Donde empieza el bosque

Hasta hace unas semanas yo vivía atinado sin problemas de conciencia sobre hacer deporte. Un día a la semana me levanto temprano y voy a caminar por Montjuïc con una amiga y otro día tenía una clase particular de pilates. Dirán que es poco y muy suave, pero a mí me iba adecuadamente. Sobre todo porque la clase de pilates no se limitaba a una pauta de movimientos, que yo practicaba con poca golpe, sino porque con la profesora trabamos amistad. Hablábamos de libros, series y de la vida. Lo digo en pasado porque se ha ido a residir a la otra punta del mundo.

Apartado de echarla de menos, ahora me toca agenciárselas un recinto donde liberar la mala conciencia de tener lugar tantas horas sentada delante el ordenador. Y a mí no me gustan los gimnasios, por el olor de cloro de la piscina que se cuela por todas las rendijas, por la música ch umba-chumba y por los modelitos fosforito que se pasean por ahí. Que no es mi sitio, vaya.

Sentadas en sus taburetes, a una ya le llegan los pies al suelo, a la otra no

Mientras sopeso si llamo a una amiga psicóloga para que me aconseje cómo aguantar el duelo, va y la endocrina que me visitaba se jubila sin avisar. Me silencioso sin historial y me siento como un simple de número de la maleable de la mutua que cada vez que pasaba hacía clinc. Y ahora tengo que escoger a otra, sin referencias, y me acabo guiando por la que me queda más cerca, vaya criterio. En empleo de desearle suerte en la nueva aventura, como sí hice con la saltarina letraherida, me entraron ganas de ponerle una denuncia, pero hace demasiado calor y pasé.

Ya instalada al otro costado del Atlántico, la profe da señales de vida y me envía una foto de su nueva casa. En primer término, sus hijas dibujan sobre una mesa de cristal. Sentadas en sus taburetes, a una ya le llegan los pies al suelo, a la otra no. Al fondo de la sala, el ventanal revela dónde empieza el bosque. Y sé que los mensajes continuarán, nos seguiremos recomendando libros y desde acullá veré cómo crecen las niñas y se adentran en el bosque.

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