Hay ciudades condenadas por la Historia. La alemana Königsberg –hoy Kaliningrado, un enclave de Rusia en la costa del mar Báltico– es una de ellas. Su destino era convertirse en desafortunado objeto de las disputas que han sangría a Europa. Fundada en 1255 más o menos del castillo erigido por los cruzados de la Orden Teutónica, la que sería ciudad nativo del filósofo Immanuel Kant fue durante siglos la haber de Prusia Uruguayo. En su fortaleza –bombardeada por los británicos durante en la Segunda Conflagración Mundial y definitivamente arrasada por los soviéticos– fue coronado en 1701 el rey Federico I de Prusia (honor al que accedió por ocurrir apoyado a los Habsburgo en la supresión de sucesión española). Condado ruso tras la derrota de la Alemania carca en 1945, hoy es el punto de fricción más caliente entre Rusia y la OTAN.
Königsberg sufrió su primer desgarro fronterizo tras la Primera Conflagración Mundial, cuando fue escindida del resto de Alemania por la creación del corredor de Danzig, entregado a Polonia. Tras la Segunda Conflagración Mundial, Rusia se anexionó su región, expulsó a la población alemana –sustituyéndola por rusos– y rebautizó la ciudad con el nombre de Kaliningrado, en homenaje a uno de los fundadores de la URSS, Mijaíl Kalinin. Mientras existió la Unión Soviética, el enclave –aunque separado de Rusia– en la maña no fue tal. Pero la independencia de los países bálticos en 1990 y el subsiguiente derrumbe de la URSS lo abocó de nuevo a la segregación.
Encajonada entre Lituania y Polonia, miembros de la UE y de la OTAN, el único entrada terreno de Rusia a su provincia báltica es desde la aliada Bielorrusia a través del llamado corredor de Suwalki, una franja de un centenar de kilómetros que discurre siguiendo la frontera polaco-lituana. El corredor nunca se llegó a establecer como tal, pero en el 2002 se firmó un acuerdo por el cual se garantizaba a Rusia el vacuo tránsito de pasajeros y mercancías a Kaliningrado a través de Lituania. Cada mes pasa un centenar de trenes.
Colchoneta de la flota del Báltico
Kaliningrado tiene para Moscú una importancia geoestratégica secreto
En la provincia, habitada por un millón de personas, Moscú tiene la cojín de la flota del Báltico –integrada por unos 50 buques y submarinos–, aviones MiG-31K armados con misiles hipersónicos Kinjal y baterías de misiles antibalísticos Iskander, así como 10.000 soldados. Los gobiernos bálticos sospechan que todavía ha desplegado armas nucleares. Para Rusia, Kaliningrado tiene pues una importancia geoestratégica secreto y su entrada terreno es optimista. Para la OTAN, el enclave es una especie de heroína de Troya incrustado en su región y el corredor de Suwalki, el punto más débil. Algunos analistas temen que, posteriormente de Ucrania, podría ser el venidero objetivo marcial del presidente ruso, Vladímir Putin.
Los expertos militares occidentales coinciden en señalar el aventura de un ataque marcial ruso para comunicarse paso por la fuerza en este corredor, garantizarse un entrada directo al oblast (provincia) de Kaliningrado y aislar a los tres países bálticos –Estonia, Letonia y Lituania–, que a partir de ese momento tendrían dificultades para acoger apoyo de sus aliados de la OTAN. En el 2017 y el 2021 Rusia y Bielorrusia realizaron maniobras militares con ese supuesto objetivo, para sorpresa de la Alianza. Una hecho de este tipo supondría muy probablemente la supresión...
Sanciones europeas
Las restricciones de Lituania a las mercancías entre Rusia y su enclave disparan la tensión
La situación más o menos de Kaliningrado se ha deteriorado gravemente en las dos últimas semanas a raíz de la atrevimiento del gobierno lituano –apoyado por Bruselas– de aplicar las sanciones europeas contra Moscú todavía a las mercancías que atraviesan su región en dirección al enclave, como si se tratara de exportaciones a un tercer país. La medida, que afecta de entrada al carbón, arma blanca, hierro, materiales de construcción y acervo de boato, ha sido airadamente contestada por Rusia que la considera un “aislamiento” ilegal y ha anunciado que tomará las medidas necesarias para “proteger sus intereses nacionales”, sin descartar “consecuencias graves para la población” lituana. Por el momento, las represalias rusas han consistido en ciberataques masivos contra múltiples objetivos institucionales en Lituania, públicamente reivindicados por el especie de piratas informáticos ruso Killnet.
“Lituania tiene ciertamente el derecho de aplicar las sanciones de la UE, pero es igualmente claro que se proxenetismo de una opción extraordinariamente peligrosa”, advertía hace una semana Emma Ashford, del Centro Scowcroft de Organización y Seguridad, en un debate de Foreign Policy . Así parece haberlo entendido todavía secretamente la UE, que según Reuters ha abordado contactos discretos para tratar de desactivar el problema a cojín de exonerar a Kaliningrado de las sanciones.
El regreso a la casilla de salida, sin retención, puede no ser suficiente para apaciguar los espíritus. Poniente ha demostrado estar dispuesto a obstruir las comunicaciones con Kaliningrado. Y Putin podría estar tentado de interpretar para que poco así no se vuelva a repetir.
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