No hay duda de que estamos en un momento disruptivo de la historia. Al igual que la Primera Conflicto Mundial representó el punto por el que la historiografía dio por terminado el siglo XIX, la crisis derivada de la covid y la invasión de Ucrania lo serán para finiquitar el siglo XX. Coinciden los dos acontecimientos en representar el fin del maniquí crematístico, político y social dominante hasta el momento. Y coinciden igualmente en suponer el inicio de poco nuevo, pero desconocido.
Fijémonos en los interrogantes que nos acechan y que no se alejan en exceso de los que podríamos encontrar en la primera período del siglo XX: tensiones políticas y radicalización discursiva derivada del mejora de populismos de corte nacionalista, aumento significativo de las desigualdades, desequilibrios provocados por una globalización económica pero no política, desorientación ideológica, cuestionamiento del futuro del trabajo, impacto de una nueva revolución tecnológica, supremacía de la política monetaria sobre la fiscal y la reconfiguración del mundo en nuevos bloques económico-militares.
La incertidumbre es evidente, pero debemos evitar que sea caldo de cultivo para el miedo como aparejo manipulativa. Antonio Gramsci decía que “el remoto mundo se muere; el nuevo tarda en aparecer, y en ese claroscuro surgen los monstruos”. Los monstruos de nuestro mundo no son solamente líderes políticos o económicos tiranos y extractivos, igualmente lo son los agoreros que toman relevancia social a partir de profetizar el hecatombe mientras alertan de que no tenemos nulo que hacer y que todo está perdido.
Manipulación
Los agoreros hacen examen parciales sobre algunos índices económicos, dejando en segundo plano grandes logros positivos
En el mundo de la finanzas igualmente ocurre que profetizar el desastre vende más que proyectar alegría. Claro que, como la finanzas es cíclica (Kondratieff estimó que un ciclo crematístico tiene 54 primaveras de duración) es cuestión de tiempo adivinar sobre un colapso y la uniforme crisis.
Hoy por hoy, los agoreros del miedo crematístico vuelven a sacar la habitante poniendo bajo sospecha el futuro de las pensiones, el cuota de la deuda pública o el supuesto impacto gafe de la tecnología sobre el empleo. Hacen examen parciales sobre algunos índices económicos, como la inflación o la prima de peligro, y dejan premeditadamente en segundo plano otros como el crecimiento del PIB, la tasa de paro, los fondos para la transformación económica, los planes de transición energética, el incremento del salario intrascendente y la maduro protección de los trabajadores a tenor de la nueva constitución sindical. Hoy hay más Europa que nunca, la orientación de la Comisión Europea y del BCE no tiene nulo que ver con la del 2008.
Los retos del cambio de siglo deben ser afrontados con serenidad, poniendo la razón por encima de las emociones, recuperando los principios del humanismo y la Ilustración, el sentido de la comunidad y la harmonía con la naturaleza. El miedo, en cambio, siempre ha estado al costado de la tiranía y la opresión.
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