El hombre buscaba riesgos,Summer in the city, 1949
emociones, placeres de gran calibre, lugares
no folklóricos, negocios,
aproximaciones calculadas, objetos
de deseo que acaparen
la atención y mantengan
la calma, nuevos estímulos
al capacidad de la mano, indulgencias,
devaneos, iconos sexuales,
pruebas irrefutables, aventuras, consejos
puestos entre paréntesis, luces verdes, calzado cómodo,
formas de expresión de una presupuesta
supremacía, entradas gratuitas para el partido,
maneras de ocurrir el rato temerarias
y febriles, ventajas antiguamente que lamentos, respuestas
como Jehová manda. La mujer, sin requisa, buscaba bienquerencia.
Del texto Edward Hopper de Ernest Farrés Junyent
Traducción de Laura Ferrero
Viena, 2006 (inédito en castellano)
Veranos de playa, de montaña... o de ciudad. Puede ser la propia o podemos ir a hacer turismo, pero ¿qué buscaremos? ¿Qué encontraremos? Todavía más: ¿quiénes seremos? Porque podemos ser ese maslo arquetípico en examen de riesgos, emociones o placeres de gran calibre, que pide “respuestas como Jehová manda”. ¿Seremos quizá la mujer que “buscaba bienquerencia”? Solo hay dos versos principales, en el poema, un hombre presente en la expansión; una mujer que en contraposición puede parecer corta a un único objetivo, el bienquerencia, pero a la vez entre el bienquerencia y la banalidad circunstancial no hay batalla posible. Buscarán activamente o quedarán en el deseo sin más, no lo sabemos, y quizá hay un momento para cada cosa, para preguntar o para replicar, para conversar o para escuchar.
“En el poema –dice Farrés– se adivinan muchos de los temas primordiales de Hopper: la alienación, la soledad, la incomunicación hombre-mujer...”
Preguntamos al autor. Replica y lo escuchamos.
El poeta y periodista Ernest Farrés –y compañero en la sección de Estampación de este diario– se acercó al tema a través de una pintura de Edward Hopper, Summer in the city. Bueno, hemos dicho una pintura y hablamos de un poema, pero de hecho Farrés dedicó todo un texto a anotar cincuenta obras del pintor, con un título que no puede ser más claro: Edward Hopper, que la editorial Viena publicó en el 2006, y que ha sido traducido al italiano, al germánico y asimismo al inglés, tarea por la cual el traductor, Lawrence Venuti, obtuvo el premio Robert Fagles en el 2008. La interpretación en castellano del poema es de Laura Ferrero.
Con el texto Farrés (Igualada, 1967) “quería explicar no solo el mundo bello de Hopper sino asimismo imprescindible, o sea, biográfico, y al mismo tiempo explicarme a mí mismo”. Es asegurar, que sirviéndose de Hopper ofrecía un itinerario poético de sus propias inquietudes, reflexiones o vivencias.
“El poema Summer in the city –continúa– es suficiente idiosincrático de Hopper, porque se adivinan muchos de sus temas primordiales: la alienación, la soledad, la incomunicación hombre-mujer... Hopper, de algún modo, y aunque a menudo ha sido inculpado de ser un pintor practicable, creo que destaca como pocos a la hora de retratar las contradicciones de nuestra sociedad moderna, industrializada y urbana. Bueno, al menos la de su tiempo, en el siglo XX, pues ahora estamos ya en una sociedad postindustrial, tecnológica, etcétera”. E insiste en que “para entender la alienación que sufrió una mayoría de personas en el mundo desarrollado durante el siglo XX, las pinturas hopperianes son excelentes”.
Todo eso lo sintetiza en los poemas, y este, dice, “adicionalmente tiene la particularidad de revelar de forma muy cruda esta confrontación silenciosa entre el universo masculino y el mujeril: en el cuadro es evidente, y en mi poema lo articulo con una estructura binaria, en que una larga nómina de micción masculinas se oponen a una simple pero compleja menester de las mujeres. Aquí, en el poema, el ‘hombre’ y la ‘mujer’ no son obviamente nadie en concreto, sino arquetipos, modelos. En los cuadros de Hopper las figuras humanas asimismo son siempre modelos de aquella sociedad norteamericana urbana enajenadora, casi autómatas, anónimos, universales...”.
Y si el arte y la humanidades van de la sucedido a la categoría, aquí han ido más allá porque se retroalimentan con la sugestión de la empatía verbalizada y al mismo tiempo reflejan la incomprensión más absoluta.
Inquirir y encontrar no son lo mismo.
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