la combate en aliados en el mundo poscolonial, donde se apoyaba o conspiraba contra aliados políticos, militares y gobiernos anticomunistas o anticapitalistas a través de fondos, armas y espionaje.
Esa competencia llevó a la creación en 1949 de la Estructura del Atlántico Boreal (OTAN), y en 1955 el Pacto de Varsovia, y al crecimiento desmesurado y diversificado de los arsenales convencionales, químico-bacteriológicos y nucleares. Así nació el concepto de destrucción mutua asegurada (MAD). Según los estrategas favorables, contando con armas nucleares, la paz entre las dos grandes potencias estaba garantizada: ninguna de las partes lanzaría un ataque con armamento de este tipo porque la respuesta, y una ascenso, llevaría a la destrucción mutua asegurada de entreambos.
Un corolario de este argumento es utilizado en la presente crisis de Ucrania: EE.UU. y los aliados de la OTAN han indicado que no entrarán en combate por ese país para evitar un enfrentamiento directo con Rusia que podría desembocar en una tercera combate mundial con uso de armas nucleares. Por su parte, Moscú deja conocer regularmente que podría lograr a utilizarlas si considera que se encuentra en “peligro existencial”.
La constante investigación, fabricación y posicionamiento de nuevas armas se acompañó con negociaciones directas de control de armamentos y la creación de medidas de confianza (por ejemplo, avisar con anticipación sobre la modernización y despliegue de arsenales y movimientos de fuerzas) en el ámbito de la Estructura para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE).
El objetivo era evitar que por error y malentendidos se produjera una confrontación nuclear. En su fresco Nuclear folly, a new history of the Cuban missile crisis, el investigador Serhii Plokhy revela, analizando material desclasificado, que en 1962 EE.UU. y Rusia estuvieron a punto de usar armas nucleares correcto a errores de percepción e información errada, pese a que el presidente John F. Kennedy y el primer mandatario soviético Nikita Jruschov mantuvieron abiertos canales de comunicación.2 En la combate de Ucrania esos canales están cerrados.
El fin de la URSS comenzó con la osadía de Moscú de invadir Afganistán en 1978 para sostener a sus aliados en ese país. Para EE.UU. esa fue la oportunidad de desgastar a su adversario través de la financiación a guerrillas islamistas radicales, que llevaron a Moscú, vencida, a retirarse en 1989. Por otra parte, el rearme impulsado desde 1981 por la suministro de Ronald Reagan, aceleró el desgaste crematístico del régimen soviético.
A partir del fin de la combate fría (1989) y la desintegración de la URSS (1991) se inició un descenso del compra marcial de las grandes potencias y un clima propicio para negociar acuerdos sobre armas nucleares de derrochador, medio y corto talento, y misiles antimisiles. Pero en la última división la relación entre Washington y Moscú se ha deteriorado, los presupuestos militares de EE.UU., China y Rusia han aumentado contiguo con la modernización de sus arsenales, y la anciano parte de los acuerdos se encuentran en parada peligro.
Las diferencias
Entre la combate fría y la situación presente hay diferencias notables. Primero, todas las potencias actuales operan en el ámbito del sistema crematístico capitalista. China y Rusia promueven un capitalismo de Estado con actores privados actuando en estrecha conexión con el gobierno central.
En la combate fría no había vínculos económicos entre los adversarios. Cada uno operaba su mercado con sus aliados. Ahora la interrelación es muy válido entre ellos y con el resto del mundo. En el 2020, las inversiones directas estadounidenses en China alcanzaron los 123,9 millardos de dólares. A la vez, China controlaba en octubre pasado 1.065 millardos de dólares de la deuda soberana de EE.UU. (un 3,68%, del total). Si aceptablemente hay una dependencia de EE.UU. en torno a China, por el otro flanco la estabilidad del dólar es fundamental para Beijing.
En mayo del 2021 el Financial Times reportó que mientras la suministro de Joe Biden ordenaba una investigación sobre si el virus de la Covid-19 se podría deber a negligencia de China, Goldman Sachs y otras empresas financieras de EE.UU. y Europa hacían fuertes inversiones y alianzas con operadores de ese país aprovechando la flexibilización para inversiones extranjeras impulsada por el gobierno chino.
