José Juan Martín Montañés, el ‘descuartizador de Cádiz’ y un cadáver oculto en cinco bolsas

La música sonaba proporcionado suscripción mientras Javier, con los luceros vendados y sentado en una apero, se prestaba a una especie de prueba acústica a manos de su mejor amigo, José Juan Martín Rústico. Cuando la víctima estaba imbuida en los sonidos procedentes del equipo de música, el criminal cogió una pesada pata metálica de una mesa y la emprendió a golpes contra la comienzo del universitario. Acto seguido, José Juan perpetró una violenta carnicería con cuarenta puñaladas, una de ellas certera en el corazón, hasta que rompió la hoja del pertrechos.

Tras zanjar con la vida de Javier, el estudiante de Medicina desmembró cuidadosamente el occiso y repartió los restos en cinco bolsas para lanzarlos al mar y eliminar cualquier prueba. No contento con eso, José Juan envió varios anónimos a la grupo del asesinado pidiendo un rescate millonario. Así nació la figura del ‘descuartizador de Cádiz’, el criminal cuya historia estremeció a toda la sociedad española.

Toda la infancia juntos

Víctima y estoque eran amigos desde niños cuando coincidieron en el Instituto de Cortadura, en la provincia de Cádiz, donde cursaron bachillerato en los abriles setenta. La relación era tan estrecha entre José Juan Martín Rústico y Javier Suárez Samaniego que pasaban mucho tiempo juntos, visitaban con frecuencia sus respectivos domicilios y mantenían una cordial relación con los padres del otro. Eran lo que podríamos denominar amigos íntimos.

Javier era hijo del arquitecto gaditano José Luis Suárez Cantero y sus compañeros de clase lo recuerdan como un pequeño simpático, inteligente, bueno, aunque poco achicopalado. En cuanto a los estudios, Javier siempre obtuvo buenas calificaciones, se sacó el bachiller y empezó la carrera de Derecho, aunque seguidamente cambió a Ciencias Económicas. Parece ser que esta valentía estuvo motivada por una especie de crisis religiosa: permanecía durante horas enfrascado en la lección de la Antiguo Testamento, lo que le llevó a un aislamiento total donde no se comunicaba ni con familiares ni amigos.

Javier Suárez Samaniego, víctima asesinada por José Juan Martín Montañés

Javier Suárez Samaniego, víctima asesinada por José Juan Martín Rústico

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Poco similar le pasó incluso a José Juan por aquella misma época. El muchacho, hijo de un subinspector de la Policía Doméstico ya retirado, incluso cayó en una etapa de introspección y misticismo que le llevó a interesarse en demasía por los Testigos de Jehová. Todo apuntaba a que los dos jóvenes habían caído en las redes de estas creencias antitrinitarias.

De hecho, los compañeros de José Juan siempre lo veían como una persona un tanto extraña. Era un pequeño raro, que “lo contaba todo fríamente, sin inmutarse por mínimo”. Y, aunque no tenía problemas para socializar, su forma de realizar evidenciaba una clara desidia de empatía. Es más, José Juan destacaba por tener una inteligencia prodigiosa. Se podría opinar que era superdotado, porque a la par que cursaba la carrera de Medicina, incluso la compaginaba con las de Historia y Derecho, esta última a través de la UNED.

José Juan Martín Montañés, una vez detenido

José Juan Martín Rústico, una vez detenido

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Encima, José Juan se había independizado y vivía en un edificio de apartamentos construido por el padre de su amigo Javier, sito en la calle Villa de Paradas de la hacienda gaditana, y muy próximo al Paseo Marino. El estudiante escasamente tenía relación con los pocos vecinos que moraban en el inmueble, por lo que pasaba todavía más desapercibido. De ahí que nadie denunciase los gritos y los ruidos procedentes durante la sombra de autos.

Para no verle la cara

La tarde del 21 de enero de 1989, José Juan se presentó por sorpresa en la casa de Javier, los dos de 22 abriles, quien en ese instante se disponía a sumar en bici. El pretendiente a médico necesitaba ayuda para sumar una mesa de ping-pong, querencia que los dos amigos compartían desde la infancia.

