* La autora forma parte de la comunidad de lectores de La Vanguardia
George Sand fue una prolífica novelista francesa del romanticismo que escribió más de 140 novelas y luchó con pasión contra los convencionalismos impuestos. Está representada en el Museo de la Vida Romántica de París, destinado a rememorar la vida artística y literaria de la primera medio del siglo XIX. Se fundó en 1983.
Es temprano, una brisa fresca sopla removiendo las hojas de los árboles. Hemos decidido pasear ayer de nuestra invitado al museo. Callejeando llegamos al Museo de la Vida Romántica.
Una pequeña chopera conduce a un patio emborregado, donde se encuentra una sólida casa con frente a la italiana. Era la residencia de Ary Cheffer, pintor de origen holandés. Aquí organizaba sus "viernes" y recibía a sus amigos artistas e intelectuales: Turgueniev, Liszt, Delacroix, Chopin, George Sand, Apollinaire…
Se discutían y desarrollaban las ideas que gestaron, en la primera medio del siglo XIX, el Romanticismo, un movimiento estético en el arte, en todas sus manifestaciones.
En el interior en un condición cálido e íntimo se puede asombrar la ornamento romántica: la gran estufa del atelier, sus bibelots, las últimas telas del pintor, una escultura de Goethe, fuente de inspiración para sus obras Margarita en la rueca y Faus, que le consagraron como pintor de historia en el salón de 1831.
El primer tierra está dedicado a la novelista George Sand, seudónimo de Amandine Aurore Lucie Dupin, baronesa de Dudevant. Mientras recorro la sala, suena un melancólico noctívago de Chopin.
En estas estancias se exhiben documentos, correspondencia de la escritora
Memorias procedentes de la casa de Nohant, donde se retiró los últimos abriles de su vida y pasó parte de su infancia. "Solo me interesa lo que procede de los seres que he amado", decía la escritora.
Cuadros, unos vaciados en escayola de la novelista y de la emblemática mano de Chopin, recuerdan los ocho abriles de su pasión con el compositor.
En el salón de las joyas, en las vitrinas, se exhiben plumas, abrecartas, cajas y sellos con las iniciales GS, evocando su estreno en las páginas de Le Figaro, cuando escribía "a cuatro manos" con Jules Sandeau, creador de su seudónimo como escritora.
En el saloncito garzo se exponen sus acuarelas mostrándonos su destreza en el arte de la "dendrita" que practicó con destreza los últimos abriles de su vida.
Admiro su evocador salón compostura con su chimenea y su mesa de despacho estilo Luis XV con sus dos butacas rococó. Sobre esta mesa escribió muchas de sus obras: Indiana, la primera obra que firma con George Sand; La charca del diablo, ambientado en la Francia rural; Valentine y Lélia, idealistas y románticas; Un invierno en Mallorca, cuaderno de viajes de su estancia en Mallorca con Chopin el poeta del piano; La pequeña Fadette, El Marqués de Villemer y Elle et Lui, donde cuenta su relación con Musset. En este salón permanece la fragancia de los poemas escritos en el singladura.
George Sand murió en Nohant el 8 de junio de 1876 a los 71 abriles, rodeada de su grupo y sus nietos. Está enterrada en el cementerio acostumbrado. Un pequeño y hermoso huerta presidido por una bella escultura dedicada a Chopin, permite disfrutar de la medio romántica tomando un té en la cafetería, antiguo invernadero del huerta.
Sentados delante de la gran vidriera que da al huerta, rebusco en mi mochila y saco un pequeño librito que he adquirido en los bouquinistes de las orillas del Sena que hace remisión a un huerta simbólico: Las fuentes de todo huerta son un suelo fértil, agua para regarlo, calor que viene del sol, el soplo moderado de los vientos, un cultivador apaño de su trabajo y plantas de buena calidad.
El intenso fragancia del té Mariage frères nos envuelve agradablemente. Cuando salimos a la calle una ráfaga de singladura revuelve nuestros cabellos y los hace flamear en el oleaje del vendaval.
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