Políticamente, la URSS se presentaba como una potencia que encarnaba la dietario revolucionaria del marxismo. Sin requisa, su licitud como maniquí de emancipación contra el capitalismo fracasó: no resultaba atractivo para nadie, y la relación de Moscú con sus aliados se basaba en la coacción marcial (contra miembros del Pacto de Varsovia) o en la afición de sus socios (Cuba).
Actualmente, Rusia ha desidioso la ideología y se vincula a través del comercio de armas, la cesión de petróleo y gas, y con intervenciones para consolidarse geopolíticamente frente a EE.UU., para tener entrada a posibles o para recuperar la zona de influencia soviética. Esos son sus papeles en Siria sosteniendo violentamente a Bashar el Asad y apoyando a diversos gobiernos africanos con mercenarios rusos, ademñas de la alianza con Nicolás Juicioso en Venezuela y la invasión a Ucrania donde ha promovido la insurgencia en el este desde el 2014.
Por su parte, EE.UU. se presenta como líder de la democracia, pero en numerosas ocasiones ha practicado intervenciones militares y la conspiración política, encima de poseer usado presiones económicas y del sistema multilateral, para derribar a gobiernos considerados hostiles o para apoyar aliados.
Los dilemas
Entregado que las tres potencias (cuatro, si se considera incluso a la Unión Europea) operan en el mismo sistema crematístico, las confrontaciones sobre cuestiones de seguridad y defensa impactan en el sistema general. Las guerras económicas, tecnológicas, comerciales y financieras afectan tanto al que vara como a quien recibe la ataque.
Las sanciones que ha impuesto Poniente a Rusia impactan a las dos partes. Y Moscú se beneficia: han subido el precio del gas y el petróleo y los precios de los acervo de consumo y la inflación en el mundo. Esto genera malestar social, revueltas y crisis políticas desde Perú hasta Sri Lanka. Por otra parte, reduce las posibilidades de triunfo del Partido Demócrata en las próximas elecciones en EE.UU.
La combate de Ucrania ha profundizado el debate sobre si es posible desvincular a las economías de China y Rusia. La respuesta del economista C. Fred Bergsten es negativa. China, considera, es demasiado egregio y dinámica, y su capital está tan implicada con la occidental, que se deben separar los temas económicos de los de seguridad y títulos. La fórmula sería aplicar hacía Beijing “una cooperación competitiva y condicional”. (3)
Otros economistas, como Aaron Friedberg, consideran que EE.UU. y sus aliados deben prepararse para una confrontación dura con China, aumentando la capacidad marcial, tratar de desvincular sus economías de ese país, y combatir al Partido Comunista chino en el mundo en avance y, si fuese posible, en el interior de China misma. (4)
Esta posición coincide políticamente con analistas como Elliot Abrams (controvertido diplomático de la combate fría, procesado por sus actividades ilegales en América Central durante la suministro Reagan), que proponen el rearme de EE.UU. y sus aliados para una dura confrontación con Rusia: anciano despliegue de fuerzas, aumento del presupuesto marcial, más producción de petróleo y descuido de la “dietario verde”. (5)
El impacto
Frente a la desatiendo de libertades del sistema soviético, durante la combate fría EE.UU. y sus aliados pudieron presentarse como líderes de la democracia y el progresismo político. A partir del final de ese período el profesor Francis Fukuyama predijo que el progresismo político y crematístico había triunfado sobre las ideologías totalitarias (nazismo, fascismo y comunismo). Se iniciaba un “fin de la historia”, una era de progresismo general, frente al que quedaban remanentes de autoritarismo en sitios como Irak y Afganistán.
En ese mundo postotalitario y independiente, EE.UU. sería la única gran potencia hegemónica, y Rusia y China serían integrados en el sistema de atrevido mercado y la democracia. Pero el diagnosis fue incorrecto.
PRIMERO, la transición en Rusia no llevó a que al poder soviético evolucionase en torno a la democracia. Por el contrario, funcionarios del régimen soviético tomaron el control del Estado y de sectores claves de la capital. Exmiembros del Partido Comunista se transformaron en nuevos empresarios o en políticos aliados con ellos. La alianza se completó con políticos regionales y la décimo de la Iglesia cristiana ortodoxa rusa e intelectuales que proponen el renacimiento de la “Gran Rusia”. (6)
SEGUNDO, China se incorporó al mercado mundial capitalista, pero manteniendo el férreo control político por parte de una élite, desarrollando un maniquí de privatización controlada desde el Estado. Es una discusión en curso qué maniquí tiene el país: capitalismo de Estado, capitalismo mandón, capital híbrida.