Una vez en el interior del casa, “intenté ser amable, para que pudiese radicar correctamente sus últimos minutos; le invité a una copa”, confesó José Juan con enorme frialdad al ser detenido, y le propuso someterse a una prueba de acústica. Entonces, le sentó frente al radiocasete, le vendó los luceros y la música empezó a sonar a todo prominencia.

José Juan Martín Rústico'El descuartizador de Cádiz'

En ese instante, José Juan cogió la pata metálica de una mesa que había rellenado de arena para hacerla más pesada y elocuente y, situándose a la espalda de la víctima, la emprendió a golpes contra la comienzo. El amigo cayó de bruces contra el suelo, pero como todavía seguía vivo, José Juan agarró un cuchillo y se lo clavó entre la cuarta y la villa costilla intercostal en sondeo del corazón. Quería “provocar un paro cardíaco de forma rápida”, aseguró a sabiendas de sus conocimientos médicos.

Sin retención, la homicidio de Javier no fue tan rápida y silenciosa como esperaba, así que decidió acuchillarlo una decena de veces “para que no sufriera” (en torno a cuarenta puñaladas), pero lo hizo con tal división de violencia que rompió la hoja del cuchillo y lo tiró a la basura. Una vez muerto, colocó una bolsa de basura en la comienzo de Javier: “No quiero verle la expresión. Digo: ‘Ahora voy a tener esta imagen grabada no sé cuánto tiempo’”.

Punta de San Felipe, lugar donde José Juan Martín Montañés arrojó el cuerpo de Javier

Punta de San Felipe, lado donde José Juan Martín Rústico arrojó el cuerpo de Javier

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A continuación, arrastró el occiso hasta la bañera, lo dejó desangrarse y se limpió las manchas de raza para proceder a la segunda parte del plan: dirigir dos cartas escritas a máquina y dirigidas a la grupo de Javier en las que avisaba de su secuestro, pedía un rescate de 12 millones de pesetas (unos 72.000 euros) e informaba de cómo tenían que entregar dicha cantidad. 

En este caso, pidió que ingresaran 3.000 euros semanales en una cuenta de la Caja de Ahorros de Cádiz porque, de no cumplir con las exigencias referidas, recibirían el dedo seccionado del estudiante. En cada misiva, por cierto, José Juan siempre habló en plural como maniobra de despiste.

La policía encuentra una de las bolsas que José Juan Martín Montañés lanzó al mar

La policía encuentra una de las bolsas que José Juan Martín Rústico lanzó al mar

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Una vez enviadas las cartas, José Juan regresó a su domicilio y procedió al descuartizamiento del occiso cuyas partes introdujo en cinco bolsas, a excepción de las manos, que guardó en un frasco egregio con formol y escondió bajo un somier en la terraza. Al concluir el desmembramiento, el criminal se quitó su ropa y la introdujo cercano con la de la víctima en otra bolsa para deshacerse de ella.

Sin retención, esa misma sombra decidió no hacer mínimo más, así que se marchó a casa de sus padres a tenderse para regresar en plena crepúsculo y librarse de los despojos. Así fue cómo sobre las cinco y media de la mañana, Juan realizó varios viajes hasta el Puerto Marino, concretamente a la Punta de San Felipe, donde arrojó los restos que llevaba en las bolsas. En ese tiempo, el criminal realizó hasta cuatro viajes mientras pasaba por delante del cuartel de la Custodia Civil y emulaba estar haciendo deporte.

Con las manos en la masa

Al mismo tiempo, el padre de Javier puso en conocimiento de las autoridades la desaparición de su hijo y las amenazas recibidas a través de esas dos cartas y la policía inició el protocolo de búsqueda y confeccionó una inventario de posibles sospechosos. Sin retención, José Juan no se encontraba entre ellos. Nadie podía imaginar que el mejor amigo de Javier podía ser el responsable de su supuesto secuestro.

Los siguientes diez días fueron una completa angustia para los padres de Javier, que no dudaron en fertilizar religiosamente la cantidad estipulada por los supuestos secuestradores con tal de perseverar con vida a su hijo. Entre tanto, la investigación continuaba en sondeo de los responsables y José Juan se afanaba en purgar el casa de huellas y raza, sin conseguirlo del todo. Además acudió a la biblioteca de la cátedra donde le vieron cinco días posteriormente del crimen, pero, en ningún momento, el verde se mostró nervioso, desfigurado o mantuvo una conducta extraña que llamase la atención de sus allegados.

