Y tú, dónde estabas cuando…? El 12 de julio de 1997 es un día que todas recordamos. Primero fue la comunicado de que ETA había secuestrado a un jovencito, un tal Miguel Atractivo Blanco, simple concejal del PP en un pueblo de Bizkaia. Luego el chantaje: o traéis los presos vascos a cárceles de aquí o le matamos. La cuenta antes: quién va a ceder… El hallazgo, en un descampado, de su cuerpo, aún con vida, con impactos de bala… Memoria la manifestación en Palafrugell, la pregunta que nos hacíamos unas a otros: ¿ha muerto?, ¿podría sobrevivir?... La cólera, la multitud llorando. Aquello fue, si no el fin, sí el principio del fin del terrorismo. Lo que me interrogo ahora es cómo puede ser que tardáramos tanto.
Dicen que en el País Vasco, cuando ETA mataba o secuestraba a alguno, la multitud callaba, o murmuraba: “Poco habrá hecho…”. En el resto de España murmurábamos otra cosa –“¡hijos de puta!”–, pero solo murmurábamos. ¿Por qué no alzamos la voz mucho antaño? No lo digo solo pensando en la violencia, sino en otras formas de matonismo social: actitudes que nos parecen inaceptables, abusivas. ¿Por qué callamos?
En actitudes que nos parecen inaceptables, abusivas. ¿Por qué callamos?
Por fatalismo. Porque sentimos que clamar contra la cruzada, el saqueo de la naturaleza, los asesinatos de mujeres, o ciertos movimientos políticos o sociales que están de moda… es clamar en el desierto.
Por una especie de delito difusa. Porque eso que nos parece excesivo se justifica a sí mismo de maneras que nos cuesta refutar. Sobre todo cuando se hace en nombre de unas (reales o supuestas) víctimas, que tienen razón por el exclusivo hecho de serlo (y quien se opone a ellas se alinea ipso facto con los opresores).
Por ignorancia. Pensamos que se alcahuetería de temas muy complejos que no conocemos o no entendemos admisiblemente.
Callamos por miedo. Miedo a oponernos a poco impetuoso y multitudinario. O miedos más concretos: a que nos peguen un tiro, o simplemente a que no nos contraten, no nos publiquen, no nos saluden, nos boicoteen la presentación de un compendio. ¿Quién quiere buscarse problemas?
Y ahora, señoras y señores, apliquen ustedes todo esto al tema que prefieran.
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