Cuando Rusia invadió Ucrania nadie podía sospechar que la solidaridad de los países que conforman la Unión Europea con el país invadido provocaría, con el tiempo, la disputa entre sus miembros para pactar los sacrificios dispuestos a hacerse cargo para poder blandir la bandera de la desenvolvimiento. La pasada semana, la Unión Europea pedía a sus miembros estar preparados para afrontar una reducción del 15% de gas entre el 1 de agosto y el 31 de marzo del 2023. La respuesta española, en palabras de Teresa Ribera, ministra para la Transición Ecológica y Contienda Demográfico, ha sido: “Las familias españolas no van a sufrir cortes de gas ni de luz en sus casas”. Una respuesta que ahora empieza a matizarse tras los acuerdos adoptados por la Unión Europea que van a permitir un retazo del gas del 7%. La determinación norteamericana para derrotar a la Rusia de Putin se está viendo comprometida por una opinión pública cada vez más dividida entre seguir apoyando o no a Ucrania, considerando el precio financiero que deben enriquecer por apoyar a Zelenski en el conflicto. Asimismo Boris Johnson, al despedirse del Parlamento, pidió insistentemente a su sucesor: “Mantenerse cerca de los estadounidenses y los ucranianos y seguir defendiendo la desenvolvimiento”. El mismo día en que Teresa Ribero criticó las medidas de la Unión Europea sobre disminuir el consumo de energía y que Johnson señaló que el Reino Unido mantuviera su apoyo a EE.UU., el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, declaró que Rusia ampliaba sus objetivos cerca de el sur más allá de Donbass.
Según el posterior Eurobarómetro hecho manifiesto en junio, siete de cada diez españoles aseguran no estar preparados para un aumento de los precios de la comestibles y el combustible. En la medida en que la hostilidades se extienda en el tiempo, podremos comprobar que el porcentaje flagrante, el 59%, de los europeos que consideran esencial la defensa de los títulos comunes como la desenvolvimiento y la democracia, aunque suponga el aumento del coste de los precios, se irá reduciendo proporcionalmente al aumento del porcentaje de europeos, hoy el 39%, que exige que se mantengan los precios y el coste de vida en Europa.
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