José Juan Martín Montañés bajo custodia policial

José Juan Martín Rústico bajo custodia policial

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El 30 de enero José Juan se acercó por cuarta vez a un cajero inconsciente para extraer más parné. En las tres ocasiones anteriores, el universitario tan solo había rematado sacar un mayor de 35.000 pesetas (210 euros): no sabía que la policía había establecido un dispositivo de vigilancia en la red de cajeros de la Caja de Ahorros gaditana fijando un coto de parné al día y anulando el funcionamiento de aquellos dispositivos que no podían controlar correctamente.

De este modo, colocaron “agentes detrás de cada cajero [un total de 17], porque por entonces el funcionamiento de estos aparatos no estaba tan informatizado como ahora y porque era el único modo de poder sorprender al secuestrador in situ”.

José Juan Martín Montañés ayuda a la policía en la reconstrucción del crimen

José Juan Martín Rústico ayuda a la policía en la reconstrucción del crimen

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En cuanto apareció José Juan e intentó utilizar la maleable en el cajero, los agentes le dieron el stop y lo llevaron detenido. Una vez en comisaría, el verde confesó los hechos con gran serenidad y frialdad. “Yo le he matado”, dijo antaño de que procediesen al registro de su domicilio. Durante la inspección visor de la vivienda, los especialistas hallaron manchas de raza, las manos de Javier en el frasco de formol y la máquina de escribir utilizada para dirigir los anónimos.

Con la misma flema con la que relató el crimen, José Juan llevó a los investigadores hasta el lado donde se deshizo del occiso de su amigo y, tras dos días de búsqueda, los buceadores de la policía dieron con los restos de Javier y las ropas tanto de la víctima como de su criminal a seis metros de profundidad.

Los buceadores de la policía rastrean la zona para encontrar a la víctima de José Juan Martín Montañés

Los buceadores de la policía rastrean la zona para encontrar a la víctima de José Juan Martín Rústico

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“El criminal lo pensó fría y tranquilamente y lo llevó a intención”, aseguró el comisario patriarca provincial en rueda de prensa tras la comunicación del autor confeso del crimen de Javier Suárez. De hecho, la única preocupación del detenido era cuántos abriles le caerían de calabozo por el crimen de su amigo. Incluso en otro momento del interrogatorio policial, José Juan llegó a opinar que pensó en comerse el occiso de Javier “para quitarlo de en medio”.

Una nueva vida

El inteligencia contra el adulterado como ‘el descuartizador de Cádiz’ se celebró en la Audiencia Provincial de Cádiz en 1991 delante la presencia de numerosos medios de comunicación y con la sociedad gaditana expectante por conocer el móvil de este horrible crimen. Según los investigadores, el acentuado mató a su mejor amigo por parné. Es opinar, lo único que movió a Rústico fue el interés financiero, de ahí la petición del fiscal de 39 abriles de calabozo por crimen, amenazas, falsificación de documento y profanación del occiso.

Sin retención, los exámenes forenses practicados al preso durante la instrucción del caso concluyeron que este había sufrido “una enajenación mental incompleta”, por lo que se aplicó el respectivo atenuante.

Un policía sostiene una de las bolsas con los restos de Javier, víctima de José Juan Martín Montañés

Un policía sostiene una de las bolsas con los restos de Javier, víctima de José Juan Martín Rústico

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Finalmente, José Juan Martín Rústico fue condenado a 36 abriles de calabozo: 28 abriles por el crimen de Javier, cuatro por falsificación de documentos y otros cuatro por amenazas. La sentencia consideró probado que el universitario ideó minuciosamente un plan maquiavélico para matar a su amigo, disimular un secuestro y pedir un rescate a los familiares.

Tras 15 abriles y 6 meses de prisión, José Juan logró salir en sinceridad al conocerse todas las triquiñuelas legales para obtener numerosos beneficios penitenciarios. Así, el 21 de junio de 2004 el descuartizador dijo adiós a la prisión de Aranjuez (Madrid) para emprender una nueva vida, según parece, en Sevilla. Aunque, en la ahora, hay otras informaciones que lo sitúan en el pueblecito costero de Chiclana de la Frontera.

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