Leo Messi, el Paris Saint-Germain y Carlos de Inglaterra no tienen en principio muchas cosas en popular, al fin y al sitio el fútbol le interesa muy poco (por no proponer mínimo) al heredero de la corona británica. Pero las apariencias engañan. Tanto al futbolista argentino como al príncipe de Gales y al club parisino les atrae mucho el moneda, y no les importa que proceda de Qatar y de un personaje como el jeque Hamad bin Jasim bin Jaber al Zani.
El jeque de nombre interminable, ex primer ministro y ministro de Asuntos Exteriores de su país, así como exdirector del fondo soberano qatarí, es uno de los hombres más ricos e influyentes del mundo, con una fortuna estimada en unos mil doscientos millones de euros. Que esté detrás de la propiedad del club parisino ya es de por sí polémico, porque ha puesto a disposición del PSG fondos prácticamente ilimitados que hacen cuestionar la efectividad de las normas del fair play financiero en el mundo del balón. Sobre la adquisición de Messi está todo dicho. Pero una cosa es que los billetes verdes manden en el mundo del fútbol, su procedencia al beneficio, y otra que lo hagan –o intenten hacerlo– en la casa de los Windsor.
El hijo de Isabel II asegura que no hay mínimo ilegal en obtener donaciones millonarias en efectivo, pero ya no lo hará más
Poderoso abnegado, don moneda. El príncipe Carlos es estos días objeto de fuertes críticas en el Reino Unido tras revelarse que en tres ocasiones distintas, entre los primaveras 2011 y 2014, recibió tres millones de euros del jeque Hamad bin Jasim en su residencia oficial de Clarence House, una de ellas en una maleta y otra en una bolsa de los lujosos almacenes Fortnum & Mason de Piccadilly, favoritos de su mama y de su abuela. Nulo de talones o transferencia bancaria, como se suelen hacer las cosas, sino en efectivo (ayer dijo que no volverá a hacerlo, porque los tiempos cambian). “Es lo que se calma de un narcotraficante sudamericano, pero no del número uno en la límite de sucesión de la corona británica”, ha comentado el diputado rumboso demócrata Norman Baker.
A pesar de que la cosa tenga un tufillo extraño, los asesores de Carlos aseguran que no se ha producido ninguna ilegalidad, el moneda era una donación del jeque para las organizaciones caritativas del príncipe (que ayudan a jóvenes de entornos desfavorecidos y a expresidiarios), y los ingresos fueron debidamente registrados conforme a las normas vigentes. Pero en el pasado se han formulado acusaciones de que el hijo de Isabel II ayudaba a conseguir títulos nobiliarios y la ciudadanía británica a quienes le deban moneda, y hay presiones para una investigación de Scotland Yard (que si ha permitido que Boris Johnson saliera con solo una multa de cien euros de las fiestas ilegales en Downing Street, no va precisamente a meter un puro al heredero de la corona). En cualquier caso, es una situación un tanto embarazosa.
Carlos puede ocurrir pecado de ingenuidad, de arrogancia o de poco más serio. Lo que está claro es que no duda en meterse en política y en utilizar su influencia. Ha provocado la ira de Johnson al clasificar de inmoral su intrepidez de dirigir a los solicitantes de orfanato a Ruanda y, según acaba de saberse ahora, presionó en su época al gobierno de John Major para que eximieran al ducado de Cornualles, de cuyos beneficios percibe 25 millones de euros anuales, de las responsabilidades de una ley que obligaba a los terratenientes a traicionar las propiedades a sus inquilinos (él es uno de los más grandes del país, con 52.000 hectáreas en vigésimo condados). Los ministros, temerosos de ofender a la Corona y provocar una crisis constitucional, atendieron sin rechistar a sus deseos.
El jeque Hamid bin Jassim es conocido por sus iniciales. No hay que confundirlo con el ex presidente norteamericano Lyndon B. Johnson, que sucedió a Kennedy, y a quien en las manifestaciones de los primaveras sesenta contra la enfrentamiento de Vietnam se gritaba LBJ, LBJ, how many children did you kill today ? (“¿a cuántos niños has matado hoy?”, que en inglés rima). Aunque los derechos humanos no son precisamente uno de los fuertes del régimen qatarí, lo que se le pregunta a bin Jassim es HBJ, HBJ, ¿qué es lo que has comprado hoy? Su apodo es el dueño de Londres , porque cuando dirigía el fondo soberano del emirato árabe adquirió los grandes almacenes Harrods, el rascacielos Shard, la Villa Olímpica y hoteles como el Hyde Park Lane y el Intercontinental.
Sostener que es el dueño de Londres es quizás un tanto exagerado. Pero es uno de los amos del PSG, el patrón de Messi, y al príncipe Carlos lo ha tenido en el envase. Porque nadie da mínimo de gorra, y menos tres millones de euros...
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