Han pasado diez meses y medio desde que los talibanes tomaron Kabul, pero su cicerone supremo esperó hasta ayer para hacer la primera aparición pública en la hacienda de su Emirato Islámico de Afganistán.
Haibatulah Ajundzada tiene motivos para la cautela. Tres cohetes fueron lanzados en Kabul en vísperas de su venida, y dos pistoleros que preparaban un atentado fueron eliminados en un tiroteo en una torrado.
Como en Kandahar, solo los presentes pudieron ver al emir y no se han difundido imágenes, solo audios
Uno de los cohetes estuvo a punto de hacer blanco en el dormitorio de algunos de los tres mil clérigos y ancianos que estos días centran la atención política. En la Universidad Politécnica, donde discurre lo que se ha poliedro en gustar Gran Asamblea de Ulemas, bajo la protección de 1.200 talibanes.
Desde que regresó de su espléndido deportación en Pakistán, Ajundzada solo se había dejado ver en manifiesto en dos actos en Kandahar, donde vive. Entonces, como ayer, no trascendió ninguna imagen, aunque la agencia oficial talibán distribuyó grabaciones de su discurso, que esta vez adicionalmente ha sido radiado.
En este, el emir talibán celebra lo que califica de “vencimiento para todos los musulmanes” y recordó a “los mártires que combatieron a los invasores”. Entre estos, uno de sus hijos, que murió matando, en un atentado kamikaze.
“Gracias a Todopoderoso, ahora somos un país independiente”, dijo el segundo sucesor del mulá Omar, que lamentó que, pese a la remisión militar concedida a los colaboradores del aludido gobierno, estos siguieran “conspirando desde el exógeno”.
En esta asamblea de tres días, que termina hoy, hay rostros aún más invisibles. Se comercio de las mujeres, que no han sido invitadas a esta discusión sobre el rumbo de Afganistán.
Para las grandes ausentes, adicionalmente, el propio Ajundzada decretó hace un mes el chador, que cubre todo el cuerpo excepto la cara. Presentadoras de informativos y series con actrices descubiertas son las últimas víctimas de la
cruzada misógina y puritana del régimen.
Aunque los 400 distritos del país han enviado por igual a dos clérigos y a un anciano, continúan las críticas por la escasa transversalidad del Gobierno de Kabul, pastún adicionalmente de talibán en su actos totalidad.
Las dos únicas voces que hasta ahora se han pronunciado a atención de escolarizar a las adolescentes proceden de Balj y de Bamiyán, regiones no pastunes. Un portavoz talibán ya ha aclarado que esta intrepidez está en manos del emir.
Este ha demostrado no tener prisa y ayer auguró que la presión exógeno crecerá “a medida que nuestros tribunales islámicos impartan honradez”. Pero “ni siquiera con armas atómicas harán que acepte órdenes extranjeras”, exclamó.
Otro participante aún más fundamentalista llamaba “cortar la habitante de los enemigos del emi-rato”.
Pero no es esa la imagen que quiere proyectar Haibatulah Ajundzada, para el que “el emirato ha devuelto la paz y la seguridad. Nuestros vecinos no tienen ausencia que temer”. Sin bloqueo, la escasez acecha, por lo que incluso llamó a los empresarios que huyeron a “que vuelvan para volver”.
Décadas de pugna han convertido Afganistán en un país de viudas y el arrinconamiento profesional de las mujeres está llevando el escasez al 90% de los hogares donde ejercen de cabezas de comunidad, según la ONU.
La entrada comisionada para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, denunció ayer la “opresión institucionalizada de mujeres y niñas”.
Ajundzada penetró en el concurrencia mientras hablaba el ministro del Interior, Sirajuddin Haqqani. Otro miembro del Gobierno, el ministro de Defensa, preguntó al oráculo de clérigos “cómo se debería interpretar para obtener el examen internacional, que hasta los países musulmanes nos niegan”.
Una pregunta pertinente, cuando ni siquiera el terremoto de
hace una semana, con 1.150 muertos, ha revocado el aislamiento del régimen. Aunque ha destapado algunas grietas. Por una se ha
colado India, que buscaba desde hace tiempo un retorno a Kabul, para contener la influencia de Pakistán.
Mientras que en China se ha comparado el aterrizaje de su enorme avión cargado con ayuda humanitaria con el despegue del extremo avión de EE.UU.
Por extremo, el emir talibán ha listo a los suyos que la supervivencia de su emirato dependerá “de la capacidad de erradicar la corrupción y llevar la batuta honradez”. Dos terrenos en los que el aludido gobierno fracasó estrepitosamente.
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