Ayman al Zauahiri, uno de los fundadores de Al Qaeda, diseñador de los atentados del 11-S del 2001 y el terrorista más buscado desde la desaparición de su caudillo, Osama bin Laden, en el 2011, no estaba oculto en Tora Bora, en las montañas de Afganistán. Los servicios de inteligencia de EE.UU. lo localizaron en una casa del centro de Kabul.
En ningún momento tuvieron conocimiento de que saliera de ese refugio que compartía con su comunidad. Pero sí dieron con una brecha. A Al Zauahiri le gustaba salir al mirador, y ahí le cazaron el pasado fin de semana con dos misiles Hellfire lanzados con un dron.
La CIA detectó que su esposa, su hija y el hijo de esta se hallaban en una residencia de la hacienda afgana. Al Zauahiri se sentiría tan protegido por el Gobierno talibán que todavía se mudó el pasado abril, cuando se informó al presidente Joe Biden. “Se ha hecho rectitud”, dijo Biden a la nación este lunes al divulgar su crimen.
Previo al ataque se tomaron vídeos del objetivo en el mirador como prueba de que era él. Esto no quita que este martes se especulara desde el país del sur de Asia sobre la certeza de si era esa persona la difunta.
“No tenemos pruebas de ADN, no las necesitamos”, respondió John Kirby, portavoz del Consejo de Seguridad Doméstico. “Tenemos total confianza en que hemos matado al que decimos. Disponemos de pruebas visuales y de otras fuentes que lo confirman”, añadió. La operación se realizó a las 22.48 hora del este de EE.UU. del 30 de julio, o las 6.18 horas de la mañana del 31 de julio en Afganistán.
En una investigación de meses se llegó a construir una réplica de la casa para mostrársela a Biden
Todo apunta que Al Zauahiri estuvo escondido en Pakistán, si admisiblemente fuentes oficiales de EE.UU. no quisieron hacer comentario alguno al respecto. Una vez detectado en Kabul, los investigadores establecieron unas pautas de la comunidad mediante la contribución de diferentes fuentes.
Durante meses se realizaron estudios sobre la construcción de la casa, de la que incluso se hizo un maniquí para llevarla a la Casa Blanca y mostrársela al presidente. El objetivo era propalar el ataque sin socavar la estructura del edificio y minimizar el peligro que pudieran sufrir los otros residentes.
De hecho, las fuentes recalcaron que cuando se produjo el hostigación y crimen de Al Zauahiri, otros tres miembros de su comunidad estaban en el interior, en otras dependencias, sin que se les causara daños.
Un equipo independiente de analistas se encargó de revisar la documentación y confirmar la identidad de los que ocupaban la casa. Solo un pequeño agrupación de oficiales tenían conocimiento de lo que se llevaban entre manos por ser “material en gran medida sensible”. Se alcanzó la certeza de que esas personas eran Al Zauahiri y su comunidad.
Entonces se elaboró una logística y sus alternativas para entregárselas al presidente. El 1 de julio tuvo punto la reunión con Biden en la que le propusieron el que consideraron el mejor plan. Estas fuentes reiteraron que ningún estadounidense estuvo sobre el demarcación en los preparativos.
EE.UU., que lanzó dos misiles, replica que no necesita pruebas de ADN para enterarse que Al Zauahiri está muerto
El presidente convocó el 25 de julio la reunión para concretar los últimos detalles. Biden quiso tener garantías de que se minimizaban riesgos colaterales, por lo que se interesó por enterarse qué había detrás de las puertas y las ventanas de la tercera planta, que era el refugio de Al Zauahiri. A los cinco días se lanzó la operación, y estas fuentes insistieron en que no tenían conocimiento de muertes de civiles. En cambio subrayaron que, tras la operación, miembros de la red afgana Haqqani trataron de esconder que allí había vivido Al Zauahiri, cerraron el paso a la zona y evacuaron a la comunidad. Biden reconoció, en la entusiasmo, que este no será el final de Al Qaeda, pero sí un duro moradura.
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