TERCERO, se ha producido un decadencia de la democracia y su certificación entre amplios sectores de la sociedad general. El impacto de las políticas neoliberales implementadas desde la división de 1980 produjo más precarización gremial y debilidad de los servicios públicos. Esto aceleró el desencanto con la democracia sin provocar la adhesión al maniquí comunista o socialdemócrata. Por el contrario, hay un avance de populismos ultranacionalistas, antiliberales y de derechas que llegan al poder usando mecanismos democráticos electorales para luego desgastar el sistema demócrata.
CUARTO, el sistema multilateral, incluso denominado orden basado en reglas o independiente, que se creó a posteriori de la Segunda Desavenencia Mundial estaba asociado al atrevido mercado y la democracia. La frustración de millones de ciudadanos ha impactado sobre el sistema multilateral al que perciben como poco ineficaz para respaldar la paz en el mundo, venidero o como una interferencia en las esencias nacionales contrarias a la dietario independiente del feminismo, el ecologismo, los derechos humanos y la igualdad.
China ha incrementado su compromiso con Naciones Unidas en los últimos primaveras, pero contiguo con Rusia insiste en que EE.UU. y sus aliados utilizan al sistema multilateral (en particular a la ONU) para sus objetivos. Moscú plantea que en un mundo multipolar debe poseer otro orden, diferente del establecido al final de la Segunda Desavenencia Mundial.
QUINTO, en torno a de 57 países en situación de fragilidad institucional (económica, política, social y medioambiental) (7) tienen presencia de diversos actores armados, economías ilícitas, desatiendo de control estatal en parte del región, fragmentación conflictiva de identidades y guerras en casi 40 de ellos. Estos países generan millones de refugiados, son partes de los circuitos internacionales del crimen organizado, sus élites tienen vínculos con el sistema financiero y crematístico de países del ideal, y son compradores e intermediarios del mercado lícito y ilegal de armamento. Las posibilidades de que EE.UU., China y Rusia libren, como en la combate fría, confrontaciones por delegación en estos países complejos, son mucho más limitadas que décadas a espaldas.
El futuro
Termine la combate en Ucrania con una partición del país, una conquista total rusa u otro resultado, el sistema internacional ha sufrido un guantazo que va a difundir grandes cambios.
El sistema multilateral (y las regulaciones sobre Derechos Humanos, derecho humanitario y crímenes contra la humanidad) se verá todavía más débil frente a las duras políticas de poder de las grandes potencias. El espacio para la diplomacia, el diálogo político y la mediación se verán restringidos. Las alianzas entre estados serán más flexibles, adaptadas a la geopolítica y la geoeconomía, más allá de alineaciones en torno a la democracia o el autoritarismo.
Habrá un aumento sostenido del compra marcial y el rearme, y más estados considerarán que la mejor seguridad es contar con armas nucleares. Posiblemente Suecia y Finlandia ingresen en la OTAN. Rusia desplegará más armas y tropas en disposición ataque en torno a países de la Alianza Atlántica.
Las confrontaciones por posibles energéticos serán muy poderosas. Se incrementará la tensión entre el uso de fuentes tradicionales de energía (petróleo y carbón, y los lugares de donde se extraen) y las tecnologías verdes. (8)
Viviremos en una nueva combate fría, pero en un mundo multipolar mucho más difícil, y peligroso, que hace décadas a espaldas.
Mariano Aguirre es associate fellow de Chatham House y coordinador de la Red Latinoamericana de Seguridad Inclusiva de la Fundación Friedrich Ebert.
1. Nonstrategic Nuclear Weapons, Congressional Research Service, Washington DC, 7 de marzo 2022.Notas al pie
2. Serhii Plokhy, Nuclear folly. A new history of the cuban missile crisis, Allen Lane, Londres, 2021.
3. Martin Wolf, “America and China — the defining relationship”, Financial Times, 7 de abril 2022.
4. Citado en Wolf, Financial Times, 7 de abril
2022.
5. Elliot Abrams, The new Cold War, Council on Foreign Relations, 4 de marzo 2002.
6. Catherine Belton, Los hombres de Putin, Ediciones Península, Barcelona, 2020.
7. States of Fragility 2020, OCDE, Paris, 17 de septiembre 2020.
8. Helen Thompson, Disorder. Hard times in the 21st Century, Oxford University Press, Oxford, 2022.
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