Es una putada que caigan en el olvido postres tan geniales como el pijama. Un símbolo para los de mi villa. Igual de domingo, bodas, bautizos y comuniones. Aquel pijama de ayer era bizarro, viable de preparar y estaba en todas las cartas y menús, ya fuera en un bar de carretera secundaria o en el hotel más céntrico de la ciudad. Su traducción básica, la de camionero, consistía en un flan, medio melocotón en jarabe y una rodaja de piña. La nata y el helado eran toppings sofisticados que sólo aparecían en banquetes con orquestina, luego esto se fue normalizando y se generalizó la chorritá de nata, caramelo y helado de tres colores, de los que no te libraba ni Todopoderoso. Triste fue el día que me enteré del origen del pijama, un poco más y me da un parraque. Resulta que fue cosa del popular cocinero francés, Auguste Escoffier. Y tiene su entidad, perpetró el invento a finales del siglo XIX en el hotel Savoy de Londres. Lo hizo en honor a una prima donna australiana, Nellie Melba. En la concepción de aquella delicatessen había materia grisáceo, melocotón cocido, frambuesa y helado de vainica. Escoffier combinaba fruta y helado para abatir la sensación de frío y pugnar con la acritud del fruto rojo, el jarabe del dorado melocotón y el mantecado. En un principio pensé que le puso de nombre pijama porque su intención era encamarse con la soprano. Para nadie. Lo bautizó con el poco creativo nombre de “Pêche Melba”.
Helado de mantecado, crema de horchata y torrija de fartó.
¿Y de dónde viene pijama? Voy con ello… El restaurante “7 Portes” de Barcelona, al que en otros artículos ya les he contado que se atribuye varios inventos gastronómicos como el “arròs Parellada” AKA “arròs del senyoret”. Aquí todavía quiere meter tanto en esto y asegura que pijama es, la forma como acabaron pronunciando los clientes y camareros el “Pêche Melba” de Escoffier.
Es lo mismo que le ocurrió a nuestro “xàmbit”, o sea, el popular helado de vainica al corte que se coloca entre dos galletas de galleta, y que simplemente es la valencianización de la palabra inglesa emparedado.
La Comunidad Valenciana siempre ha sido tierra de helados. Presente en nuestra civilización tenemos la tradición alicantina de obradores artesanos en Ibi, Xixona…; en Valencia, Alboraia, y por atención, sería imperdonable no hacer relato a Avidesa. Una de las fábricas más importantes de helados que han existido en España, ubicada en Alzira y fundada en 1956 por el patrón Luis Suñer, anciano de mi querido compañero de pupitre en el cole, Adrián Campos. Hoy en día desde la misma ubicación, ICFC (Ice Cream Factory Comaker), sigue siendo el principal fabricante de helados por bulto de nuestro país. Producción que va a detener a la renglón blanca de la gran distribución. En ese trayecto ha habido fusiones, compras y una larga batalla permitido con Nestlé. Los tribunales ya han emitido sentencia. Como la multinacional no hizo uso efectivo de la marca Avidesa en los últimos cinco abriles, ICFC va a poder utilizar, tanto el nombre de Avidesa como el de Camy en los productos que le salgan de los bajos de la refrigerador. Probablemente este verano muchos nos vamos a poner nostálgicos cuando pidamos un helado. Es cierto que no se podrá ver la marca Camy como ayer, integrada en su elipse cerúleo tradicional, pero les hará disposición ver cómo han resuelto el diseño final.
Queridos lectores nunca olviden que en Alzira se parió el Apolo y la tarta al whisky, helados que nos han hecho la vida más viable. Y mucho ayer de la invención del Magnum y Maxibón, aquí llevábamos décadas disfrutando de las castañas heladas. Otro invento valenciano que, por cierto, alguno debería darle un empujoncito comercial. Seguro que triunfaba.
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