La situación económica española se caracteriza por tener datos aparentemente contradictorios. Por una parte, el empleo va como un tiro, igual que la cobro fiscal o las cotizaciones a la Seguridad Social. Pero, por otra parte, tenemos una inflación desbocada por encima de los dos dígitos que no se veía desde hace 37 primaveras, una ralentización del crecimiento financiero y del consumo, acompañados de un obligación divulgado estructural en subida soberano y una deuda disparatada.
Todos los indicadores hacen pensar que a corto plazo la situación es buena, mientras que a medio plazo y espléndido plazo es amenazadora. La buena campaña turística está haciendo de cortina de humo. Es el ejemplo de las mareas, que cuando sube el agua no dejan ver las rocas que hay en la bocana del puerto. Solo cuando depreciación y el agua se retira, descubrimos que la situación está bloqueada y que los barcos no pueden entrar a puerto.
España no va correctamente, como no van correctamente Europa ni el resto del mundo
De momento estamos de fiesta. Nos vamos de holganza y a la dorso Altísimo proveerá, aunque todos somos conscientes de que nos demora un otoño muy frío, por no platicar de un invierno que puede ser helado.
El Gobierno hasta hace escasamente una semana había abrazado la teoría del “España va correctamente” y la vicepresidenta económica había primoroso un relato parecido al de Alicia en el país de las maravillas . No veía problemas por ningún banda. Pero las cosas han empezado a torcer. Les ha llegado el cambio de sentimiento que se está produciendo en la sociedad, que empieza a pasarlo mal. Se está produciendo pérdida del poder adquisitivo de los ciudadanos y una seria desgaste de sus ahorros. Esta situación estaba produciendo un distanciamiento entre el Gobierno de coalición y los ciudadanos, que cada día se refleja en las encuestas.
“¿Qué está pasando para que cada vez nos voten menos con lo correctamente que lo estamos haciendo?”, se preguntan en Moncloa. Y por muchas vueltas que dan no encuentran una respuesta que está delante de sus arrojo. Existe un espinoso error en el diagnosis que se estaba haciendo con un “España va correctamente” alimentado por palmeros y el mecanismo mediático familiar, que poco a poco se ha ido haciendo más crítico.
España no va correctamente, como no van correctamente Europa ni el resto del mundo. Los problemas se han ido acumulando tras una pandemia que no termina de desaparecer, crisis energética, sobreendeudamiento, cuellos de botella en los suministros y por si faltaba poco, la invasión de Ucrania por Rusia que cada vez es más una extirpación económica mundial. Se ha roto la globalización, ha reaparecido el telón de puñal y faltan materias primas.
Pedro Sánchez con su instinto de supervivencia ha dejado de banda los planteamientos buenistas y ha empezado a acopiar en su discurso el cambio de sentimiento. El relato en el discurso del Estado de la Nación empieza a torcer del “España va correctamente” al “crimen, sudor y lágrimas”. El Presidente sabe que en política se puede hacer todo menos el ridículo.
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